Visita

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Lisa besaba lentamente el cuello de Jean mientras ella contenía su agitación, la joven caballero estaba completamente sonrojada.

— Oye — dijo en voz baja Lisa.
— Esa niña, ¿De casualidad es tu--?
— No digas más, eso es... Una historia larga... — Jean bajó la mirada.
— Ya veo, lo siento. Es solo que... Siento que hacer que hay tantas cosas que realmente no sé. — Lisa acarició con ternura el cabello de Jean.
— Tienes razón, quizá estoy siendo egoísta contigo, lo lamento. — Jean tomó la mano de Lisa y le sonrió.
— ¿Que te parece si vamos a dar un pequeño paseo? La verdad es que tenía intenciones de seguir nuestro pequeño juego pero creo que ambas necesitamos un poco de aire fresco.

Lisa le sonrió con ternura a Jean y ambas se fueron a bañar, la joven rubia se sentía un poco avergonzada mirando discretamente el cuerpo de la bibliotecaria mientras se bañaba.

"¿Soy idiota? Si ya la he visto mil veces... ¿Por qué me pongo tan nerviosa?"

Lisa se bañaba tranquilamente cerca de Jean mientras tarareaba una canción, la luz de una ventana que había en lo alto la iluminaba directamente y Jean no pudo evitar mirarla fijamente.

"Ahh... Es preciosa, todo de ella, su piel es muy suave, sus dedos son cálidos, sus piernas son delicadas, sus pechos son... ¡Un momento! ¿Que estoy diciendo?" Jean se sonrojó y se tapó la cara a pesar que Lisa no la estaba mirando, y se apuró en bañarse para poder salir de allí antes de perder la cabeza.

— Querida, déjame lavar tu espalda y tu cabello. — Dijo Lisa con una sonrisa.
— ¿Que? N-no hace falta, de verdad... — Jean apartó la mirada nerviosa.
— Vamos, no seas así. Será más rápido para que podamos llegar al mercado antes que haya mucha gente.

Lisa se dispuso a lavar con cuidado la espalda de Jean y su cabello, masajeó sus hombros y movió suavemente sus cabellos haciendo que la joven que sienta tan relajada que casi sentía que se quedaba dormida.

— Veo que estás bastante tensa, tus hombros están duros. Necesitas un descanso de vez en cuando. — dijo Lisa moviendo con cuidado la cabeza de Jean tratando de relajarla.
— Imposible, hay muchísima gente que necesita mí ayuda. Si yo me detengo ellos...
— Querida... Si colapsas va a ser peor, imagina que tengas que forzosamente parar por tiempo indeterminado. ¿No sería peor aún? — Lisa suspiró.
— L-lo sé... Es solo que... Es lo único que conocí desde que tengo 15 años, he vivido para ésto, para lograr llegar a dónde estoy. Yo...
— Mí pobre y dulce Jean, te esfuerzas tanto que te olvidas de ti misma. Pero no te preocupes, aquí está mamá Lisa para ayudarte. — rió.
— Ey... — jean se encogió de hombros.
— Vamos, ve a sacarte ahora, te estaré esperando en la entrada, me voy a buscar un poco de ropa cómoda, fíjate si hay algo en mí cuarto que te sirva. Debemos lavar ese uniforme, ¿Cierto? — rió tapando su boca.

Jean se sintió avergonzada y no respondió. Tras bañarse fue al cuarto de Lisa y de entre su ropa cogió un bello vestido azul con detalles en un color turquesa. Lisa vestía uno lila con pequeñas piedras violetas y un escote adornado con pequeñas flores cosidas.

— Cielos querida, te ves increíblemente bien, es raro verte sin tu ropa de caballero... — sonrió burlona.
— Deja eso, vamos de una ves antes que me arrepienta.

Jean pasó al lado de ella sonrojada evitando que la vea, en ese momento Lisa la frenó en seco tomándola de la mano y llevándola hacia ella, la abrazó fuertemente dejando a Jean sorprendida.

— ¿L-Lisa? — preguntó Jean nerviosa.
— Lo siento, te vi así vestida y yo no pude evitar pensar en si un día nosotras...
— ¿Nosotras...? — al terminar de decir ésto Jean comprendió y se quedó atónita.
— Jean... Te amo. — dijo Lisa.

La joven rubia sintió como su corazón se aceleraba como nunca, sus ojos se humedecieron y Lisa la sostuvo más fuerte aún.

— No hace falta que respondas. Solo sentí que debía decírtelo. Vamos, se hace tarde.

Lisa soltó a Jean, quien se quedó en el lugar anonadada unos momentos mientras Lisa salía de su hogar, se secó unas lágrimas que corrieron por su rostro y se dispuso a salir.

Una vez llegaron al centro de Mondstat recorrieron varios puestos, compraron algunas cosas y visitaron a algunos vendedores, los guardias miraban sorprendidos a Jean y ésta evitaba hacer contacto visual con ellos, no estaba acostumbrada a vestir de civil y mucho menos pasear despreocupadamente.
En ese momento Jean pudo ver a unos guardias avanzar rápidamente hacía la entrada a la ciudad, el herrero también se acercó rápidamente a ver qué ocurría llevando consigo una espada que tenía en exhibición. Lisa pudo ver cómo algunos transeúntes se acercaban a ver qué ocurría en la entrada, y miró a Jean haciéndole un ademán de que debían ir a investigar. Ambas se acercaron disimuladamente para no causar pánico entre las personas que no estaban enteradas, al bajar rápidamente los escalones hasta la entrada pudieron ver a alguien con unas vestimentas extrañas.

— Esa mujer... ¿Donde la he visto? — murmuró Lisa.
— ¿La conoces? — preguntó Jean.
— La verdad creo que no pero... Por su apariencia creo haber escuchado algo sobre ella, creo que era una pirata algo así.
— ¿Pirata? Cielos ésto es malo.

Jean se escabulló entre la gente y se acercó rápido hacia donde se encontraba aquella visitante. Se paró frente a ella, quien recién estaba cruzando la entrada principal, cargando una llamativa botella de bebida consigo y caminando con seguridad y una sonrisa en su rostro.

— ¿Quien eres tú y que vienes a hacer a Mondstat? — dijo Jean, quien a pesar de no estar uniformada se puso en una pose solemne.
— ¿Oh...? Que informe curioso usan en ésta ciudad. Ninguang no me lo describió así para nada. — rió.
— ¿Dijiste Ninguang? ¿Que eres tú de esa mujer? — Jean amagó a buscar su espada pero obviamente no la llevaba.
— Que pregunta más osada y directa, ¿Quien eres tú para preguntar tan confianzudamente?

Jean se detuvo a mirar con cuidado a quien tenía delante, una joven pirata con un parche en su ojo izquierdo color rojo y una vestimenta bastante particular, su aura irradiaba confianza y su largo pelo castaño oscuro se mecía con el viento.

— Ey Ey Ey... Calma. No es así como recibimos a nuestros visitantes, ¿Cierto Jean? — una voz sonó entre la gente.

En ese momento el joven Kaeya apareció de entre la gente. Jean sintió un gran alivio y le sonrió.

— Kaeya, que gusto verte. ¿Quien es ésta mujer? — preguntó Jean.
— Oh, ¿No lo sabías? Que extraño, siempre estás informada de todo antes que nadie. ¿Donde has estado? No es propio de ti...
— Lo siento, sé que no lo es...— Jean bajó la mirada apenada.
— Bueno, no te preocupes, supongo que no es nada grave. — dijo sonriendole. — Esta es Beidou. Capitana de la Flota Crux Meridianax y su tripulación. Es una mujer bastante libre y franca. Ha venido a Mondstat por asuntos diplomáticos.
— ¿Acaso ella... viene de Liyue? — preguntó Jean.
— Efectivamente, ya que Ninguang no podía venir en esta oportunidad, mandó a su persona de confianza.  — Kaeya señaló a la joven pirata.

Jean suspiró y se acercó lentamente y le ofreció estrechar su mano. Beidou la tomó con fuerza y la comenzó a mover enérgicamente, la joven rubia se quedó sorprendida mientras la visitante se abría camino entre la gente que ya se había agolpado cerca de la entrada de Mondstat. Lisa pudo ver una gran decepción en el rostro de Jean al darse cuenta que había fallado en algo tan importante como una misión diplomática. Kaeya se marchó escoltando a Beidou mientras la gente del pueblo los seguía, por lo que ambas quedaron prácticamente solas allí. Lisa se acercó lentamente, y Jean lo más disimuladamente que pudo tomó su mano de repente y la apretó, llena de decepción.

Fruto prohibido 🍎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora