Vi por primera vez a Abigail Dalton hace un par de años en una temporada donde, aunque no fuese digno de una dama, me pasaba todos los días ensuciándome las manos en el jardín y cuidando de Lucy, mi hermana menor, a quien intentaba proteger de las discusiones de mis padres sobre las deudas que nos hostigaban, mi trabajo era encontrar lugares de la casa donde no se escucharan sus gritos.
Mientras escarbaba la tierra, una risa me hizo alzar la mirada. La entonces desconocida se veía absolutamente preciosa tumbada sobre su abdomen en el pasto, demasiado concentrada en su lectura como para notarme. Debo admitir que desde ese día he admirado su belleza como se supone que debería hacerlo con los hombres que me pretendían, a diario daba largos paseos por el jardín a ciertas horas para captar su atención. Nada parecía funcionar hasta que hace un año, mi torpeza se ganó su mirada.
Supo de mi existencia a costo de mi dignidad, que pareció desaparecer mientras más me enamoraba. No voy a mentir, la estaba espiando desde mi balcón; me dije a mí misma que estaba siendo demasiado evidente (siempre lo era), si ella se daba la vuelta iba a notar que la acechaba. Lo supo de todos modos porque me resbalé al intentar jalar la cortina para esconderme, trayendo abajo las telas y tubos que la sostenían.
Como era de esperarse, el ruido logró que me mirara. Recuerdo haber sentido la vergüenza en cada rincón de mi cuerpo mientras me levantaba del suelo.
A mi rescate llegó Charlie, nuestro mayordomo, me ayudó a colocar las cortinas en su lugar sin preguntar qué había ocurrido antes de la llegada de la señora de la casa.
— ¿Por qué no estás vestida? — mi madre entró como un huracán arrasando con los cajones para encontrar algo adecuado para la ocasión.
— ¡El baile, el baile! — Lucy entró a mi alcoba dando saltos, a sus seis años mi madre la había entrenado para fantasear con un caballero de armadura plateada para su hermana mayor.
— ¿Hay alguna posibilidad de que no nos presentemos? — solté desplomándome en la cama.
Me miró con impaciencia, señalando la habitación del baño.
— Te quiero lista en media hora. No vamos a rechazar una invitación del Duque de Versalles. — Dejó mi mejor vestido en la cama, cuyo tono azul se empezaba a transformar en celeste.
Por supuesto que estuve lista a la hora indicada, no podía evitarlo, le tenía miedo y desde hace mucho siento que "se lo debo", mi madre ha hecho lo inimaginable para sacarnos adelante desde que las apuestas condujeron a mi padre a quitarse la vida, por esa misma razón ya casi no éramos invitados a eventos. Ese gran baile organizado por la llegada del duque y su familia a la ciudad era una oportunidad para nuestro reingreso en la sociedad.
Además de poder aprovechar la ocasión para conocer solteros, proceso tan extraño en donde si mi belleza no les era suficiente, pasaban de mí; y los que se quedaban tenían segundas intenciones que yo no planeaba satisfacer. Me tenía que aguantar múltiples faltas de respeto porque estábamos apunto de perder nuestra casa, mi hermana y yo no podíamos heredarla por ser mujeres, la única esperanza que teníamos era encontrarme marido pues el turno de Lucy llegaría en unos diez años más. Un matrimonio sin amor era el destino que me había imaginado, ya lo había digerido hasta que... Abigail Dalton, mi amor platónico, me dirigió la palabra esa misma noche.
Lo que estoy a punto de relatar es una historia que todo Francia se conoce por el romance en lo disparatado que era que Sir William Fontaine, el mismísimo Duque de Versalles, haya sacado a bailar a la pobretona. Lo sé, yo también me sorprendí cuando dejó que mi madre nos presentara, pero lo entendí al instante: nuestra reputación no había llegado a sus oídos. Cobró sentido entonces el que haya invitado a varios enemigos públicos del pueblo, con apellidos resaltantes sin haber investigado los conflictos que traían algunos.

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「 𝘪𝘳𝘳𝘦𝘢𝘭 」❲ 𝘸𝘭𝘸 ❳
Mistério / Suspensefrancia, 1770 ; el duque de versalles no es capaz de ver que su prometida está enamorada de una mujer que busca asesinarlo. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [completa] - playlist en bio.