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Abigail me observaba desde su balcón cuando dieron las doce en el reloj, su cabello negro azabache contrastaba con la palidez de su piel bajo la luz de la luna. Dejó caer una "cuerda" hecha de telas amarradas entre sí, recuerdo haberle preguntado:

— ¿Perdió la cabeza?

Colocó el dedo índice sobre sus labios para indicarme que guardara silencio mientras yo utilizaba toda mi fuerza para trepar por la pared, mi condición física no era de ayuda pero de algún modo lo logré.

Tomó una de mis manos delicadamente entre las suyas, observándome con ojos curiosos como si yo estuviese hecha de cristal o de alguna piedra preciosa. Nadie me había mirado de esa manera antes, hasta el último día ella logró hacerme sentir especial ante sus ojos.

Ese simple toque me dejó inmóvil, no sabía como responder ante muestras de afecto, lo único que sabía era que necesitaba más. Cuando me soltó, busqué una de sus manos a penas rozando nuestros meñiques, mi corazón enloqueció ante ese roce. Ella entendió el mensaje y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos para guiarme a su inmensa alcoba de paredes blancas.

— Yo... — Intenté buscar las palabras correctas, pero solo balbuceé.

— Sé que tenemos una charla pendiente. Me gustaría que esta noche fingiéramos que no existe ninguna regla que nos acuse de enfermas mentales por sentir. — aclaró su garganta. — No hay nadie aquí, imaginemos que somos dos personas en un mundo donde no podrían juzgarnos, ¿le parece?

Tenía preparadas dos sillas y una pequeña mesa redonda de madera alumbrada únicamente por velas aromáticas.

— Si no tuviésemos miedo, ¿qué me diría? — cuestionó al sentarse frente a mí. Me sentía como una niña por haberme escabullido a altas horas de la noche, emocionada y aterrada al imaginar el peor desenlace.

— Diría... — hice todos mis esfuerzos para no demostrar que los nervios estaban carcomiéndome.— Que se ve espléndida esta noche.

Todo en ella irradiaba elegancia, desde su vestimenta hasta su postura.

— Yo diría que aprecio sinceramente su admiración, el cariño que me tiene es muy tierno. Es decir, es un gran halago que una damisela encantadora me encuentre "espléndida" — me imitó, sus ojos brillaban. — Pero hay un problema... No nos conocemos.

— Podríamos. — dije sin pensar y automáticamente bajé la mirada, arrepentida por mi atrevimiento repentino.

— Le gusta la idea que tiene de mí. ¿Quiere la verdad? Usted a mí me gusta. — Sentí que el oxígeno abandonó mi cuerpo al saborear cada una de sus palabras. — Sin embargo, sé que solo es atracción física de ambas partes por ahora, no me conoce.

— Me gustaría poder hacerlo. — A este punto no sabía si seguíamos actuando estar en una realidad distinta. — Si a usted le gusta la idea.

— Claro, me gustaría que nos conociéramos y que me acepte como pretendiente.

— Es solo que hay mucho que pensar... — su expresión cambió, como si quisiera indicarme que no me salga del personaje, hice caso omiso. — Mi deber es conseguir un marido en un futuro cercano y seguro usted...

— No, no se preocupe por mí, el dinero de mi familia es suficiente. Pero entiendo perfectamente su situación, podríamos intentarlo hasta que encuentre lo que busca. Solo... — alargó las palabras buscando mis manos para jugar con su pulgar en el dorso. — Es la primera mujer que conozco a quien también le gustan las mujeres.

「 𝘪𝘳𝘳𝘦𝘢𝘭 」❲ 𝘸𝘭𝘸 ❳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora