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Sudor frío corría por mi frente mientras el duque comenzaba a desesperarse detrás de la puerta.

Mierda. Mierda. Mierda.

— ¿Estás bien? — la preocupación era evidente en su voz. — ¿Podemos hablar? 

— Sir William. — me recargué en la madera que nos separaba, mi voz sonó más firme que nunca intentando ocultar mi nerviosisimo. Jugué con la manija sin intenciones de quitar el seguro. —  Lo siento, me siento muy mal, ¿podrías volver luego?

— Es algo urgente.

— Se lo ruego, en unos minutos yo misma iré a buscarlo. Pero necesito tiempo a solas.

Suspiró rendido.

— La espero en mi habitación.

Cuando escuché los pasos alejarse, pude dejar escapar los sollozos que me acuchillaban el pecho. Tomé la daga entre mis manos solo para horrorizarme al encontrar iniciales conocidas, las de mi padre.

D. B.

Seguro Abigail se había escapado a su vestíbulo en una de las mil veces que había estado en mi hogar. La furia se apoderó de mi cuerpo cuando la imaginé rebuscando en las cosas de mi padre. Teníamos prohibido tocar el valioso objeto, y aunque no estaba bajo siete llaves, Lucy era obediente y yo no podía entrar a esa habitación sin sentir una infinita nostalgia.

Comencé a caminar de un lado a otro intentando idear un plan para deshacerme del arma. ¿Tal vez podría tirarla a la basura? No, si a alguien se le ocurre revisar, estaré muerta. ¿Esconderla en mi maleta? Tampoco, siento que las mucamas son muy entrometidas. ¿Enterrarla en el patio? Llamaré mucho la atención si me ven cavando a media noche... Aunque, ¡Eso es!

Empujé la cama, quedándome completamente quieta para escuchar si el ruido que causé había alertado a alguien afuera. Obtuve luz verde y me arrodillé para levantar un par de tablas del suelo, suspirando de alivio al encontrar tierra facilmente bajo el piso. Utilicé la daga para hacer un agujero en ella lo suficientemente profundo, al menos un metro, no me arriesgaría.

Estiré el brazo para alcanzar el sobrante de cuerda, un fino hilo del cual dependía mi vida. Lo dejé caer al fondo, seguido del objeto filoso.

Con mis manos empujé la montaña de tierra que se había formado, posicioné las tablas cuando la cavidad fue llenada por completo e hice un gran esfuerzo para colocar la cama en su lugar sin emitir sonidos.

Agradecí tener mi propio baño para poder limpiar la suciedad de mis palmas, desempolvar la falda de mi ostentoso vestido y secar el sudor de mi piel con papel higiénico.

Golpes en la puerta de nuevo, reconocí el llamado. Otra vez el duque.

Esta vez sí le abrí, me miraba con desconfianza, por lo que tuve que pensar rápido.

— Justo iba a buscarte, lo lamento. — me avalancé a abrazarle por la cintura, escondiendo mi rostro en su pecho. Le sorprendió tanto mi cariño que se quedó inmóvil. — Es solo que, todo lo sucedido esta noche. No aguanto las naúseas.

Su cuerpo reaccionó a mis palabras, acarició mi espalda intentando reconfortarme.

— Aquí estoy para ti.

「 𝘪𝘳𝘳𝘦𝘢𝘭 」❲ 𝘸𝘭𝘸 ❳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora