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El segundo atentado ocurrió en el palacio de Versalles, mientras celebrábamos nuestro compromiso en un elegante baile con la presencia de todos los nobles, el código de vestimenta era colores pastel.

En una esquina, sobre unos sillones elegantes con estampados de flores se encontraba Lucy jugando con las hermanas menores de William, a quienes a penas habíamos conocido puesto que habían estado fuera de la ciudad con sus tíos, el hermano del padre del duque y su esposa, por las historias que nos habían contado, eran bastante unidos. Antonio tenía los ojos de mi prometido y Rose, su esposa, era la persona más cálida de ese palacio de piedra, no habían podido tener descendencia y por eso le daban todo el cariño del mundo a sus sobrinos como si fuesen sus hijos.

Monique era la mayor, tenía la misma sonrisa pícara que el duque. Con a penas doce años me bombardeaba de preguntas, su amor por su hermano era incondicional y quería asegurarse de que yo le convenía. Era dulce la mayoría de veces, pero la he encontrado en más de una ocasión observándome con aires de altanería, igual que su madre.

En el medio de las niñas se encontraba Paula, un año mayor que mi Lucy. Ella se parecía más al duque por sus ojos y el cabello dorado, pero lo que más resaltaba en la pequeña era que su corazón no había sido corrompido por los lujos con los que se había criado. Era la viva imagen de su tía Rose, cuando alguna de ellas me sonreía, sabía que era genuino y no querían arrojarme a los lobos como todos los demás en ese lugar.

Estaba dando vueltas por el gran salón con mi prometido cuando empecé a sentir naúseas y fuertes punzadas en la cabeza, pero no quería ausentarme porque William estaba a punto de dar un discurso. Él notó mi malestar y se retiró a la cocina para conseguirme un vaso de agua.

Entonces todo se puso borroso.

No sé cuanto tiempo estuve inconsciente pero cuando abrí los ojos, estaba sentada en el suelo. Me pareció extraño que nadie se haya percatado de cuando me desvanecí pero luego me acerqué a la gente que estaba rodeando la aterradora escena y lo entendí.

El enorme candelabro que yacía colgado sobre el escenario se había caído sobre el tío de William, otorgándole mil cortadas pequeñas por todo el cuerpo que no tardaron en hacer que se desangre. Pequeñas gotas de sangre resaltaban en las vestimentas de los nobles que habían estado más cerca.

— Ya es muy tarde. — se escuchó la voz rota de Rose, ella estaba de rodillas al lado del cuerpo de su esposo. Su devoción era tan pura que no le importó que algunos vidrios se le incrustaran solo por estar junto a él.

Quité todos los pensamientos intrusivos de culpa y busqué a mi prometido entre la multitud, cuando observé sus ojos llorosos, supe que me necesitaba.

— Alguien cortó la cuerda. — William cubrió su rostro con ambas manos cuando las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas. — No estaba planeado que mi tío diera unas palabras antes de mi discurso. Alguien quiere matarme y es mi culpa que Antonio esté muerto.

— No, ¿cómo puedes decir eso? — me exalté frente a todos los nobles.

— Debí morir yo.

Era el dolor quien estaba hablando, y el corazón se me iba a escapar del pecho porque algo me decía que la persona que yo amaba estaba detrás de todo esto. ¿Cómo Abigail se había infiltrado al palacio?

Mi única reacción ante sus amargas palabras fue abrazarlo con todas mis fuerzas, como si eso pudiese retroceder el tiempo, como si eso pudiese detener los atentados, como si eso pudiese devolverle a su querido familiar.

A pesar de que llegó un médico, no se pudo retirar a tiempo todos los cristales, ni curar sus heridas. Al menos afirmó que fue una muerte rápida por el impacto.

Pensé en la conversación que tuve con William noches anteriores, debí haberme ido. Ni siquiera debí haber venido.

Las niñas lloraban a gritos por la pérdida de su adorado tío. Mi madre en un intento de calmar el ataque de pánico que tuvo Lucy, la llevó de paseo a los inmensos jardines. Agradecí eso, porque por primera vez yo no podía haberlo hecho, ¿cómo se supone que la miraría a los ojos y le diría que todo está bien si yo sabía que todo esto era culpa mía?

William estaba consolando a su familia, supe que necesitaba espacio, por lo que escapé a mi alcoba.

Me sobresalté por la figura que me esperaba junto a la ventana.

— Vete. — Grité, Abigail estaba sonriendo.

Cerré la puerta con seguro porque en el fondo no quería que la llevaran presa, seguía teniéndole bastante cariño.

— No hagas tanto ruido. Te van a pillar.

— ¿Cómo pudiste? — Me abalancé a ella, no sabía lo que estaba haciendo, pero sus manos me detuvieron antes de que pudiese empujarla.

— ¿Yo? Yo no hice nada, ¿cómo puedes dudar de mí?

— Ni siquiera sé como entraste al palacio.

— Tengo mis secretos.

— ¿Qué tengo qué hacer para que los dejes en paz?

— Escapa conmigo.

— No, ¿realmente crees que voy a seguir amándote después de que asesinaras a dos personas? Estás mal de la cabeza.

— Pero yo no hice nada.

Me solté de su agarre, la furia se apoderó de mí.

— Vete. Ahora.

— Dirán que fuiste tú.

— ¿De qué rayos hablas?

Se acercó casi modelando hacia mi cama, levantó la almohada y mi corazón casi se detiene por un segundo.

— Si vas a decirles que fui yo, te van a inculpar a ti por tener el arma asesina.
— La daga sobre mis sábanas tenía un pedazo de cuerda, ella sabía jugar sus cartas. — Vamos, ¿cómo explicarás eso?

Golpes en la puerta me despertaron del trance, cuando volteé, la ventana estaba abierta y no había rastros de la pelinegra.

Comencé a llorar de pánico porque detrás de la puerta estaba mi prometido.

— Un momento. — mi voz sonaba temblorosa.

「 𝘪𝘳𝘳𝘦𝘢𝘭 」❲ 𝘸𝘭𝘸 ❳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora