«Las disculpas más profundas nunca son escuchadas por los oídos, se sienten a través del corazón. Así que pon tu mano en mi corazón y solo siéntelo, estoy llorando de arrepentimiento.»
CAPÍTULO 10
— Jil, ¿quién es?
Ambos jóvenes en la puerta escucharon al anciano gritar desde algún punto de la casa.
— ¿Puedo pasar?
Tenía que ser una broma, una maldita broma. Jileen quiso desaparecer.
— No.
— Chucky ...
— Voy a llamar a tu hermano.
¿Cómo se atrevía a venir a su casa? ¿Y las disculpas? Ella no era de roca, tenía sentimientos y él los había violentado de alguna forma. Jileen fue hacia la sala y no encontró a su amigo, se cuestionó dónde estaría hasta que escuchó algunas voces provenientes del comedor, cerca de la cocina.
— Hay que tener paciencia —escuchó a Gregorio decir.
Jileen carraspeó para llamar la atención de ambos hombres.
Falcon la miró atento.
— D-o —tragó saliva luego de carraspear nuevamente—. Dorian está en la puerta.
— ¿Dorian? ¿Quién es Dorian?
— Es mi hermano —Falcon se removió incómodo en su asiento.
— ¡Entonces hazlo pasar! Qué esperas, Jil.
Eso ya era el colmo, ¿por qué esos últimos días todos estaban contra ella? ¡La vida estaba en su contra!
— No creo que sea buena idea, abuelo.
— No seas terca, Jil. Tu amigo está comiendo y no vamos a dejar a su hermano en la calle. Anda y hazlo pasar.
El abuelo era demasiado, cómo decirlo, confiado. Él era el tipo de persona que siempre trataba de ver lo bueno en las demás, no era muy común en los abuelos ser tan permisivos con sus nietos, pero el de Jileen ... Ay, el de ella quería emparejarla con alguien solo por llevarle la contraria a Sofía.
Obediente, fue a rastras a la puerta de su casa.
— ¿Y Falcon?
— Pasa —hablaron los dos al mismo tiempo—. ¿Quieres pasar? Falcon se va a demorar y ... Sígueme —le dijo dejándolo atrás.
Dorian estaba incómodo, pero no lo demostró, siguió a Jileen por detrás y fueron caminando hacia el comedor, donde el abuelo y Falcon los esperaban.
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Quiero ser tuyo (1)
Teen Fiction«El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A nosotros, los enfermos, nos reconocen por nuestras ojeras. Profundas ojeras que delatan nuestras noches en vela, despabilados por unos brazos que nos ocasionan fiebres devastadoras y nos...