27. Visitas inesperadas

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«La noche tiene revelaciones que el día ignora. La noche tiene más afinidad con los misterios de los orígenes que el día.» - Ernesto Sábato


CAPÍTULO 27


Frente a la puerta, la pareja se tomaba de las manos, se miraban a los ojos preguntándose si la decisión que habían tomado era la correcta

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Frente a la puerta, la pareja se tomaba de las manos, se miraban a los ojos preguntándose si la decisión que habían tomado era la correcta.

El hombre, con un semblante desganado, asintió hacia su esposa mientras le daba un leve apretón a su mano. Ella lo besó en la mejilla susurrándole que todo iba a estar bien. Ambos suspiraron, habían sido unas semanas muy fuertes para la pareja, días de desvelo y noches sin poder conciliar el sueño uniéndose en algunas lágrimas de cansancio y pena.

Hicieron todo lo que estaba en sus manos, reunieron pruebas y miles de papeles a su favor, pero nada fue suficiente.

Ese mismo día habían perdido ante un juez.

Los habían demandado y todo el trabajo de años se había desecho por una simple y extraña palabra como lo era: Culpables.

El esposo se obligó a sonreír.

— Entremos.

Ella asintió.

Ambos entraron juntos a su hogar, un cálido hogar que los había visto crecer, reír y llorar.

— ¡Mami! —salió el pequeño en busca de su madre.

Con una sonrisa, ella lo cargó en brazos.

— Mi amor, ¿cómo has estado?

— ¡Bien mamá! He jugado en la piscina.

— Que bueno, cariño. ¿Ya cenaste? —Alex negó—. Ven, te voy a preparar una rica cena solo para ti —le susurró haciéndole cosquillitas.

— ¡Mamá, basta! —se quejó riendo.

— ¿Tu hermana dónde está?

— Arriba, está en su tiempo de chisme con Ana —el pequeño se sentó en una de las sillas de la cocina.

— ¡Leen! —Sofía llamó a su hija— ¡Leen!

Jileen, al escuchar los llamados de su madre, bajó corriendo por las escaleras.

Ángel se había sentado en el sillón, tenía una migraña de esas que se piensa y romperán la cabeza. Se apoyaba en su mano, pensativo y demasiado cansado. Su padre había ganado, lo vería a él y a sus hijos suplicar por una ayuda que era necesaria si no querían perder por completo el seno de la familia, la planta que daba frutos y la que era el sustento de la familia Gray. El padre de la casa escuchó a su hija bajar y se levantó de inmediato, con una sonrisa de esas que calman a cualquier persona, una sonrisa de aquellas que eran sinceras que solo servían para proteger de la frustración a la familia.

Quiero ser tuyo (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora