33. Maldito mensaje

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"Llorar no indica que eres débil. Desde el nacimiento, siempre ha sido una señal de que estás vivo."-Charlotte Brontë-

CAPÍTULO 33


Dentro de la casa de la familia Gray, los dos hermanos mayores se retaban con la mirada

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Dentro de la casa de la familia Gray, los dos hermanos mayores se retaban con la mirada. La expresión de Jileen denotaba decepción al tiempo que Mason poseía un rostro cansado y enrojecido. Se les habían escapado las cosas de las manos, lo que debía ser la primera noche tranquila sin sus padres fue un total desastre.

Leen se cuestionaba si habría existido otra línea de sucesos, si todo lo que sucedió pudo haberse evitado con unas simples palabras o por la ignorancia de aquellos que vivían en esa casa. ¿Tan mal estaban para llegar a los golpes? ¿Tan desesperado y furioso se encontraba Mason para desquitar su enojo con Dorian? Si bien, algunos aseguraban que sacar la ira era una catarsis que podría ayudar, muchos otros descubrieron todo lo contrario, justo este método provocaba más agresividad. Descargar la cólera sobre objetos, personas, golpeando una almohada, por ejemplo, acrecienta este sentimiento en lugar de reducirlo; era como un boxeador en plena euforia, en sus calentamientos y entrañamientos golpea un saco de box con rudeza, con fuerza, sin embargo, en el cuadrilátero la agresividad y la fuerza con la que golpea es mucho más fuerte que lo que el saco recibía.

En definitiva, el autocontrol, el control de los sentimientos no era tan fácil como se pintaba.

— No —negó Jileen con la cabeza mientras observaba a su hermano—. No digas nada.

— Jileen ... —habló Mason mientras trataba de secar su rostro con el rabillo de su camiseta.

— ¿Qué es lo que pretendes, Mason?

— ¡Nada! —espetó él levantando sus manos cerca de su pecho—. ¡Solo quiero cuidarte!

— ¡Pero yo no quiero que lo hagas! ¡No trates de cuidarme cuando nunca, ni una vez en tu vida, lo has hecho! Y ahora ... No, Mason, sigamos como antes, ¿quieres? —Jileen suspiró, dio un rápido vistazo a su casa y negó con su cabeza con decepción.

La chica Hodges sobó su rostro con ambas manos y miró al techo de la casa.

— ¿Qué carajo dices? —Mason preguntó confundido deteniendo su accionar.

— Déjalo así —señaló.

Decidió, al fin, subir las escaleras hacia una de las habitaciones mientras escuchaba los llamados de su hermano. "Jileen, ven aquí", le decía siguiéndola. Ella se quedaba en silencio, siguiendo su camino hacia la segunda planta de la casa, en efecto, volteó su rostro sobre su hombro, hacia abajo, y se encontró con Mason subiendo velozmente las escaleras. Jileen se escandalizó y entró, en unos pasos, a la habitación del menor de los hermanos.

Quiero ser tuyo (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora