Capítulo 9

451 57 6
                                    


Me hubiera gustado ser una mujer fuerte que puede con todo pero por desgracia salí una chica sensible y con poca estabilidad emocional.

Sin poder evitarlo rompí a llorar.

—Por favor, ma belle.— susurró Christopher mientras envolvía mi cuerpo con sus brazos—. No llores... Si lo haces yo también terminaré haciéndolo y en este momento necesitamos ser más fuertes que nunca.

—Si algo le pasa a Índigo no me lo voy a perdonar en la vida.— confesé entre lágrimas.

—Hey, ella estará bien... Nuestra hija estará de vuelta muy pronto y perfectamente.— susurró pasando sus pulgares por mis mejillas para limpiarle las lágrimas.

–¿Lo prometes?— cuestioné en voz baja.

—Lo prometo.— dijo entes de besar mi frente.

Asiento ligeramente mientras me seco las lágrimas con la manga de mi suéter, Joel estaba muy concentrado con mi teléfono y Christopher lo miraba frunciendo el ceño.

—Te dije que no lo hicieras.

—¿Y desde cuando hago lo que tú dices?— preguntó él alzando una ceja.

—No seas hijo de puta.— murmuró rodeando los ojos con molestia.

—Richard nos ayudará y punto, no quiero objeciones.— lo miró desafiante durante unos segundos—. Yo confío en él, puede formar parte del cuerpo de policías pero también es mi amigo con el que salgo de fiesta los sábados... Así que, por favor, dejemos esto en sus manos que nos servirá de ayuda.

Christopher permaneció callado, no le daría la razón por el simple hecho de que él no estaba de acuerdo pero tampoco refutaría porque confiaba en Joel, era bueno haciendo su trabajo y si él decía que necesitaban de Richard sería por algo.

El recién nombrado se contactó con el mexicano poco después para decirle que sería mejor reunirse para así hacer mejor el trabajo.

—No lo quiero en mi casa.— espetó Christopher mirando desafiante a Joel.

—Nuestra casa.— corregí poniendo los ojos en blanco.

—Entonces, Jewel, ¿podría venir Richard Camacho a casa para que así trabajemos todos juntos?— preguntó Joel metiendo las manos en los bolsillos, me limité a asentir con la cabeza mientras Christopher me miraba mal.

—¿Y mi opinión donde queda?— cuestionó frustrado.

—Christopher, ya basta.— me quejé—.  Lo importante ahora es encontrar a Índigo...

No me pasa por alto la mirada cargada de enojo que me lanza, en el fondo sabe que tengo razón por lo que no dice nada en mi contra. Lo suyo es más cuestión de orgullo que de otra cosa, ni en extremas situaciones baja la cabeza, siempre en alto y con más orgullo a cada paso que daba.

¿Este era el Christopher del que me había enamorado?

¿Verdaderamente era él...?

Algo en mi mente me dice que no, que los años nos han cambiado a ambos, tal vez no éramos almas gemelas como tantas veces habíamos jurado.

Joel y Christopher estaban sentados con un portátil delante, hablando sobre algo que miraban en este.

Yo, por mi parte, miro el anillo de matrimonio que tengo en mi dedo índice y dejo escapar un suspiro al tiempo que decido quitármelo.

Trago saliva con dureza cuando al alzar la mirada me doy cuenta que los ojos de Christopher estaban clavados en mi, mirándome con desilusión y decepción.

—Richard ha llegado.— informó Joel cuando la pantalla de su teléfono se iluminó debido a un mensaje que él le había enviado—. Iré a abrirle, no os matéis mientras tanto.

Niego con la cabeza al tiempo que me levanto y voy directa al dormitorio de Índigo, mi hija tenía una tendencia a no querer ordenar nunca su habitación... Y, sin embargo, hoy estaba ordenada. La cama estaba hecha, no había ropa en el suelo ni en la silla que estaba detrás del escritorio, los libros estaban perfectamente puestos en la pequeña estantería que allí había...

Intento no darle demasiadas vueltas, ya casi se haría de día otra vez, las ojeras estaban empezando a marcarse debajo de mis ojos y aún así no tenía ganas de dormir.

—Jewel.— la voz de Joel hace que me sobresalte—. Perdón, no quería asustarte.

Una débil sonrisa aparece en sus labios mientras camina hacia mi, sus manos se posan en mis hombros al tiempo que me mira a los ojos.

—Sé que es duro, no tengo hijos pero entiendo la sensación de perder a alguien... — susurró—. Vamos a encontrarla, lo prometo.

—Joel...— empiezo diciendo, pero la voz de Christopher me interrumpe cuando se apoya en el marco de la puerta.

—¿Qué se supone que estáis haciendo?— cuestiona alzando una ceja—. Pimentel, agradecería que tus manos no estuvieran en el cuerpo de mi esposa.

Claro, ahora si era su esposa.

—Tu esposa está mal, tú no tienes la jodida decencia de darle el apoyo que se merece en estos momentos.— dijo negando con la cabeza—. Christopher, vuestra hija sigue en manos de Alex Clarck...

—¡Yo también estoy mal!— bramó—. Un gilipollas drogadicto y, probablemente, asesino de su propio padre tiene secuestrada a mi hija... Y la mujer que amo quiere divorciarse de mi, ¿crees que yo estoy bien?

Recuerdos de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora