Habían pasado al menos cuatro horas desde que encontramos a Índigo, no había podido sentarme en ningún momento y en su lugar me dedicaba a caminar por el pasillo soltando suspiros que indicaban mi situación sentimental.—Ella estará bien.— dijo Richard por quinta vez para tratar de calmarme.
¿Pero como diablos iba a calmarme?
Mi hija estaba crítica, había recibido balas por parte del hijo de mi ex marido, me culpaba por todo lo que había sucedido.
—¿Y si no?— pregunté por primera vez desde que habíamos llegado al hospital—. No voy a poder perdonármelo en la vida si algo le ocurre a mi hija.
—Tú no has tenido la culpa de nada, ten eso muy en cuenta.— murmuró él por lo bajo.
Podría decírmelo cintos de veces que no lo creería ni lo más mínimo, estaba empezando a agobiarme y los nervios nunca funcionaban bien en mi cuerpo.
Los brazos de alguien rodearon mi cuerpo, no necesité darme la vuelta para saber de quien se trataba. Conocía a la perfección los brazos de mi marido y el agarre de estos en mi cuerpo.
—Es mejor que te sientes, ma belle.— susurró llevándome consigo hasta los asientos de la sala de espera, se sentó para después obligarme a hacer lo mismo a su lado—. No tienes que retener tus emociones...
—No quiero llorar, no quiero sentirme débil en un momento donde tengo que ser fuerte.— declaré aferrándome a su cuerpo.
—Llorar no te hace débil, tus emociones siempre te harán más fuerte.— me hizo saber mientras acariciaba mi cabello—. Jewel, está bien si lloras, yo también lo he hecho... Se trata de nuestra hija, nuestro fruto de que el amor en París es real.
Sin poder evitarlo sollocé, es como si estuviera esperando a que él me lo dijera para romperme en sus brazos. Me consoló de la mejor forma, como solo él sabía hacer.
Pasaron al menos otras dos horas más hasta que un enfermero se acercó a nosotros con una cara que no me daba buenas sensaciones.
—¿Familiares de Índigo Vélez?— cuestionó fijándose en nosotros, cuando asentimos con la cabeza prosiguió hablando—. Su hija ha perdido mucha sangre, fueron momentos complicados...
—¿Ella...?— se me cortó la voz de solo imaginarme lo peor.
—Está estable...— el aire regresó a mis pulmones de solo oírlo decir esas palabras—. Ahora está dormida, le hemos dado tranquilizantes para el dolor. Pueden pasar a verla pero les aconsejo que no le hagan hablar del tema, es mejor que un psicólogo se encargue de esto y más teniendo en cuenta la situación traumática que ha tenido que vivir.
—Se lo agradecemos.— murmuró Christopher en su dirección, al menos uno de los dos podía hablar.
El enfermero nos da una sutil sonrisa antes de retirarse, veo a Joel acercarse con dos vasos de café pero honestamente no me apetecía tomar nada en estos instantes. Aunque como también me sabía mal rechazarlo terminé teniendo el vaso en la mano pero sin llevarlo a mis labios ni una sola vez.
—¿Podemos entrar?— cuestioné a Chris sin apartar mi mirada de la puerta.
—Hay que dejarla descansar.— murmuró fijando sus ojos en mi—. Y tú también deberías de hacerlo, ella está bien, ya no hay peligro del que preocuparse.
—¿Qué ha sido de él? ¿Sabes algo de la investigación policial?
—Mon amour, soy avocat no policier.— si la situación hubiera sido otra ese tono de voz con el acento francés me hubiera erotizado más, pero teniendo en cuenta que estábamos en un hospital y hablando de algo serio...
—Ne m'emmerde pas.— me contuve de poner los ojos en blanco, le tendí el vaso de café y cuando lo tuvo en sus manos abrí la puerta de la habitación para entrar.
Se me cortó la respiración al ver a mi hija tan vulnerable, sabía que se recuperaría de esto y que como mucho solo quedarían cicatrices en cuanto a lo físico. ¿Pero psicológicamente? No quería que viviera desde la adolescencia con traumas que pudiesen dificultarle.
Las lágrimas amenazaron con salir de mis ojos cuando tomé su mano con la mía, estaba pálida y se sentía fría.
—Índigo, menudo susto me has dado.— susurré con el corazón encogido en el pecho, era más que consciente de que Christopher se encontraba a tan solo metros detrás de mí y que le estaba siendo muy difícil contener las lágrimas—. Por un momento pensé que te perdía...
Podíamos estar a punto de divorciarnos, si, pero aún así no me dejaba sola en ningún momento ni mucho menos en uno tan importante.
Lloré, porque llorar se estaba convirtiendo en mi pasatiempo favorito, no sé en qué momento acerqué el pequeño sofá hasta la camilla para estar más cerca de ella y sostener su mano con la mía. Sentí como alguien cubría mi cuerpo cuando cerré los ojos y dejé descansar mi cabeza.
—Ya no.— dijo su voz antes de que sus labios presionaran mi sien y yo cayera dormida, dejándome llevar por el cansancio.
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Recuerdos de París
Fanfiction¿Es tan fácil, como dicen, la vida amorosa de dos personas en la ciudad del amor? París. Allí donde todas las emociones se multiplicaban, donde el amor se vivía muy intenso y el desamor muy vulnerable. Donde nacen las ilusiones pero también donde...