Capítulo 17

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Cuando llega la noche y nos encontramos completamente a solas podemos hablar del tema con tranquilidad. Aunque Christopher había estado insistiendo durante todo el día para hacerlo.

—¿Lo del divorcio sigue en pie?— preguntó mirándome a los ojos, tuve que dar media vuelta y dejar mi costado izquierdo apoyado en el colchón parar mirarlo.

—No lo sé.— respondí con sinceridad—. Han pasado tantas cosas...

—Dijiste que nosotros ya no.— musitó, repitiendo esas palabras que yo había dicho hacía no demasiado. Esas palabras que me habían quemado la lengua nada más pronunciarlas.

—Todos los matrimonios tienen altibajos, ¿no?— inquirí sonriendo de forma débil.

—Si.— admitió pasando sus nudillos por mi mejilla, regalándome una suave caricia—. Pero nuestro matrimonio nunca ha sido como los demás, seguro que en eso estás de acuerdo.

Apreté los labios para no soltar una de esas risas ridículas que se escapan cuando no deben.

—Tienes razón, como de costumbre.— rodeé los ojos—. Lo normal está sobrevalorado.

Sus ojos se achinaron cuando sonrió de esa forma tan dulce que le quitaba al menos diez años de encima.

—Entonces... ¿Todo está bien entre nosotros?— quiso saber mientras acercaba su cuerpo al mío.

No lo pensé, tragué saliva y asentí de forma directa, mirándolo a los ojos y tal vez engañándome a mi misma.

Los peores recuerdos venían a la mente después de una pregunta a la que no tenías (o no querías tener) respuesta.

—Quiero palabras, ma belle.— su acento francés me hizo estremecer de la mejor forma, como siempre solía hacer, mi piel se erizaba ante el escalofrío que nació en mi espalda y recorrió todo mi cuerpo.

—Está todo bien, Christopher.— balbuceé, sabiendo a ciencia cierta cual era su siguiente paso.

Sus labios capturaron los míos, recordándome la magia de nuestros besos. Suaves, empalmándose con el toque de los míos, ágiles y jodidamente increíbles.

Los besos de mi marido iban siempre entre brillitos.

Gimoteé cuando lo sentí posicionarse encima de mi cuerpo, sabía como sostener su cuerpo para no aplastar el mío en el proceso. Pero cuando sentí sus manos colarse bajo la tela de mi pijama mi cuerpo se tensó, ni yo misma me esperaba esa reacción. Era como si me estuviera traicionando a mí misma.

Y, por supuestísimo, Christopher también lo notó. Sus ojos buscaron los míos, en los suyos chispeaba la confusión y la inseguridad.

—Jewel.— mi nombre salió de sus labios en un susurro tembloroso.

—¿Si..?

—¿Me has dicho toda la verdad?— interrogó ladeando la cabeza, atento a todos mis gestos, acciones, movimientos.

—No.— confesé, pues de nada me serviría mentirle. Todo lo contrario, sería mucho peor.

—Él... ¡Maldita sea! ¿Ese hijo de puta te tocó?— soltó la pregunta que tanto esperaba, yo no respondí ni con un si ni con un no, fue suficiente para que él lo comprendiera—. Jodida puta mierda.

Ni siquiera sabía si esa maldición tenía sentido alguno pero había salido de sus labios como si nada.

Se sentó en su lado de la cama y me envolvió con sus brazos, era más que obvio que estaba enojado y que el cabreo no se le pasaría pronto.

—Te juro que voy a destruirlo, Jewel.— siseó entre dientes—. Él... Joder... ¡Se atrevió a poner sus asquerosas manos en tu cuerpo y yo no pude hacer nada para evitarlo!

—Chris... No intentes ahora culparte.— dije en un tono de voz bajo—. Lo que ha pasado no ha sido tu culpa, ni tampoco la mía.

—Si tan solo las cosas entre nosotros estuvieran bien... Tú no habrías salido a la calle y por lo tanto nada habría sucedido.— concluyó negando con la cabeza—. No quiero ni imaginarme por todo lo que has tenido que pasar...

—Yo tampoco quiero imaginármelo...

La imaginación a veces es más real que la propia realidad.

Y eso a veces duele.

Quema, arde por dentro.

—Te amo...— susurró acariciando mi cabello con sus dedos—. Je t'aime.

—Je t'aime oussi.— susurré, sin querer aceptar la realidad.

Nuestra realidad.

En la que no todo estaba bien, en la que estaba más rota de lo que quería admitir, en donde no todo encajaba.

Lo bueno y lo malo todo junto, haciendo una rara combinación que me hacía arder el pecho.

Christopher me amaba, no había dudas en eso. Yo lo amaba a él, tampoco dudaba de ello. Pero... ¿Nosotros estábamos hechos el uno para el otro?

¿Nuestro por y para siempre verdaderamente sería así? ¿Por y para siempre?

Había buscado toda mi vida la felicidad, la felicidad estando sola, estando con alguien más. La felicidad.

Él había sido mi felicidad durante muchos años, ¿seguía siendo así?

Me hacía sentir bien. Por momentos.

No me causaba inseguridades. La mayor parte del tiempo.

Me amaba. Siempre.

Lo amaba. Siempre.

¿Podríamos con esto? Tan solo quizás.

Recuerdos de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora