El pánico se apodera de mi cuerpo, miro a Índigo aterrada antes de señalar con mi dedo índice las escaleras.—Sube ahora mismo, Índigo. — ordené, esperando que entendiera la orden a la primera y no tuviera que repetírsela.
—Oh, Jewel... Ni siquiera sabía que tenías una hija, lo mínimo que puedes hacer es presentármela.
La falsa sonrisa que tiene en los labios me produce escalofríos.
—Ni en tus sueños.— escupí antes de intentar cerrar la puerta, él fue rápido en impedírmelo.
—Mala idea, Jewel. — murmuró alzando una ceja—. ¿Dónde está tu queridísimo Christopher ahora?
—Trabajando.
—¿A estas horas? — pregunta burlón—. Pues parece ser un chico muy trabajador.
Tengo ganas de pegarle, demasiadas.
Los años han pasado pero él sigue siendo el mismo gilipollas del pasado, ni siquiera pudo recapacitar.
—Ahora te diré mi opinión. — una de sus manos acaricia mi mejilla, yo soy rápida en esquivar el toque. Él ríe ante mi acción y aprovecha para tomar mi rostro con algo de fuerza—. Es muy probable que él se esté follando a otra, así como lo hacía yo cuando nosotros salíamos. Nunca serás suficiente para un hombre.
—Vete a la mierda. — espeto—. Gracias a Dios, Christopher no se parece ni siquiera un poquito a ti.
—Eso está por verse, ¿qué harás cuando te lo encuentres con otra mujer? — preguntó soltando una risa—. Oh, ya sé. Escaparás a otro país.
—Cállate, maldita sea... Cállate. — pido, las lágrimas amenazan con salir de mis ojos y no quiero darle el lujo de hacerme llorar.
Yo no merezco eso.
—Muñeca, me estoy aburriendo. — susurró—. Contigo siempre es lo mismo, un rato divertido y después te aburres, por eso se necesita de alguien más.— lo veo sonreír descaradamente—. Me voy. Dale saludos a Christopher de mi parte.
Sus labios tocan los míos, y aunque quiera apartarme me lo impide la mano que tiene sujetando mi rostro.
Espeluznante.
Me regala una mirada burlona antes de echarse a caminar, soy rápida en pasarme la manga del jersey por mis labios para tratar de borrar su rastro.
Asco. Asco. Asco.
Cierro la puerta, asegurándome de ponerle seguro, y corro escaleras arriba. Índigo se encuentra recostada en el sofá mientras come algún tipo de chocolate que seguramente se encontró por la casa.
—¿No me vas a decir quién era él?
—Uhm, es un tanto complicado.— digo arrugado mi nariz—. Se llama Rusell, es mi ex marido.
—Espera, espera... ¿Estuviste casada con otro hombre antes de estarlo con papá? — pregunta indignada.
—Si... — murmuro soltando un suspiro y dejándome caer en el otro sofá—. Me enteré que me era infiel el día de nuestra propia boda.
—Eso es una mierda.
—¡Índigo, no digas malas palabras! — le reclamo. A pesar de que yo soy la primera en usar ese tipo de expresiones.
—Perdón, pero es la verdad... — dice encogiéndose de hombros—. ¿Y que hacía aquí?
—No tengo ni la menor idea. — confesé—. Solo sé que debemos de tener cuidado.
—¿Por qué tendríamos que tener cuidado?
—Porque el tenía que estar en la cárcel. — admito, la cara de mi hija es un poema en estos momentos—. Pero por favor, tú tranquila. Hablaré de esto con tu padre, no tienes de que preocuparte.
—Mamá, no quiero que te pase nada.— dice levantándose del sofá para acercarse a mí y abrazarme—. Papá no dejará que eso ocurra.
—No va a pasar nada, mi vida. — le digo, tratando de convencerla a ella y también a mí.
Pasadas unas horas, tras cenar nosotras dos solas como de costumbre, Índigo anuncia que se irá a dormir y se despide dándome un beso en la mejilla.
Me centro en recoger la mesa y lavar las cosas que hemos utilizado, la puerta de la entrada se abre haciéndome saber que Christopher acababa de llegar a casa.
—Buenas noches, mon amour. — dice al entrar en la cocina, se le nota cansado al igual que todos los días.
—Chris, necesito hablar contigo un momento. — digo secando mis manos en una de las toallas de la cocina.
—¿Es muy importante? — cuestiona mientras empieza a desabotonar su camisa—. Me gustaría darme una ducha antes de irme a dormir.
—No te robaré demasiado tiempo... — digo haciendo un puchero con mis labios.
Él pasa su dedo pulgar por este mientras una sonrisa amenaza con dibujarse en sus labios.
—Tampoco me tardaré demasiado en la ducha, después me dices. — deposita un pequeño beso en mi frente antes de abandonar la cocina.
Ni siquiera un beso en los labios.
Dejo escapar un suspiro, tal vez porque Christopher ya no tiene ganas de besarme o porque tampoco tiene ganas de escucharme.
Tal vez lo que dijo Rusell era cierto, él se había cansado de mí y solo seguía conmigo por Índigo.
Aunque me hacía dudar, al fin y al cabo siempre había defendido el divorcio así que si verdaderamente quisiera separarse me lo hubiera dicho... ¿No?
Si Christopher se estaba viendo con alguien más empezarían a cuadrar demasiadas cosas pero no quería hacerme tontas ideas en la mente. No veía a Chris capaz de hacer algo así.
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Recuerdos de París
Fanfic¿Es tan fácil, como dicen, la vida amorosa de dos personas en la ciudad del amor? París. Allí donde todas las emociones se multiplicaban, donde el amor se vivía muy intenso y el desamor muy vulnerable. Donde nacen las ilusiones pero también donde...