Capítulo 14

337 42 0
                                    


La noche era fría y mi piel de gallina lo confirmaba. París nunca había tenido un clima tan gélido como este año, parecía que se ajustaba con toda la situación que andaba a vivir con mi familia.

Dicen que el tiempo reconstruye los recuerdos para hacerlos mejores, probablemente sea cierto... Creo recordar que llegué a un nuevo país, tras huir del mío, con ganas de empezar una nueva vida y dejar atrás todo lo malo. Tal vez no fuera así, hay la posibilidad de que llegara con lágrimas en los ojos y con el temor de que nada de nada ocurriese. Esa era la magia, que los recuerdos no siempre estaban en la mente con exactitud.

Camino sin prisas por la acera, con las farolas iluminando el camino a las tantas de la madrugada. No pasaba ningún coche por la carretera. Normal. Solo a mi se me ocurría salir a tales horas.

La mente es traicionera y nunca sabes cuando te atacará.

Yo, que tengo la habilidad de ponerme sensible en la oscuridad, admito que la realidad es una mierda y que cuando esta se adueña de tu mente lo es todavía más.

—Ya casi pareces una parisina más.— anunció la voz de un tan conocido mío, con oírlo fue suficiente para que me pusiera alerta.

Él.

La base de mis problemas... O al menos de alguno de ellos, tampoco quería atribuírselos todos porque la situación con Christopher no había sido su culpa sino nuestra.

—¿Qué pasa, Jewel?— su risa me heló la sangre y me hizo detener mis pasos para buscarlo con la mirada—. Yo te dije que el amor no es para siempre, que las personas se aburren de la monotonía y que ese hombre, más temprano que tarde, se aburriría de ti.

—No tienes ni puta idea así que te recomiendo que te calles.

—¿Me recomiendas? Tú eres inofensiva, no tengo que preocuparme por ti.

—¿Eso es lo que crees?— pregunté negando con la cabeza—. No me habría importado si me hicieras algo a mi... ¡Pero te atreviste con mi hija! No hay ser más repugnante que el que hace eso.

—Oh no, yo a tu hija no le hice una mierda... El causante de eso fue Alex.— aclaró chasqueando su lengua—. Yo tenía planes muy creativos para vuestra familia pero él al enterarse sacó a esa movida de en medio... Disque por amor, como si tuviera idea de lo que esa palabra significa.

—Tú no eres el más indicado para hablar tampoco.— espeté con rabia—. Preferiste el placer antes que el amor.

—Y lo preferiré hasta que viva, el placer siempre será mejor que el amor.— dijo.

Lo escuché cerca, demasiado cerca.

—Por eso mismo, como ya no puedo puedo obtener amor de tu parte... Obtendré el placer.— su aliento chocó contra mi nuca y, antes de que pudiera voltearme para enfrentarme a él, algo duro golpeó también en esa zona haciéndome perder el equilibrio por unos segundos.

Forcejeé todo lo que pude pero mi cuerpo se desvaneció por completo cuando un trapo con olor agradable y para nada irritante se presionó en mi nariz. No necesité pensar demasiado para darme cuenta de que se trataba de cloroformo y de que lo que vendría a continuación sería malo, muy malo.

Oscuridad.

Incapacidad para moverme.

Algo que me impedía también gritar.

Olor desagradable.

Probablemente varias heridas que estaban escociendo en mi piel.

—Vaya, vaya... Parece que alguien se encuentra despierta.— su irritable voz llegó a mis oídos haciéndome estremecer—. Una promesa es una promesa, Jewel, te contaré absolutamente todo y tú me darás algo a cambio.

No.

Aléjate de mi.

Quiero llorar. Quiero gritar.

Sentí sus dedos acariciando una de mis mejillas para después deslizarse por mi cuello, de rió cuando sintió que quería moverme.

—Primero lo primero, tienes razón.— aclaró su garganta—. Llevo tiempo observándote a ti y a tu vida perfecta, veía como tu perfecto marido te hacía el amor cada maldita noche y después en la mañana siguiente te preparaba el desayuno y te recibía con una patética sonrisa. Vuestra hija no podía estar más feliz, sus papis le cumplían todos los caprichos y en el instituto todo iba de maravilla. Entonces llegué yo para causar problemas.— lo escucho reírse, como si lo que contara fuera algo gracioso—. Empecé con pequeños juegos para entretener a tu marido, él bajo ningún concepto dejó que te enteraras pues no quería meterte en problemas ni preocuparte, que romántico ¿no?— chasqueó su lengua—. Pero yo no quería eso, yo quería que tú también te enteraras... Así que fui a visitarte, supongo que el resto de la historia ya es más o menos conocida para ti.

Sacudí mi cabeza, faltaban detalles, faltaba información.

—Mi hijo se enamoró de la estúpida de vuestra hija, ¿cómo no hacerlo? Si con tan solo dieciséis añitos ya es una preciosura... En fin, eso dificultó mis planes y tuve que sacarlo también de en medio.— suspiró con cansancio—. Que mierda eso de tener hijos para que después conspiren en tu contra, ¿no crees?

No sé cómo esperas que responda, hijo de puta.

Siento como vuelve a tocarme, esta vez para destapar mis ojos. Me cuesta al menos unos segundos acostumbrarme a la poca luz que allí había.

—Soy un hombre orgulloso, Jewel, tú siempre fuiste mía... Siempre.— sonrió—. Y hoy quiero recordártelo. No importa que otro hombre te haya tocado y besado durante años, voy a enseñarle a ese cabrón que tú nunca dejaste de ser mía.

El miedo vuelve a invadir mi cuerpo.

Recuerdos de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora