Ninguno de los dos volvió a tocar el tema por días, las cosas parecían haber vuelto a la normalidad. Sin amenazas de por medio todo estaba mucho mejor.Christopher había vuelto al trabajo y sus rutinas de llegar tarde a casa habían comenzado otra vez.
Ahora no tenía la excusa de que estaba trabajando en eso de que Rusell se había escapado de la cárcel, al fin y al cabo él ya estaba muerto y todo lo que mencionaba también.
—Mamá, he quedado de salir con Álex.— informó Índigo, volteé para verla y ya se encontraba con una pequeña mochila cargada del hombro.
—¿Ya te vas?— cuestioné alzando una ceja.
—Si, solo pasearemos... Estaré en casa antes de las nueve.— dijo antes de besar mi mejilla.
—Anda con cuidado, Vélez.— advertí—. Cualquier cosa me llamas, ¿si?
—Si, mamá.— respondió poniendo los ojos en blanco con fingida molestia.
No conocía a ese tal Álex pero mi hija hablaba de él con palabras halagadoras. No la culpaba, era su primer amor.
Yo también definía a mis ligues de adolescencia como perfectos, con el paso de los años me di cuenta que estaba muy equivocada. Nunca conocí a un hombre perfecto hasta que llegué a París.
O al menos perfecto a mi parecer.
Christopher Vélez.
El chico de sonrisa encantadora, con el ego por los cielos, presumido como sí solo, acento francés capaz de enloquecer los sentidos de cualquiera, alguien que parecía desinteresado por todo pero que en el fondo era más atento que nadie.
Y es que así era él, suficiente para hacerme caer a sus pies con esas típicas frases coquetas que soltaba sin venir a cuento.
Supo entenderme, acompañarme y amarme en todo momento de esa forma tan única...
Creí vivir esa realidad de ensueño que él me había prometido durante muchos años pero ahora las cosas empezaban a cambiar, los matrimonios siempre tenían altibajos pero lo nuestro ya se estaba volviendo distanciamiento.
Y yo no estaba dispuesta a estar con un hombre que prefería mantenerse lejos de mí por el simple hecho de que sus sentimientos hubieran cambiado y que lo único que nos unía fuera nuestra hija.
No estaba dispuesta.
Índigo ya era lo suficientemente mayor como para saber que el amor se acaba y que las relaciones no duran para siempre...
Solté un largo suspiro y me obligué a borrar esos pensamientos de mi cabeza, encontraría la forma de hablar con Christopher de esto. Tal vez era cuestión de mencionar el tema para que él me soltara que ya no deseaba estar conmigo. Aunque los abogados sabían que palabras emplear las palabras de la mejor forma posible, habían estudiado para eso...
Las nueve de la noche llegaron e Índigo todavía no llegaba a casa. Le envié un par de mensajes e incluso la llamé, no respondió en ninguna ocasión.
La desesperación empezó a invadir mi cuerpo, no quería pensar en algo malo pero todo indicaba a que no era bueno. Seguí insistiendo con las llamadas y en todas obtuve el mismo resultado.
Caminé por la casa con los nervios invadiendo mi sistema, el reloj no se detenía y los minutos pasaban con estrena rapidez. Cuando dieron las once menos cuarto me rompí a llorar, Índigo no volvería esa noche. No era ese tipo de chicas que se saltaban las normas, si decía que a las nueve estaba en casa significaba que a las ocho y media ya se encontraba aquí.
La puerta de la entrada se abrió y corrí en esa dirección, todo mi mundo se vino abajo al ver a Christopher entrar recién llegado del trabajo.
Volví a romperme a llorar dejándolo totalmente confuso, dejó sus cosas en el suelo sin importarle que pudieran ensuciarse o dañarse y se acercó para abrazarme y darme consuelo.
—¿Qué está pasando, ma belle?— cuestionó acariciando mi espalda—. ¿Por qué lloras?
—Chris... Es Índigo.— solté entre sollozos.
La simple mención es suficiente para ponerlo alerta.
—¿Qué le ha pasado a nuestra hija?
—Salió hace horas... Prometió estar en casa a las nueve, son las once y pico y todavía no ha vuelto.
—¿Probaste a llamarla?— preguntó poniendo sus manos en mis hombros y obligándome a mirarlo, mi vista estaba empañada gracias a la cantidad de lágrimas que me cubrían los ojos.
—¡Joder,si! Es lo que llevo haciendo desde entonces, no contesta a ninguna de mis llamadas ni se molesta en leer los mensajes... Estoy preocupada.
—Puede tratarse de una escapada de adolescente, todos hemos hecho eso en la adolescencia... Salir con nuestros amigos y no volver hasta el día siguiente.— dice tratando de tranquilizarme.
Pero tanto él como yo sabíamos que esto se trataba de algo más que eso.
Ninguno de los dos dormiría esa noche, pues la realidad de ensueño había terminado tratándose de una realidad de película de misterio con un final para nada feliz.
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Recuerdos de París
Fiksi Penggemar¿Es tan fácil, como dicen, la vida amorosa de dos personas en la ciudad del amor? París. Allí donde todas las emociones se multiplicaban, donde el amor se vivía muy intenso y el desamor muy vulnerable. Donde nacen las ilusiones pero también donde...