Capítulo 8

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La única alterada en casa parecía ser yo, Christopher estaba actuando de una forma muy madura. Se encargaba de mantener la calma y de intentar calmarme a mi también.

Me dejo caer en el sofá mientas miro en dirección a la puerta como si en algún momento Índigo fuera a entrar por allí y romper la tensión que estábamos viviendo.

Christopher empezó a revisar documentos del trabajo para mantener la mente ocupada.

—Alex Clarck.— dijo en voz alta haciendo que todo mi cuerpo se tensara.

—¿Qué?

—Rusell tenía un hijo de dieciocho años.— dijo levantando la mirada de los papeles que estaban esparcidos por la mesa.

Dieciocho años... Índigo tenía quince.

—Eso es casi imposible.

—Yo pensé lo mismo pero las pruebas de ADN lo confirman.— murmuró haciéndome un gesto para que me acercara, allí había varías fotos de un jovencito bastante parecido a Rusell—. No sé cómo ni cuándo pasó pero ahí está...

Se le veía un chico muy salado, al igual que al padre. Peino mi cabello con mis manos mientras pienso una vez más en mi hija... Índigo también había salido con chico que se llamaba Alex, ¿no?

—Te has puesto pálida, ma belle.— dijo Christopher llevando una de sus manos a mi mejilla—. ¿Te encuentras bien?

Niego rápidamente con la cabeza antes de empezar a abanicarme el rostro con las manos, estaba sudando en frío debido a esta situación.

No quería pensar cosas que no eran pero... ¿Y si si? ¿Y si era el mismo Alex...?

—Jewel, mírame.— pidió mi esposo tomando mi rostro con sus manos y haciendo que mis ojos y los suyos conectaran—. Vas a calmarte y decirme que está pasando por tu cabeza en estos momentos, ¿vale?

—No puedo calmarme.— admití—. No cuando Índigo salió con un chico que se llama Alex y hay posibilidades de que sea el mismo...

—Todo estaría conectado.— dijo en voz baja—. Rusell muerto y su hijo continuando con el plan que este tenía.

—No estás siendo de mucha ayuda...

—Jodida mierda.— maldijo sacudiendo su cabeza—. Deberías de descansar, te vendría genial.

—Ya basta con eso de echarme a un lado siempre... Esto se trata de nuestra hija así que déjame estar.

—¿Echarte a un lado siempre?— cuestionó frunciendo el ceño—. Yo solo quiero lo mejor para ti, alejarte del peligro es siempre una buena opción.

—Compartimos opiniones diferentes.— me quejo.

Se queda mirándome por varios minutos pero finalmente decide alejarse, saca su teléfono del bolsillo y teclea durante unos instantes. Pasados unos minutos recibe respuesta así que guarda el teléfono nuevamente y se pasa las manos por el cabello.

—Joel Pimentel está de camino.— me informó antes de volver a sentarse y revisar los papeles una vez más.

Joel Pimentel era uno de los abogados más solicitado por el público, tenía muy buena fama ya que nunca había perdido ningún juicio. Había estudiado derecho con Christopher y hacía años que se habían vuelto a hablar, retomando esa amistad de universidad que ya habían creado hace bastante tiempo.

—Él ha estado ayudándome desde que todo esto comenzó, es un buen chico.— dijo tamborileando sus dedos en la mesa—. A día de hoy ya no se sabe en quien se puede confiar y en quien no.

—¿Confías en él?— pregunté algo de lo que ya sabía la respuesta.

—Pongo las manos en el fuego por Joel.

Asiento ligeramente, no a cualquiera se le llamaba de madrugada y acudía como si nada.

Alguien tocó a la puerta pasados unos quince minutos y Christopher se levantó para ir a abrir y recibir a su amigo.

—Jewel, buenas noches.— dijo cuando me vio—. ¿Estás segura de que no quieres ir a descansar? Tu esposo y yo nos ocuparemos.

—Buenas noches, no voy a ser capaz de pegar ojo en toda la noche así que no insistáis...

Tal y como lo habían indicado comenzaron a ponerse al corriente de cada pequeño detalle hasta que llegaron a alguna conclusión.

—Deberíamos de rastrearle el móvil.— dijo Joel dirigiendo su mirada a mi—. Tal vez suene mal pero conozco de alguien que nos podría ayudar con esa tarea.

—¿A Richard Camacho?— preguntó Christopher mientras negaba con la cabeza—. Olvídate, no queremos meter a la policía en esto.

—Chris, lo único que quiero es que Índigo vuelva a casa y esté bien.— murmuré mirándolo—.  Si hay que involucrar a la policía en esto...

—He dicho que no.— espetó—. ¿Acaso te olvidas que Rusell también era policía? No seas ingenua, ellos no nos van a ayudar.

—¿Ingenua yo? Eres tú el que está rechazando la ayuda que otros le ofrecen.— dije frunciendo el ceño—. Por una maldita vez en la vida piensa en alguien que no seas tú, ¿como se estará sintiendo Índigo ahora mismo? ¿Le habrán hecho daño? ¿Estará llorando? ¡Reacciona de una jodida vez!

Christopher está dispuesto a refutar e incluso hace un ademán de acercarse, Joel es quien lo frena de inmediato.

—Dejad de discutir, no quiero tener que encargarme también de un divorcio.— dijo negando con la cabeza— Mientras vosotros discutís vuestra hija está desaparecida, comportaros como adultos.

Razón no le faltaba.

Dejo escapar una bocanada de aire que no sabía que estaba reteniendo y bajo la mirada, sin embargo, no tardo en volver a subirla porque la pantalla de mi teléfono se ilumina encima de la mesa.

Fruncí ligeramente el ceño y entré al chat del número desconocido, había tres fotos que me acababan de dejar con la respiración cortada.

En todas ellas aparecía Índigo, con las manos atadas y los ojos vendados.

—Podemos reportar esto como un claro secuestro.— dijo Joel por lo bajo.

Recuerdos de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora