Capitulo 11: La caida

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Estuve siguiendo huellas durante casi dos horas antes de poder divisar, a lo lejos, el caballo de Ricardo. Realmente estaba apurado, iba galopando como llevado por los demonios. Durante el resto del camino mantuve una distancia prudente y evite acercarme demasiado o hacer algún ruido fuerte que llamara su atención.

Cabalgamos todo el día y la tarde, y cuando la noche cayó sobre nosotros, él no se detuvo para descansar ni comer. Durante la madrugada, mientras que mis ojos amenazaban con cerrarse, Ricardo paró para que su caballo descansara. De lo contrario podría haber matado al animal antes de llegar a su destino. Yo hice lo mismo, pero a varios metros, y arbustos de por medio, de distancia. Pero solo esperó cinco minutos antes de volver a montar y retomar su marcha, aunque más despacio que antes.

El sol ya estaba alto en el cielo, golpeando de lleno nuestras cabezas, cuando vi una imponente estructura que se alzaba en el horizonte. A medida que nos acercábamos, la estructura empezó a definirse. Era una mansión de alguna familia de la alta sociedad, pero esta lucía abandona. Las enredaderas cubría el frente pintándolo de un verde opaco casi marrón. Algunos pájaros volaban alrededor de la mansión y otros cantaban desde los balcones de ventanas negras por el polvo. Las rejas de la entrada estaban naranja por el óxido y los pastos del jardín simulaban una selva.

¿Por qué querría Ricardo venir a una mansión abandonada, y en este estado?

Esperé a que abriera la reja y entrara. Cuando desapareció de mi vista, até al caballo a uno de los árboles de a fuera del predio de la mansión. Creí que sería mejor si entraba solo yo, sería menos llamativo y la huida sería más fácil. El muro que rodeaba la casa no era muy alto, unos tres metro cuanto mucho, y tenía algunos huecos que parecían crear una escalera perfecta, que suerte que siempre me había gustado escalar, sino estaría en problemas.

Escalé el muro y salté después de llegar a la sima. El pasto amortiguó mi caída. El camino de entrada no estaba muy definido pero podía ver donde estaba la casa. Tropecé con algunas piedras que no podía ver por el pasto pero llegué a la puerta de la mansión ilesa. El caballo de Ricardo estaba atado a un árbol con una jarra de agua a un lado.

Entrar por la puerta principal no era una buena idea, asique di la vuelta a la casa y encontré una entrada de servicio. Todas las mansiones tienen una, los de la alta sociedad creían que solo los dignos podían entrar por la entrada principal. La puerta estaba cerrada, tuve que patearla varias veces antes de que cediera y se abriera. Adentro todo estaba oscuro aunque afuera fuese de día. Se podía escuchar como las ratas caminaban entre los muebles viejos y se escondían. Y las telarañas que había, eran más de las que creí posible ver juntas alguna vez.

Con algo de asco me abrí paso por la cocina hasta la puerta que, suponía, daba a un pasillo. Rogaba porque esta mansión fuera igual a la de los Caster. Sin poder ver absolutamente nada caminé sin hacer el menor ruido por el pasillo. Doblé en una esquina, y a medida que me acercaba al salón principal, podía distinguir voces. Llegué al final del pasillo y me asomé para ver quiénes eran los que estaban hablando. En el medio del salón había una mesa redonda pequeña y había dos personas sentadas en ella. Una mujer grande, de unos treinta y cinco o cuarenta años, de pelo negro y tez blanca y en frente estaba sentado Ricardo. Detrás de la mujer había dos hombres, bastante grandes, custodiándola.

-No puedo creer que tu hijo fallara-dijo enojada la mujer-Al parecer no es tan bueno como dijiste, o es un cobarde.

-Mi hijo no es un cobarde-dijo Ricardo-Y es tan buen como te dije antes, solo que... estuvo mal acompañado-explicó-Pero intentaremos de nuevo. Esos niños van a ser tuyos.

-Eso espero-lo amenazó la mujer-Mi clan hace muy bien su trabajo. Nuestra alianza  sigue en pie mientras cumplas tus promesas-ella se acercó seductora hacia Ricardo-Los niños son el futuro, ¿no es así? Solo hay que darles una buena enseñanza, y los que no quieren aprender, serán castigados-se volvió a sentar en su lugar y se cruzó de piernas-Los necesitamos a todos para asegurar nuestro ascenso.

De magia, amor y pérdidas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora