Capítulo 2: Huida, persecución y ¡¿Qué dijiste?!

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Mi cabeza estaba por explotar. Me sentía pesada y mareada. Esos son los efectos secundarios de ser dormida por un polvo y llevada a la fuerza a no sé dónde. Logré abrir los ojos y mirar a mí alrededor. Estaba en una habitación pequeña. Tenía un placar al lado de la puerta y no tenía ventanas. La cama era bastante cómoda y ocupaba la mayor parte de la habitación.

Me levanté de la cama y me di cuenta que mi vestido, el delantal y la cofia habían desaparecido. En su lugar tenía una camisa de hombre grande. Solo una camisa. Yo no me había descambiado asique la otra opción era…

-Dos razones para matar a Gabriel-dije y en ese momento tocaron la puerta-Y contando.

Antes de que llegara a la puerta, la persona del otro lado la abrió.

-Justo a quien estaba buscando-dijo al ver entrar a Gabriel en la habitación.

-Un gusto verte, a ti también-dijo sonriendo.

-Sabés lo que va a pasar ahora-le dije y me acerqué a él-Y sigues sonriendo. Eso es valiente.

Formé un puño con mi mano derecha y salté sobre él. Sin inmutarse, Gabriel agarró mi brazo derecho, luego mi pierna derecha y me puso en su hombro. Patalee pero luego me bajó en la cama y trabó mis brazos y piernas con su cuerpo.

-No es valiente-dijo y se rió de mi cara de ira-es tener la situación controlada.

-Me vas a aplastar-le dije e intenté sacármelo de encima pero fue imposible-Ya van tres razones para matarte.

-¿Tres?-me preguntó. Yo asentí con la cabeza-¿Se pueden saber cuáles son esas tres razones?

-Primero, secuestrarme. Segundo, descambiarme y ponerme solo una camisa. Y tercero, maniatarme en una cama y ponerte encima de mí-dije transmitiéndole mi enojo en cada palabra. Pensé que se iba a disculpar y salir de la cama, pero en su lugar se rió a carcajadas.

-Primero-dijo tomando aire y dejando de reír-Yo no te saqué ni te puse nada. Segundo, ¿querés que enumere yo los motivos por los cuales matarte?-volvió a reír, pero luego su expresión se transformó. Se levantó y me miró de la punta de los pies hasta la cabeza-¿Desde hace cuánto tenés esa ropa puesta?

-Desde que me desperté-le contesté. El me miró por última vez y salió corriendo de la habitación.

Me asomé a la puerta y me encontré con un enorme pasillo. No pensaba esperarlo, y tener solo una camisa no me importaba, ya que esta me llegaba hasta arriba de la rodilla. Empecé a caminar por el piso de madera. Doblé en la esquina y vi una ventana. Al parecer había estado dormida casi un día, porque estaba atardeciendo.

Por favor que no se hayan dado cuenta que no estoy en la mansión.

Por más que no supiera dónde estaba, tenía un buen sentido de la orientación. No iba a quedarme.

De magia, amor y pérdidas IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora