Capítulo IV

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“… Pasa adelante, bienvenida Mixturam.

Mira lo rojo que ya casi es rosado,

mira lo blanco partiéndose en cuatro,

pasa adelante querida.

Cuéntale al tronco, él ya lo sabrá,

pasa adelante barát.

Mira lo raro de tu morado,

ya está por llegar

pasa adelante, se te hace tarde,

ella quiere probar si eres osado

y te está por ganar

 pasa adelante, date prisa exiguus

que ya están cansados de esperar…

***

Moita despertó de un salto con un sentimiento que solo se le había presentado cuando le dijeron que Adno había muerto, reconoció que estaba en el sillón que habían convertido en cama y escuchó que algo grande había golpeado con el piso y echó un vistazo, entonces reparó con que Vita había caído exactamente en el momento en el que ella había despertado.

—Empiezo a creer que de verdad quieres matarme— refunfuñó Vita, frotándose su espalda.

—Lo-lo siento, me-me quedé… dormida—explicó la joven respirando entrecortadamente, que aún seguía en el sillón.

—Lo sé, igual yo, ¿Tuviste una pesadilla?—preguntó la joven tirada en el suelo, con un tono que mostraba una pizca de preocupación.

—Parece que… ya amaneció—indicó Moita, ignorando completamente la pregunta de su amiga, señalando los rayos de sol que entraban por la ventana.

Vita hizo una sutil mueca debido a la respuesta que obtuvo de Moita y se levantó del suelo fijándose en su reloj,  al instante poniendo sus ojos como platos.

— ¿Que si amaneció? ¡Si son casi las diez! ¡Tengo que llevar a mi hermano a sus clases de hechicería! — exclamó, dirigiéndose rápidamente hacia el perchero para tomar su abrigo.

— ¿Te preparo algo para el camino?— sugirió la chica del cabello castaño, aún respirando rápidamente, mientras pasaba por encima del respaldar del sillón y se dirigía hacia la cocina.

— ¡No tengo tiempo, nos vemos luego, frente al aquelarre!

Y antes de que Moita contestara algo, se escuchó un estrepitoso portazo.

La solitaria joven dejó salir un gran suspiro y comenzó a preparar un té de Kava, que bien no le quitaría las pesadillas como lo hacían las bayas Pax, pero sí le calmaría los nervios.

Se dirigió a su hamaca y se acomodó para que el té no se derramara.

Tomó un sorbo y cerró sus ojos, sintiendo como sus músculos se relajaban y su respiración se volvía menos pesada. Casi al instante, sintió una punzada en su pecho, y un centenar de preguntas salieron a flote en su mente.

“¿Por qué he tenido estas horribles pesadillas? ¿Por qué justamente yo, que estoy completamente sola? ¿Por qué aunque luche contra ellas siempre están ahí? ¿Los demás humanitas las tendrán? ¿Por qué siento que cada vez me consumen más? ¿Será así siempre? ¿Si Adno estuviera aquí tendría las respuestas?”

Moita  se encerró en sus pensamientos hasta que notó como el té hacia su efecto y la tranquilizaba por completo. Quería disfrutar de eso, puso su taza en el suelo y se acostó en su hamaca. Sentía cada una de las fibras de su cuerpo calmadas, se concentró en cómo el aire frío entraba y salía de sus pulmones en un ritmo casi perfecto. La paz que había alrededor del bosque y su calma la hicieron desconectarse de todo, era solo ella y su calmado cuerpo flotando en su habitación, las pesadillas eran una preocupación lejana y se sintió bien, pero aunque quisiera que todo fuera así los pensamientos la volvieron a atacar unos minutos después.

Tenía que salir, ir por sus bayas, ayudar a Vita con su vestido; tenía que ir a la aldea.

Se levantó de la hamaca y se dispuso a cambiarse, se puso unos pantalones que le llegaban un poco arriba de los talones y una blusa con capucha morada que le llegaba casi a la mitad del muslo, seguidamente tomó su abrigo y comenzó a ponérselo ya que sintió como sus árboles bailaban con fuerza por el viento y caminó hacia la puerta.

Una vez que salió al exterior, sintió como el viento le pegó con fuerza, haciendo que su cabello comenzara a elevarse. Tuvo un sentimiento repentino de tranquilidad, un sentimiento que la hizo olvidarse por un instante que vivía escondiéndose, que vivía odiada.

Unos gritos lejanos la sacaron de ese efecto hipnotizador y se centró en lo que tenía que hacer.

Comenzó a caminar por el sendero del bosque que guiaba a la aldea. Los días como hoy eran atareados en la aldea, todas en busca de ropas elegantes, caminando por todas partes, preocupadas por verse bien. No era de su gusto pero para su amiga un día como hoy era lo mejor de sus tradiciones y no le quedaba opción más que acompañarla en lo que pudiera, aunque esto ameritara tener que parecer lo más normal en la aldea para que no la notarán.

Sintió un roce en su mano izquierda y se volvió hacia el gran pino que pareciera le advertía algo, advertía que no estaba sola, que la miraban, pero no notó nada fuera de lo normal.

 Aún así percibió cómo los árboles estaban quietos y atentos, inmediatamente le subió un escalofrío desde sus pies hasta su cabeza y decidió adentrarse rápidamente por el rocoso camino.

Cada vez ese gran lugar se acercaba más, con su forma circular y las grandes estatuas en honor a los dioses posando tranquilamente en el centro de la aldea, que en realidad la llamaban así por seguir la tradición, pero era inmensa, solo que su inmensidad no se notaba a simple vista.

Había una gran cantidad de lugares, pero lo único que se podía ver de todo eso eran sus entradas, todas de diseño victoriano. Además de entradas, había gran cantidad de salidas, cada una llevaba a lugares distintos, más que todo a hogares de brujos y brujas.

Pero a Moita solo le importaban dos lugares de la aldea en ese momento: el mercado y el aquelarre.

En el lado izquierdo se veía la entrada del mercado, con su diseño también victoriano plasmado en su arco, que estaba decorado con formas de esa época. Moita creía que más bien eran formas abstractas, porque cada vez que las veía sentía que se movían y no detectaba ni una silueta clara.

Dejó de ver el diseño de la entrada, ya que no era el primer lugar al que ocupaba ir, y posó instantáneamente su mirada en el aquelarre.

Este se encontraba al otro lado de donde estaba la humanita, justamente al final.

Moita nunca podía dejar de verlo porque era elegante y majestuoso, con las aves revoloteando alrededor de los picos que sobresalían de su parte más alta y abajo, en la entrada, se podían apreciar las trescientas escaleras que llevaban a su entrada. Además, era el único edificio visible de la aldea.

Dejó de admirar el instituto y se dirigió hacia él.

El lugar estaba repleto de gente, unas caminando como si tuvieran todo el tiempo del mundo (y en efecto algunos lo tenían) y otros corrían como si sus vidas dependiera de ello.

Estaba cruzando la calle hacia las estatuas cuando comenzó a sentir que la miraban por todos lados, sentía que se la comían viva. Moita empezó a preocuparse, nunca se había sentido así en la aldea, ella se aseguraba de que eso no ocurriera, siempre se aseguraba de pasar desapercibida y no lo estaba logrando.

Levantó la vista y, como lo suponía, casi todas las personas se habían detenido a mirarla.

¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué todos me miran? ¿Será que descubrieron que soy humanita? ¿Captaron algún olor diferente en mí? No lo entiendo” pensó la asustada joven, involuntariamente empezó a frotarse las manos en un acto de nerviosismo.

Comenzó a observar a las personas que la miraban, todos y cada uno vestidos con ropas negras de pies a cabeza.

Miró instantáneamente su blusa, entonces sintió, una vez más, como un escalofrío le corría por todo el cuerpo y solo le vino un pensamiento a la mente, “No puede ser. 

Los Elegidos por el Viento: Moita (pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora