Capítulo VI

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La brisa se intensificaba a medida que se acercaban a las casas Admiratio. El atardecer le daba la bienvenida a los aires nocturnos y Moita se sentía adolorida de tanto caminar.

—Ya estamos cerca—dijo Vita, que caminaba a la par suya, presintiendo otra queja de su amiga.

Habían tenido que ir caminando ya que no encontraron ni un solo carruaje volador.

—Me has dicho lo mismo diez pinos atrás.

—Hubiésemos tomado el carruaje si no te hubieras quedado a probar el nuevo té de la tienda—dijo la pelirroja, un tanto crispada.

— ¡Era necesario!

—Pues en este momento es necesario caminar gracias a tu retraso.

—Entonces sigue caminando, no lo prolongues más—profirió Moita.

Vita hizo ademán de volverse, pero Moita la detuvo, agarrándole el brazo firmemente.

—Espera un momento—indicó la humanita, casi como un susurro—los pinos me están advirtiendo que estamos siendo observadas—agregó temblando un poco, no sabiendo si era por la brisa que acariciaba su piel, o por el repentino cambio de humor de los árboles, casi como si estuvieran preocupados por algo.

Vita se quedó quieta por un momento, también sintiendo la tensión proveniente de los árboles.

—Desde la mañana han estado tratando de decirme algo importante, pero parece que están muy asustados como para explicármelo.

Vita la observó unos segundos extrañada, ¿cómo era posible que su amiga, la humanita, pudiera sentir a los pinos?

***

Treinta segundos después de que las dos se mantuvieran totalmente quietas y en silencio, Moita aflojó el agarre del brazo de Vita, esta última, volviendo a su posición inicial y reanudando la caminata. Aún así, se desplazaban con sigilo, a la espera de otra advertencia, o una señal de movimiento.

Avistaron la casa principal de los Admiratio, que era donde residía Vita. Moita venía una vez al año para celebrar el Día de la Nueva Luz y cada año cambiaban totalmente el diseño de la mansión, así que cuando empezó a acercarse, intentó recordar el diseño pasado para comparar, y fue notando poco a poco los cambios que habían hecho, guardándolos en su memoria como una ráfaga de capturas de cámara.

Esta vez, la residencia de dos pisos estaba hecha de madera barnizada, con seis pares de ventanales bien distribuidos, y una ventana, que se encontraba en lo más alto, totalmente sola. “Esa debe de ser la habitación de Vita” adivinó Moita.

Bajando por cientos de enredaderas y ventanas, se encontraban el porche, que contenía un par de mecedoras y una mesita para colocar la tetera, y la puerta. Ésta, era de caoba, rodeada por una madera muy oscura como arco. En el centro, había un reluciente golpeador que en su parte superior lucía una impresionante cabeza de pantera de ojos verde esmeralda penetrantes.

Las amigas subieron las escasas escaleras que daban al porche y se estacionaron frente a la puerta, de inmediato, Vita llamó a la casa tocando con el golpeador tres veces y aguardó. Mientras esperaban, su acompañante le puso atención a la pantera; sus ojos, contrastaban armoniosamente con su piel color negro que parecía bastante real, y sus rasgos, eran finos y bien definidos.  La muchacha siguió admirándola hasta que notó cómo cambiaba toda la expresión fija de la pantera, se volvía hacia ella y le guiñaba el ojo, dejándola completamente atónita. Inmediatamente, Moita quitó la vista y volvió a ver a Vita para comprobar si estaba o no loca, pero Vita ni tan siquiera volteó a ver. Seguidamente, la humanita apartó la vista al escuchar un chirrido singularmente familiar; habían atendido a la puerta.

Los Elegidos por el Viento: Moita (pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora