Capítulo III

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Comenzó a llover muy fuerte pero Moita no prestó atención a eso, ella seguía hipnotizada con la belleza de la luna, la tranquilizaba. De repente vislumbró una sombra plateada detrás de un árbol del bosque y salió de inmediato de su ensimismamiento, ese color solo significaba una cosa: mágicos.

Entró rápidamente a la casa y se dirigió al lugar donde tenía sus armas escondidas: la mayoría dejadas por Adno, las otras las había encontrado en el bosque. Sacó una especie de navaja con un espiral grabado en plata y se la guardó en el bolsillo de su short.

Se escondió detrás de la puerta, que seguía abierta y esperó dispuesta a atacar alguna señal de movimiento.

Todos sus sentidos estaban alerta y sentía como la adrenalina y el miedo subían desde sus pies hasta su cabeza, volviéndose tangibles como escalofríos por sus brazos.

"No puede ser posible, después de tanto tiempo, finalmente me han encontrado", pensó.

De repente escuchó el sonido de alguien sacudiendo sus zapatos. Una vez más le subió un escalofrío y se mantuvo ahí, dejándola inmóvil. "Tengo que oponer resistencia" se dijo en su mente.

Contó hasta tres en sus pensamientos y salió de su escondite blandiendo la navaja de espiral, su mano temblaba incontrolablemente. Aún así, estaba dispuesta a defenderse de quién fuese la persona que estuviera detrás de la puerta.

En el umbral de la puerta vio a una joven muchacha empapada; sus rizos blancos no muy definidos caían por su espalda hasta llegar a su cintura, goteando. Tenía una expresión de estupefacción y empuñaba un paraguas como arma.

— ¡Vita!—exclamó Moita al ver de quién se trataba y rápidamente bajó la navaja que había sacado de su bolsillo— ¡Casi me matas de un susto!

— ¡Pues a mí casi me matas de verdad!—expresó la otra joven, indignada— Aunque queda claro que no puedes ni matar a una mosca.

Moita no quiso argumentar más, aunque de verdad estaba dispuesta a hacer lo que fuera para estar segura, y solo emitió un gruñido mientras la otra joven daba por ganada la discusión y colocaba su abrigo empapado en el perchero.

Su corazón aún tamborileaba rápido así que se sentó en un sillón cercano e inhaló profundamente para calmarse porque de otra manera temía que le diera un ataque en ese instante.

— ¿Qué... haces aquí? —preguntó Moita, aún respirando entrecortadamente.

— ¿Qué hago aquí? ¿Ahora no quieres la compañía de tu mejor amiga, con la única que puedes hablar? Está bien, de todos modos ya me iba— se quejó su amiga con tono ofendido.

Moita se levantó y caminó hacia el lugar donde tenía las armas y colocó en su lugar la navaja que había sacado hace unos minutos  y se volvió para añadirle dramatismo a la situación.

—No te voy a rogar.

—Amo que te pongas así de amorosa—comentó Vita.

—Siempre he sido así—dijo Moita acomodándose ahora en su hamaca, ya con su respiración regular.

—Exacto—exclamó la otra joven, sentándose en el sillón donde anteriormente estaba sentada su amiga.

—Eres tan sentimental que he llegado a preguntarme por qué eres mi amiga— explicó la joven de cabello ondulado.

—Querida, me conoces desde que comías tierra, ya deberías estar acostumbrada a esto— manifestó, señalándose de cabeza a pies.

— ¡Te odio tanto! —exclamó Moita, esbozando una sonrisa— Cambiando el rumbo sentimental de nuestra conversación, ¿Quieres algo de tomar, querida invitada?— añadió, levantándose y dirigiéndose a la cocina.

—Un bruccacino con extra polvo de hadas, por favor, ¡Y que sea rápido! —precisó Vita, dándole énfasis a las sílabas acentuadas, creando un tono bastante irritante que se asemejaba a como hablaban las brujas adineradas del Reino.

—Con ese tono conseguirás que te traiga tierra, para que consigas toda la experiencia humanita — soltó la joven que se encontraba en la cocina, con un dejo de irritación.

— ¡Eres tan adorable! —opinó Vita—Era broma, solo tráeme un café fuerte, he andado como sonámbula todo el día.

—Sonámbula estaré mañana—añadió Moita, ignorando el primer comentario de su amiga, — ¿No recogiste mis bayas de camino hacia acá?, las olvidé y seré yo la que termine tomando un café fuerte para no dormir.

—No, siempre tienes todo cubierto, ¿Aún sigues teniendo esas horribles pesadillas?

—Nunca se han detenido— profirió, suspirando con un tono cansado.

—Sabes… Deberías visitar a una de esas videntes, podría significar algo, tal vez una predicción o algo así... — sugirió.

— ¡No digas tonterías! Sabes muy bien que las predicciones solo se les presentan a las brujas, y por mi anatomía y perfecta cordura sé que no lo soy—aseguró, exasperada.

—Pues si tus sueños se basan en lo que me has contado, no deberías de estar tan segura. Esos cánticos solo los usaban mis ancestros y según mi educación no tan cuerda, como dices, solo eran usados para celebrar o para advertir del peligro, y mi querida Moita, creo que no te están invitando a celebrar.

Los Elegidos por el Viento: Moita (pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora