IV: Discreción.

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Capítulo 4: Discreción.

―Será mejor decirle a la lideresa lo más pronto posible.

―¿Estás seguro de ésto?

―Tú mismo lo estás viendo. Aquí no hubo ninguna coincidencia. Entraron con suma confianza a las tierras y esperaron aquí porque no hay guardia centinela que la vigile.

―Entonces la lideresa tenía razón cuando habló contigo después del Jefe Wang.

―Ella sospechaba de ésto, yo solo vine a confirmarlo.

Casi ríe al oír eso:― Claro, eres el Jefe de las Jaurías de la Guardia Principal, tu palabra es la segunda ley después de la lideresa. ¿Quién no confiaría en ti?

En contraste solo observa a quién se está riendo por lo bajo, se refleja su figura como un espejo en sus ojos rojos tal cual pulido rubí.

"La pregunta aquí es: ¿En quién no confía la lideresa?"

ººº

Negó con la cabeza varias veces después que se había dado cuenta para qué había sido llevado hasta allí; decirle que la acompañara sin mencionar hacia dónde, ya le había hecho callar sin miramientos. Con el ceño fruncido una vez que habían entrado y la luz fue encendida dio un paso hacia atrás. No es que quisiera huir, pero aún así sabía que a la tina no entraría para dormir.

No recuerda ya del todo como fue que logró acceder a permanecer sentado dentro de aquella pieza de cerámica blanca, pero si recuerda que no le agradaba la idea de estar semidesnudo frente a una mujer de la que está seguro que no tiene ni más de veinticuatro horas en conocer. Solo una toalla le cubría de la cintura hasta los muslos; ella le había hecho quitarse la pieza de tela rasgada que había estado cubriéndolo desde que fue traído a esa casa. No tenía idea de porqué una manta aparentemente vieja fue la única cosa que lo mantenía cubierto antes. La manta estaba puesta en un pequeño cesto de color rosa, manchada de sangre seca y con un gran olor a tierra húmeda. La observaba desde donde estaba mientras la Omega parecía acomodar unas cuantas cosas en un pequeño banco al lado de la tina, pero después que le prestó atención a sus movimientos y le vió detenerse con la intención de apuntar a su cuerpo con lo que parecía una manguera no pudo siquiera llegar a boquear de lo rápida que fue para empezar a bañarlo.

―A ver, quédate quieto. ―El chorro de agua tibia calló sobre sus hombros, el cambio de temperatura lo hizo estremecerse e intentó salir, pero falló. ¿Está ésta Omega tratando de darle un baño? ¿Siendo él ya un adulto? ― ¡Trata de no moverte tanto! ―Se queja al verle reacio a recibir siquiera una gota de la forma correcta, así que optó por mojarle la cara. Funcionó.

―Pero es que- ―Calla cuando nota un toque distinto en los hombros y espalda, de sus pestañas caen las minúsculas gotas para mezclarse con el fondo de la pequeña tina; el agua teñida de color rojo desapareciendo por el desagüe situado en la esquina donde su pie derecho se mantenía flexionado ya que del todo no cabía por su tamaño. Tenia las manos juntas hacia delante, sin mucha movilidad del todo en la izquierda; frotaba sus dedos y tragaba despacio. No podría creer que en verdad estaba siendo lavado por alguien más. La espuma la notaba cercana a sus clavículas y brazos, ella le pasaba una barra de jabón blanca que ―según su olfato― no desprendía ningún aroma. La castaña pasaba de un sitio a otro, inmersa en su limpieza y al mismo tiempo tan cuidadosa, no supo que le dio la valentía para atreverse a realizar tal acto, pero de todos modos EunJin pensaba que él no estaría bien sólo ni mucho menos tan débil. ¿Qué le pasaría si se caía? ¿Si se lastimaba y empeoraba? ¿Y si se desmayaba de nuevo?

Contrariamente a lo que fuese el pensamiento de él, ideó en bañarle y limpiarle como si se tratara de un niño.

Un niño muy callado que media más que ella.

⊰∙∘"Yo... te recuerdo"⌑˙•˚ [M.YG] {A.A}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora