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Los sirvientes del palacio del norte están genuinamente aterrados, este desconcertante temor siendo algo que nunca habían llegado a sentir antes en su vida.

Todos son grandes demonios que, sin importar si fueron guerreros, cocineros o sastres, nacieron y fueron criados para la guerra orillándolos desde que tienen consciencia a pelear para ganarse el mérito de seguir viviendo. Los demonios, sin importar su origen u edad, cargan desde la infancia cicatrices que relatan su propia supervivencia durante su paso en el mundo. Sin embargo, ni el padecimiento más cruel que los pudo haber sometido el bajo reino los preparo para el humano que se postra ante ellos como consorte de su rey.

Shang Qinghua es... perturbador, por decirlo simple.

Y es que, realmente, ¿cómo no va a ser terrorífico este humano que les hace cazar y cocinar platos tan aberrantes que ni el demonio más desquiciado ha comido alguna vez?

¡Puede que algunos demonios alguna vez comieran humanos! Pero nunca se ha sabido de alguno que comiera las mismas porquerías que el rey consorte ha estado pidiendo para cenar.

Sesos del mono del bosque Siwang bañado en aceite de chile acompañado de salamandras salteadas. Eso es... aberrante.

En primera porque el primate del bosque Siwang es un ser tan grande como repulsivo, secretando un viscoso líquido que se adhiere a su pelaje, volviéndose tan apestoso que es capaz de hacer llorar a quienes están a cinco metros de él. La salamandra por otra parte solo puede conseguirse en el lago de Yanwu, siendo está no solo terriblemente escurridiza dificultando su captura sino peligrosa ante lo potente del veneno que dispara.

Ningún ser racional comería alguno de esos animales, pero tal parece que a su señor se le ha dado por quererlos para la cena, acompañados de rábanos en vinagre y arroz.

Ellos como cocineros del palacio realmente no pueden más con esto.

—¿Cuánto más crees que dure su embarazo?

—Está en su octavo mes. Según el humano que le visita el embarazo puede tardar hasta cinco meses más.

—¡¿Cinco meses?!

—Shh. No lo grites, LuRen.

—Pero HaoDe, cinco meses es demasiado tiempo. ¿Aquel humano no se habrá equivocado en su diagnóstico?

—Ese humano es el médico personal del señor. Además, dudo que se atreva a dar un mal diagnóstico con el rey respirándole en la nuca cada que le hace chequeos al señor Shang.

A la mente del joven demonio llega la imagen de cuando fue enviado a preguntarle personalmente al rey consorte sobre su deseo para la cena, pues este no se había pronunciado en toda la mañana. Y todo fue relativamente bien con el señor Shang, redondo, amable e incluso un poco tierno a su manera, lo que no le resulto tan grato fue estar en la parte receptora de la mirada dura mirada que su rey le dirigió durante todo el tiempo que duro hablando con su marido.

Desde ese día, LuRen se ha escapado cada vez que le mandan a hablar con el rey consorte, dejándole pasar a cualquier otro demonio el mismo pánico que él sintió ese día.

Si ese fue solo él que estaba preguntando por la cena, no se quiere ni imaginar que tan presionado se sentirá el pobre humano encargado de supervisar el embarazo de su señor.

Pobre, pobre humano.

—LuRen, te has quedado mirando a la nada. ¿En qué andas pensando?

—Nada en particular. Solo que el médico humano me hace sentir casi la misma lástima que me provoca HuangYe.

Un narciso que brota en invierno; svsssDonde viven las historias. Descúbrelo ahora