Un narciso que brota en invierno; svsss

•E• 3.5

Estaban en problemas.

Lo supo desde el momento que encontró los huesos que no pretendían ser de ningún animal que conociese a varios kilómetros del reino, cuando meses después sus soldados encontraron durante su recorrido habitual trozos de telas desgarradas y armas abandonadas es que se permitió temer.

Al ser casi una leyenda en el reino mortal durante su historia han encontraron varios cadáveres rondando por los extensos senderos que las reinas reconocieron como humanos, no les dieron mayor importancia nunca, ya que además de no encontrar necesidad de atentar contra seres que no han hecho nada más que merodear por posible curiosidad, el propio ecosistema se encargaría de ellos cuando se encontraran con una muerte, espera Baihe, que fuera rápida.

Los humanos nunca han sido un problema del cual se deban encargar, a ella ciertamente le divierten lo curiosos que son, sin contar el agradecimiento que siente hacia ellos por haber cuidado a su hermana cuando esta se extravió en tierras extranjeras; no existe razón por la cual deba temer de ellos.

Los demonios son un caso completamente distinto. El reino de Moshu así como es de temido, es de codiciado por quienes más ansias de poder tienen.

Hay muchas cosas que los demonios puedan querer de Moshu, Baihe lo sabe, las anteriores gobernantes lo saben, hasta la niña más pequeña entre ellas es consciente de que todos codician lo que el reino representa y posee: fortaleza, poder, enigma, peligro, intelecto y... belleza.

Entre sus memorias más añejas ella guarda las historias que le contaba su bisabuela, la antigua reina Zise que se vio obligada a retomar el poder después de la muerte de su hija y así también, criar a su única nieta la entonces huérfana Jianlan, su madre.

Hace siglos, cuando todavía no se habían visto en la necesidad de recluirse del mundo al ser reconocido como un reino en desarrollo, Moshu mantenía una gran cantidad de alianzas con varios reinos vecinos, varones convivían entre ellas al formar alianzas matrimoniales con sus habitantes y sus ahora preciados secretos no lo eran tanto en ese tiempo. Los problemas llegaron cuando, según los documentos históricos de los que dispone, la guerra entre dos clanes cercanos estallo quedando ellas como aliada de uno de los involucrados en medio de todo viéndose en la obligación de hacer honor a los acuerdos y asistirlos durante la guerra en las áreas que se habían dispuesto.

Lamentablemente perdieron la guerra.

Los principales perdedores terminaron con el exterminio de su clan, los pocos aliados pagaron altos precios y Moshu... bueno, hay un tema del que a nadie le gusta hablar, aunque está en las enseñanzas básicas de todas y trajeron pesadillas a las de las sobrevivientes de la masacre que a día de hoy ya han fallecido.

La llegada del loto negro fue la forma en la que denominaron los sesenta días en que Moshu no solo fue invadida por los victoriosos con sus riquezas fueron saqueadas, también se refiere sobre la quema del pueblo hasta casi su extensión, los destrozos de historia irrecuperable almacenada en pergaminos consumidos por el fuego, el robo de sus brebajes hasta en ese tiempo más secretos y el abuso, así como casi exterminio de su clan.

Los registros no cuentan a detalle lo ocurrido después de que la masacre mermara y los forasteros decidieran abandonar sus tierras dejando los miserables restos ya por la paz, tocando lo menos posible la barbarie cometida en las cotidianas calles convertidas en campos de batalla, casi como si temieran recordar el tema.

Pero su abuela no fue así y cuando la reina Zise la instruía en las noches sobre historia alegando que sus maestras son unas ineptas, Baihe pudo darse una idea de lo grotesco del asunto.

Contaba su abuela como una de las sobrevivientes, como a su corta edad logro escaparse de su madre para pasearse por las calles después de que salir parecía seguro para quienes quedaron. Casas quemadas, cosechas destruidas, reliquias saqueadas y el suelo por donde solían pasar transeúntes bañado en sangre, con miembros repartidos por aquí y por allá, cabezas de incluso niñas colgadas como premio sobre los bambúes y las ropas de muchos cadáveres totalmente rasgadas.