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Decirle a Mobei-jun sobre su decisión no fue una tarea fácil y sobrellevar las consecuencias de ello tampoco ha sido de lo más agradable. Sin embargo, reconoce que salió mejor de lo que en un inicio esperaba.

No espero demasiado para hacerle saber a Mobei-jun que ha optado por dar a luz a este hijo que lleva en su vientre porque en realidad no tenía ninguna lógica aplazar demasiado aquello, todo lo contrario, con los años se ha dado cuenta de que callar solo trae más problemas que se agravan con el paso del tiempo. Eso sin contar que entre más espere para hablar solo creará en Mobei-jun miedos e incógnitas sobre el tema y puede que hasta la breve ilusión de que al final Shang Qinghua al no responderle puede que opte por no tenerlo.

No tiene mucha lógica, lo sabe, pero la mente de su señor trabaja de formas extrañas, es algo a lo que ya se ha adaptado. Es decir, este es el mismo tipo que trato de cortejarlo a punta de golpes por lo que un razonamiento tan raro y contradictorio no seria de extrañar en él.

Por lo que la noche siguiente cuando tuvieron el día libre y sus invitadas fueron a pasear a las zonas más tranquilas del norte escoltadas bajo la seguridad que les proporciono Mobei-jun, Shang Qinghua decidió que era buen momento para que las verdades fueran dichas —al menos aquellas verdades que no pondrían en riesgo un tratado entre dos naciones— y hacerle saber que ese hijo que carga verá la luz del día.

Sabe que su decisión fue la correcta cuando un Mobei-jun muy alterado comenzó a romper las cosas de su habitación. El pobre tocador de Shang Qinghua fue el que más sufrió ante la cólera de su señor, otra víctima fue el cabecero de la cama que ambos hasta ese día compartían que fue destrozado bajo dagas de hielo negro. Él solo pudo quedarse relegado en una esquina esperando a que la ira de su marido bajase.

La destrucción de los aposentos reales duro más tiempo del que le hubiera gustado y su barriga ya pesándole tuvo que sentarse en un pequeño banco en la esquina en lo que Mobei-jun atentaba contra el armario ante la negativa de Shang Qinghua sobre reevaluar la situación quien le respondió claro y seco un rotundo "No".

No es que esto fuera algo usual en su matrimonio, nada de eso, pues cuando Mobei-jun se enojaba con él solo se limitaba a ignorarlo, lanzarle miradas frías y en los casos más extremos el tirar alguno que otro comentario mordaz hacia Shang Qinghua. La diferencia entre las disputas anteriores y esta es que la vida de Shang Qinghua está en riesgo, si bien comprende la reacción extrema de Mobei-jun —de hecho, la esperaba—, no puede evitar empezar a cansarse cuando el berrinche le ha durado tanto.

Prácticamente se están quedando sin habitación por culpa de poco autocontrol de su marido.

Pasaron unos minutos más para que Mobei-jun por fin se calmara, se sentase en lo que quedaba de la pobre cama para que finalmente enfocara su mirada en el piso con una expresión que oscilaba entre el abatimiento y el enojo.

Ver ese inmaculado cabello hecho una horrible maraña, los ojos azules llenos de un profundo conflicto y la voz cansada con la que Mobei-jun le imploraba que repensara su decisión logro que tanto la culpa como la tristeza hicieran mella en el corazón del cultivador.

Shang Qinghua había aprendido a tratar con su marido desde hace mucho tiempo, pero en situaciones como la que se le presenta de un Mobei-jun vulnerable que le pide con esa voz lastimera que reconsidere su decisión, es cuando Shang Qinghua se siente totalmente descolocado sin saber cómo reaccionar o qué hacer ante ello.

Había creado a Mobei-jun como la barbárica fuerza e inmaculada frialdad hecha persona, pero a veces hasta él mismo olvidaba que debajo de toda la musculatura y aura helada, se esconde un corazón tan grande como la cuenca de Sichuan que ha quedado frágil ante todas las desgracias a las que lo ha sometido la vida.

Un narciso que brota en invierno; svsssDonde viven las historias. Descúbrelo ahora