Capítulo 19

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28 de agosto de 2020


Prince Sten

Me despierto soñoliento, miro al lado y estoy convencido de que nada de lo que pasó ayer fue un sueño. Pongo una mano detrás de mi cabeza, la acomodo un poco mirado el techo blanco y recordando las últimas palabras que me dedicó, las cuáles siguen dentro de mi cabeza como un remolino.

<<Ya no se si te amo o te odio, Sten. Solo vete, ésta vez no te detendré.>>

Ella estaba allí justo delante de mi, a mi merced como siempre la había soñado, pero voy, y la cago de la peor manera alejándola a toda costa. No supe aprovechar la oportunidad que me brindó por primera vez el destino, luego de tanto tiempo. Y es que, ¡Estaba demasiado asustado que perdí mi momento!

Me asustaba aún más que su corazón estaba al ser ocupado por alguien más, sabía que existía alguien nuevo en su mente. ¿Acaso ya era demasiado tarde para mí?

Caminé al baño, lavé mi cara y miré en el espejo. Estaba enfadado conmigo mismo por lo idiota que llegaba a ser.

—¿Por qué eres todo lo que pienso, Weeler? — grité mientras encarnaba mi puño en el vidrio del espejo, éste se desbarató en mil pedazos esparciéndose por toda la habitación e internándose en mi piel.

Sin remordimiento pateé con el pie descalzo los filosos pedazos, y a cada paso que daba dejaba una huella de sangre que en esos momentos no era nada importante para mi.

Bajé las escaleras en la misma condición y senté en mi asiento tomando una tostada con mi mano izquierda, mientras que la otra la escondía detrás de mi espalda.

Ella estaba a punto de bajar, siempre lo hacía a esta hora y no quería que me viera derramar sangre. Estaría evitando a toda costa cualquier pregunta absurda que viniera de su parte.

Aunque si llegara a descubrirme todo sería por mi propia culpa de no haberme cuidado mejor.

—¿Sten? — pronunció en un bostezo mientras rascaba sus ojos y se sentaba delante de mi sacándome de mis pensamientos—. Hay manchas rojas por todo el suelo, pareciera sangre y salen de tu habitación. ¿Pasó algo? — negué con la cabeza.

—Todo está bien fresita, no te preocupes.

Dejé la tostada en el plato, tomé el vasi de jugo y antes de llevarlo a mi boca ella me detuvo mi acción.

—¡No tomes eso! — gritó derramando todo sobre mi—. Tenía algo raro—. Y fue entonces que abrió su boca en una perfecta O cuando me vio pararme del asiento de pura inercia por el líquido vertido sobre mi actuendo.

—Auch—. protesté al dar un paso hacia trás. El vidrio del pie se adentró un poco más en mi piel y esa acción dolía a peor, por lo que comencé a derramar demasiada sangre.

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