Capítulo 23

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31 de agosto de 202013:00 a

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31 de agosto de 2020
13:00 a.m.

Prince Sten


Doy un sorbo a mi capuchino mientras miro por la ventana los autos pasar. En pocos minutos debe de llegar Weeler, ya que Helms me habían avisado de que estaban en camino.

Las yemas de mis dedos tocan el cristal que da al otro lado de la cafetería, dandome la oportunidad de observar el auto negro que se parquea en frente del local, por lo que sonrío al verla bajar del auto.

<<Es toda una diosa.>>

Aún podía oír mi corazón latir como la primera vez que la vi ante mí, ella caminaba en mi direccion y una vez que me ve, saluda con la mano en un gesto leve. Llevaba un vestido manchado de corazones rotos por los bordes y una gran cantidad en el centro, con sus labios rojos sangre que combinaban muy bien.

—Necesito ir al antro de la ciudad. Puedes ir a donde quieras—. entregué una tarjeta de crédito en sus manos—. En tres horas nos vemos allí —, apunté un restaurante que se encontraba a menos de 10 metros de nosotros—. ¿De acuerdo?

Asintió, por lo que acomodando mi traje dejé el dinero sobre la mesa de la cafetería y puse de pie pasando mi mano por detrás del cuello de Weeler para salir de ese sitio.

—¿En tres horas? — rectificó y grité un mientras me daba la espalda para seguir caminando.

Aunque nada había sucedido como planeaba tenía plena confianza en Weeler para tener que mandar los guardias con ella. Sabía como era, ya la conocía bastante bien y tenía claro que sería muy puntual.

De cierta manera era la única que me hacía sentir vivo, pero de una manera muy especial.

Era sincera con sus sentimientos, su manera de pensar, sus ojos... <<¿Había algo que no me gustase de Weeler?>>

¡Qué ya no me quisiera como antes! — grita mi subconsciente recordándome tal tragedia.

Y es que aunque ella no era mía no necesitaba perder mi tiempo con alguien más, puesto que le había dejado muy claro a Brad que entre nosotros ya no existiría ese lazo que una vez nos unió: <<la desesperación.>> No quería hacerle daño a alguien, no a ella.

–Te quiero solo para mí, Weeler.

Miré mi reloj. El hombre con quién me vería se estaba retrasando.

—¿Cuándo entenderás que él puede tener la mitad de tu corazón, pero la otra mitad solo me pertenece a mi?


~

18:10 p.m

Arnie Weeler

–Una pizza hawaiana por favor—. le pedí al mesero. Esos ojos celestes me miraron al pedir la orden y reí—. Y un jugo de fresas.

Tomó la orden y se marchó.

Sten me miraba mientras negaba con la cabeza. De seguro pensaba que nunca cambiaría mi obsesión por las fresas y es que no lo haría.

–¿Pudiste terminar lo que tenías pendiente? — pregunté mientras corría los cubiertos a un lado. Asintió y comencé a observar aquel restaurante—. Es bonito el lugar.

—Deberíamos de venir mas seguido—. propuso.

—Eso sería una buena idea.


Mientras caminaba por la ciudad me vinieron bastantes recuerdos a la mente. Cerca de la cafetería en la que me había despedido de Sten se hallaba una floristería. Entré y miré la variedad de girasoles que en ésta habían, por lo que fue inevitable no pensar en mamá y comprar un ramo.

No sabía donde estaba ella, y el hecho de no saber lo que habían hecho con su cuerpo me daba nostargia. Tal vez la habían cremado, pero debía de pensar en eso ahora. Caminé hasta el parque, me daba tiempo de sobra ir y virar a tiempo.

Acerqué al asiento de madera donde ella solía traerme de pequeña, notando que se encontraba envuelto en las ramas secas de las hierbas del suelo. Las patas se con bastante moho y casi que tocaban el lago extenso que una vez fue un río hermoso.

—Este lugar necesita mantenimiento.

Dejé las flores allí, quizás no sabía donde estaba ella ahora, pero de dónde nunca se iría sería de mi corazón.




—¿Quiéres algo más? — preguntó Sten tocando mi hombro una y otra vez, mientras el camarero esperaba mi respuesta.

—No, esto es suficiente—. miré la pizza y en verdad se veía muy apetitosa.

—Es todo—. comentó y el hombre se marchó dejándonos solos.

Noté que la ciudad se había vuelto un poco solitaria. Ya no habían niños en las calles, o quizás sea porque estaban en sus casas. Quizás el hecho de que hoy no sea fin de semana y estén pegados a sus consolas.

~~


–Las damas primero—. abrió la puerta del carro para que entrase y luego sentó a mi lado.

—Gracias Señor Sten—. Sonreí al ver su ceño fruncido.

—Weeler, no me gusta que me digas así.

—¿Entonces por qué me dices, Weeler?

—Me gusta.

—A mi me gusta decirte Señor Sten.

—Entonces es cuestión de tiempo para que me acostumbre, porque tú—, tocó mi nariz—. Nunca antes te habías quejado y que lo hagas ahora no me importa para nada.

Di una pequeña risa mirando hacia fuera de la ventanilla, notando que el camino se me hacía raro y nuevo.

—¿A dónde vamos? — arqueé mi ceja. Saqué la cabeza por la ventanilla luego de bajarla por conpleto y cayó algo raro en mi ojo—. ¿En dónde estamos? — protesté restregando mis ojos

—En el desierto, Weeler.

—¿Qué hacemos en el desierto? — el auto se detuvo, Sten se bajó y dió la vuelta para abrir mi puerta.

—Ven—. me guío hacia la parte trasera del auto, tomando mi cintura y subiendo sobre éste—. Hoy veremos el atardecer aquí.

 Hoy veremos el atardecer aquí

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