Capítulo 5

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17 de julio de 2020
20:00 p.m.

Arnie Weeler

La habitación era cálida, las ventanas se encontraban esta cerradas para evitar que entrase el viento del frente frío que amenazaba con caer en la noche. Salía del cuarto de baño, una toalla enredada en mi cabeza mientras otra se posaba sobre todo mi cuerpo. Primero arrebaté la que yacía en mi cabello para sentarme delante del espejo, tomar en manos la secadora y comenzar a secar mi húmedo pelo mientras tarareab auna canción.

Miré al espejo por inercia y pegué un pequeño grito al ver aquella sombra del otro lado, dejando de tararear para al girarme encontrárme al peli-negro recostado del marco de la puerta de la entrada.

Se acercó un poco, visualizó mi cuerpo observando la toalla que se encontraba tapando mi desnudo cuerpo y dirigió su mirada hacia la cama. En sus manos traía una bolsa, la cuál parecía una bolsa de obsequio. La dejó sobre la cama y sin decir una palabra se marchó cerrando la puerta.

Ni siquiera se dignó en pedir un <<lo siento>> por no haber tocado la puerta antes de entrar. No me dirigió la palabra para decirme que me había dejado algo en la habitación, o tan siquiera miró a los ojos. Aunque era obvio que le miraba a través del cristal que estaba en frente de mi para tener que dar tales explicaciones.

Volví a encender la secadora, tardando alrededor de diez minutos en secar mi cabello para dirigirme hacia la cama. Paré justo delante de lo que había dejado Sten y lo tomé para investigar de que se trataba. Habían varias bolsas una dentro de la otra, para al final, obtener una pequeña caja color malva.

Dos toques en la puerta fueron suficientes para que dejara de lado todo y girara mi eje unos 180 grados. Aguanté la toalla con fuerza y observé del otro lado del portón, al mayordomo Helms.

-El Señor me ha pedido que te traiga esto. - entregó en mis manos unas cuántas ropas y otro envoltorio. Dió media vuelta y se marchó como anteriormente había hecho el otro chico, sin ni siquiera mirarme a los ojos.

Miré los pequeños actuendos y coloqué sobre la cama. Era ropa casual, la típica para divagar por cualquier lugar de la casa y, tal vez, también podría servir para dormir. Se suponía que si estuviera viviendo bajo su techo me mantuviera, porque de otro modo no sabría cómo vivir, aunque de cierto modo no me agradaba nada la idea de que lo hiciera.

No sabía nada de ese hombre que se hacía llamar <<Señor Sten>>. Y aunque mi vida en estos momentos dependiera de él, puesto que no tenía salida y las posibilidades de huir de este lugar eran nulas, no me gustaba el tipo de atenciones que por su parte me hacían llegar.

Bajé con cuidado las escaleras mientras aguantaba del barandal que impedía que cayese al otro lado. En la cocina el peli-negro se encontraba hablando y acomodé de cierta manera para escuchar su conversación. Todo se escuchaba cada vez más bajo hasta que escuché mi nombre, o mas bien mi apellido salir de su boca.

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