Capítulo 1

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15 de Julio del 2020
4:00 p.m

Arnie Weeler

Había pasado todo un curso de clases de ballet, pruebas y seminario aburridos. Caminaba por los anchos pasillos del Instituto mientras veía a varios estudiantes despedirse de sus compañeros. Se abrazaban, reían, y algunos hasta lloraban porque no se verían en mucho tiempo, puesto que recién comenzaban las vacaciones de verano.

Coloqué mis auriculares y me alejé de la multitud, no necesitaba que esas caras hipócritas se acercaran a mi fingiendo que me extrañarían, cuando en todo un curso, nos hemos dirigido la palabra si acaso, dos o tres veces.

La brisa golpeaba mi cabello haciendo que se esparciera de un lugar a otro. Tomé mi celular y llamé a mi madre para informarle que estaba de camino a casa, ya que por alguna extraña razón, me había dicho en la mañana que lo hiciera.

Voltee la mira hacia detrás por una última vez. Esa sensación extraña que me hacía dudar de que alguien me estuviese siguiendo no desaparecía, y en el momento en que trataba de investigar no notaba nada sospechoso. Ni siquiera alguna persona extraña de la que pudiera preocuparme o darle mucha importancia.

Saqué la llave de mi bolsillo trasero una vez en frente de la casa para con cuidado la entrarla en la cerradura. Giré la manija pero me llevé una grata sorpresa al encontrármela abierta. No fue algo que me resultase raro, puesto que de vez en cuando mi padre olvidaba cerrar la puerta con seguro.

-¡Llegué! - grité con fuerza para comenzar a subir los escalones directo a mi cuarto.

Me deshice del uniforme y coloqué algo más cómodo sobre mi cuerpo, para bajar a comer algunas de las fresas frescas que mamá normalmente me compraba. Mi estómago no paraba de gruñir y aunque eran mis preferidas, papá decía que eran buenas para el cuerpo por lo saludables que llegaban a ser.

Al dar el primer paso para tocar las escaleras siento unas voces extrañas, por lo que me detengo y hago que mis acciones sean cautelosas, dónde comienzo a mirar por una esquina hacia la sala. Podía observar dos hombres de negro gigantescos de espalda, y en su frente otro hombre que se encontraba sentado en el sofá, junto a mis padres.

-La niña está arriba, enseguida se la presento. - escuché decir a mi madre y di un paso hacia atrás por inercia.

-¿A dónde vas? - susurró otro hombre de negro mientras me sostenía por los hombros y me bajaba a rastras por las escaleras.

-¡Suéltala, por favor! - indicó aquel hombre y el guardia le obedeció, por lo que inmediatamente corrí hacia donde mis padres mientras mi respiración agitada y el nerviosismo del momento, no me dejaban expresar bien.

-¿Qué está pasando? ¿Quién es éste señor? ¿Qué hacen aquí? - infinitas preguntas pasaron por mi cabeza en ese momento, pero el tan solo mirar sus caras me causaba angustia.

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