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-No me gustan los juegos Weeler. No hagas que mi paciencia estalle una vez más. - dio un paso hacia atrás para luego acercarse a mi.
Dobló el cuello de mi camisa y se paró en frente de la silla en la que me encontraba. Me dirigió un...
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21 de agosto del 2020
Prince Sten
–¿Ya estas lista? — asomé mi cabeza en la puerta de Weeler, quien peinaba su cabello en frente del espejo y, al oír mi voz dirigió su vista en mi dirección.
–Ya casi. — respondió.
–Te espero abajo. — dije oara que asintiera y bajé las escaleras para dirigirle unas palabras a los guardias.
Miré el reloj de mi muñeca, visualizando que llevaba esperando por la chica mas de diez minutos y el auto ya estaba listo para dirigirnos al pueblo, puesto que haría algunas compras que se me hacían muy necesarias. Al mismo tiempo quería sacarla a despejar un poco la mente y además, para que eligiera su desayuno, almuerzo y comida de los días restantes de la semana.
–Ya estoy lista. — la chica asomó su cabeza por la parte de fuera de la ventanilla del auto, ocasionandome un buen susto. Le hice una seña de que entrara y se acomodó a mi lado, indicándole al chofer en el mismo acto que ya podía arrancar el vehículo. —¿A qué se debe esta repentina salida?
—¿Preferías quedarte en casa encerrada?
—No.
—Entonces no te quejes.
—No me he quejado.
—Weeler, hablas demasiado. Quiero tener un viaje en silencio.
Miré por la ventanilla el paisaje del camino para con el rabillo del ojo poder ver que se había enfadado por mi comentario. Bufó en silencio y llevó su mano a la barbilla para mirar a través del cristal también.
~
Nos encontrábamos en el Centro Comercial. Weeler llamaba mucho la atención al estar a mi lado, puesto que su vestido rosa con fresas y una carterita en forma de su fruta preferida hacían que todas las personas que pasaran por nuestro lado se detuvieran cinco segundos a mirarnos. Mi traje elegante no ayudaba y parecíamos unos extrajerod recién llegados.
No les culpo por su buen gusto en ropa.
Entré a la tienda de víveres. Miré todas las frutas, verduras, legumbres y cosas útiles que le fueran a servir de ayuda a la chica en mi ausencia.
–¡Elige todo lo que quieras! — le indiqué mientras arrastraba un carrito de compras hasta donde se encontraba.
—¿Lo que quiera?
—Sí, solo no elijas tanta comida chatarra, por favor.
–No iba a hacerlo. — levanté mi entrecejo y ella negó sonriente.
<<Hasta yo elegiríamillón de comida chatarra si me fuera a quedar 3 días solo.>>