12. Permiso

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   Era muy tarde, Severus Snape lo reconocía. Había ido a hacer vigilancia un rato por los oscuros pasillos de Hogwarts ya que era la tarea que se le había asignado y tan pronto como llegó a su despacho, se sentó y ocupó su escritorio.

   No perdió tiempo buscando su reloj para revisar la hora. La oscuridad que se había presentado en el castillo y la misma que lo rodeaba en ese momento le indicaba lo tarde que era ya. Tuvo que encender algunas velas con algo de magia para poder ver.

   Le habían llegado varias cartas y también tenía mucha tarea que corregir. Sin embargo, la más importante era la que primero cayó en manos de Harry cuando estaban en el comedor.

   Lo había observado bien, como siempre lo hacía cuando se trataba del omega. En la mañana habían llegado las lechuzas y Hedwig aterrizó junto a su dueño, dejándole una carta. El menor, rodeado de Ron y Hermione, abrió la carta y los tres leyeron con bastante curiosidad reflejada en sus rostros. Al final, habían cambiado el semblante a uno sonriente y el chico guardó la carta. Más tarde, antes de entrar a clases, se la había entregado.

   O sea, algo tenía que ver con él y hasta ahora no lo había revisado.

   Y no era algo que le carcomía el interés junto con la incertidumbre pero últimamente le importaba mucho cualquier cosa que tratara del menor. Así que, ya en su escritorio, tomó la carta con cuidado y la abrió. No había nada interesante que percibir, el papel no era la gran cosa ni su sello ni nada. Eran hasta mediocres para su gusto.

   La sorpresa se la llevó al abrirla e iniciar la lectura.

Querido Harry:

¿Qué tal, pequeño?, ¿Cómo te encuentras en Hogwarts, al cuidado de Quejicus? Espero que bien. En cualquier caso, si te sucede algo, solo basta con enviarme una carta. A pesar de que no me conoces mucho, puedes contar conmigo para lo que sea.

   Severus rodó sus ojos con solo leer ese párrafo. Le debería enviar una carta escribiéndole que vaya a comer mierda pero no era muy educado de su parte. Además, el también hubiera escrito lo mismo para Harry. Sirius solo lo estaba protegiendo.

   De todas formas, no es ese mi motivo, al menos no del todo. La razón por la cual escribo esta carta es que, quería invitarte a pasar todas las vacaciones de este año conmigo. Es posible que a ya sabes quién no le agrade mucho la idea pero sería maravilloso pasar tiempo contigo. Incluso, Remus está invitado. Grimmauld Place es habitable, ambos estuvimos limpiando.

   Así que me gustaría que hables con ese tipo que tienes por tutor y le pidas permiso para estar con nosotros.

    Esperaré tu respuesta pronto, Harry.

                                              Sirius.

   El alfa podría haber hecho la carta pedacitos y nunca más sacar ese tema, prohibiéndole a su pequeño cualquier tipo de contacto con ese sucio perro. La forma en la que se habían referido a él le había ofendido por demás. ¿Quejicus otra vez? No eran más adolescentes, era completamente innecesario. ¿Ya sabés quién? ¿Era necesario compararlo con lo que alguna vez fue su señor Voldemort? No le resultaba ofensivo si se lo ponía a analizar pero cualquier oración que saliera de la boca de Sirius le parecía más que desagradable y burda. Y ahora... ¿Ese tipo que tienes por tutor? Era demasiado. Muchísimo.

   Aunque desgraciadamente no podía pensar en él mismo y su orgullo herido. En realidad tenía que pensar en el omega. Era espantoso, si, pero era la verdad.

   Lo más sensato que podía hacer era dejarle la decisión en sus manos y no imponerle nada. Después de todo, así Sirius sea un bruto, tenía el derecho de ver a su ahijado y Harry, de conocer con más profundidad a su padrino.

   Si, no le quedaba más remedio. Tenía que ceder. Tenía que darles permiso. Porque si tuviera que compararse con Sirius en cuestión de lazos, él no era nada. Solo había sido la última opción de Dumbledore para rescatar a Harry. Solo eso...

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