16. Yule Ball

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   Al otro lado de la puerta, con muchísimo más frío que lo usual porque así era la temperatura de las mazmorras y a la vez, sudando como si hubiese un calor infernal y como si lo que iba a pedirle fuese maldito, estaba Harry Potter.

   Como era evidente, el Yule Ball se acercaba. Tan solo quedaban unos días. Dos, tres, no recordaba bien. Pero si tenía presente que debía ir. Y por suerte, se dieron todas las condiciones para participar. A partir de cuarto año se podía ingresar, Harry estaba en su cuarto año. Cedric Diggory le había pedido que sea su pareja en el baile (cosa que le había dado mucha vergüenza), o sea, tenía con quién ir. Y además, tendría que dar inicio al baile junto a los demás campeones y sus acompañantes.

   Era como un cuento de hadas hecho realidad, como esos que te leían cuando eras un niño. En general, lo que vivía con el Hufflepuff le parecía fantasioso, ficticio y hasta irreal, incluyendo su relación. Diggory era en verdad muy buena persona y en él por fin había encontrado a alguien que lo comprendía, no lo juzgaba y lo ayudaba. En verdad era muy reconfortante. Y a pesar de que los rumores de una posible relación amorosa lo ponían algo tenso, no podía evitar verle el lado bueno a la situación.

   Si, porque al principio nadie le había dicho nada y todos le murmuraban cosas o le silbaban  al estar muy pegado a él. Luego se enteró de su casta y ahí fue donde comprendió todo. Los nervios y una sensación de culpa fueron muy importantes, no quería imaginarse que reacción tendría Severus si es que le había dado importancia a lo que los alumnos decían. De igual forma, dejó de lado ese problema. El omega no sabía lo que sentía en concreto. Lo único que sabía era que, sentía que le debía algo a Cedric por todo lo que había hecho hasta ahora, especialmente porque ahora no se sentía tan mal sin Ron y Hermione. Lo ayudó a superarlo un poco. Logró comprender algunas situaciones y eso fue muy bueno para él.

   Por lo menos no se sentía culpable.

   Pero de ahí en más, nunca se había visualizado en una relación con Diggory como los demás hacían.

   Si, él era muy guapo, era difícil no querer verlo porque toda su imagen era armoniosa y tan bella que parecía un pecado no querer hacerlo. Sus rasgos cincelados, el color plata de sus ojos, su cabello, su aroma, era imposible. Era imposible no querer estar cerca de él si era tan precioso y dulce. Solo que, nunca en su vida se había visto viviendo o estando con otra persona.

   En realidad, su esquema de vida era seguir viviendo con Snape si se lo permitía y no lo echaba de una patada. Y tal vez ser auror, pero de ahí en más, nada.

   En fin, tampoco iba a estresarse por eso. Que suceda lo que tenga que suceder en su vida.

   Si, todo muy bonito. Volviendo al tema del baile, todo era muy lindo. Claro que si. El único inconveniente era el pocionista. Porque a pesar de que no debería pedirle permiso ya que no era necesario, él sentía que tenía que comunicárselo. Avisarle. Entonces ahí se encontraba, afuera de su despacho, dudando si tenía que decírselo o no.

   Porque hace meses no hablaban. Él había elegido no hablar con él, por supuesto. Le daba remordimientos todo lo que había pensado y las conclusiones que había sacado en algún momento, además de la forma en que lo trató, sin dar explicaciones, solo huir. Pero no podía evitarlo toda la vida. Aparte, si cometió algún error, el pensaba que debía pedir disculpas así el mayor no lo hiciera nunca. Porque no era una excusa.

   Tenía que decirle de alguna manera.

   Así que sin tanto preámbulo, tocó la puerta despacio y luego entró. La abrió lentamente, escuchó los chirridos que dio y después la cerró, apoyándose en la madera como siempre acostumbraba para no interrumpir.

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