25. Tercer día de celo

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   Al día siguiente, se habían calmado un poco. Para el adulto ya no era necesario estar encerrados para continuar haciéndolo. Por lo menos no de esa manera tan salvaje, al punto de quedar inconscientes. Bueno, Harry aún podía aguantarlo, estaba diseñado para eso, solo que Severus supuso que era suficiente. Marcó un límite él mismo. Sabía que el cuerpo del chico había sufrido bastante. No lo iba a sobreexplotar más.

   Incluso se vistieron para sellarlo y no hacer nada más. El mayor le prestó sus prendas de cuando era jovencito y así quedó.

   Le bastaba con tenerlo cerca, revoloteando a sus alrededores. Le complacía demasiado solo abrazarlo. Con el hecho de estar juntos, sobraba.

   Como ahora, que estaban ambos en el sofá.

   Pero resultaba algo... frustrante. Era como si el omega se lo hiciera a propósito. A veces creía su misión era esa, provocarlo, molestarlo con motivos desconocidos.

   El chico había dicho que escribiría cartas junto a él. Había querido tiempo para él solo, antes se lo había manifestado. Sin embargo, se encontraba tan apegado que tomó la decisión de hacerlo en la sala de estar, mientras Severus lo observaba desde su sitio.

   Evidentemente, todo salió mal. Demasiado. Primero, Harry ni siquiera le preguntó, directamente obligó al adulto a estar con él y este, se resignó (¿En qué momento cedía a todo lo que le pedía?). Segundo, luego de recostarse en el regazo del mayor, apoyando su cabeza en esa parte, leyó las cartas que le llegaron y las dejó encima de la pequeña mesa, estirando sus brazos, sin siquiera formular posibles respuestas (aunque no estaba en una posición muy cómoda que digamos). Después de varios minutos, manifestó su desinterés y la "vagancia" le invadió (porque Severus sabía que algo quería. Su manera de actuar caprichosa le decía todo). Tercero, dio vueltas por el sillón debido al "aburrimiento" y al  terminar por casi patearle la cara al mayor en una de sus vueltas, Severus por consecuencia se enfadó un poco. Entonces, como cuarto lugar, en un afán por demostrar que estaba "arrepentido" (Porque tal sentimiento no existía, solo era una excusa para estar cerca) terminó por subirse arriba de él para ambos terminar mimandose mutuamente.

  No era un problema, estaba muy lejano de ser eso. No era catastrófico el golpe que no llegó a serlo. De hecho, para el alfa era como vivir en un sueño con aroma a fresas y algodón de azúcar por todos lados. Nunca creyó que algo así llegaría a su vida... Aún estaba embobado por esa idea. Le parecía imposible, complejo de asumir. Si fuera por él mismo, detendría la vida en ese momento con tal de que no se desvanezca. Si alguna vez pensó, años atrás, que Harry podría quedarse en casa y dejar de lado Hogwarts, pues lo consideraba nuevamente. No porque insista en ser posesivo y demostrarle al chico el lado más crudo de su instinto alfa. Más bien, no sabía como iría a sobrevivir otro medio año sin su presencia.

   Por lo menos estaban bien. Por lo menos, la situación dio un giró y terminó por vencer la verdad. Estaba con quién amaba y debería bastarle. Solo que, si se tratara de algo controlable, sería fácil.

   Pero no lo era.

   Nada lo era si, al final, le costaba resistirse a cualquier muestra de afecto por parte del chico. Más, al saber que tendría que irse en algún momento. Harry se había sentado a horcajadas en su regazo. Lo había abrazado y le había brindado besos de forma casta por la comisura de los labios, también en los alrededores. Severus cerró sus ojos y sonrió ampliamente al estrecharlo aún más contra su gran cuerpo.

   Era tan gratificante estar así. Respirar. Respirar a Harry. Respirar sus aromas. Saber que estaba ahí junto a él era preciado. Le fascinaba. Aún si las feromonas del jóven le sacaban de sus casillas porque era insoportable la forma en la que lo atraía. Porque siempre le hacía perder los estribos y él había pactado algo desde el comienzo del día: dejarlo descansar por unos momentos.

En La HilanderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora