Severus Snape no llevaba la cuenta. Si lo hacía, sería mucho más angustioso de lo que ya es. No estaba apto mentalmente para recibir más de esas emociones abrumadoras. Solo podía deducir que, hace varios meses había dejado de ver a Harry.
Y se sentía muy fuerte su ausencia. La hilandera era tan decadente sin él. Pero estaba haciendo el bien, eso bastaba.
Harry habría partido a Hogwarts, iniciando su sexto año. Antes, se había ido por más de un mes y lo había dejado solo en ese tétrico lugar. Eso quiere decir que su plan, estaba yendo a la perfección. O por lo menos, gran parte que lo conformaba.
Sin embargo, era débil. Muy débil. Se sentía tan vulnerable. Era como caer en la abstinencia. Porque aquello para él era como purificarse después de tantas sustancias. Rehabilitación. Y aunque anhelaba deshacerse de ese sentimiento, no podía. De hecho, lo ansiaba con aún más intensidad que antes. Necesitaba verlo otra vez.
Se había prometido matarlo, como pudiera. Se había prometido desechar cualquier rastro de cariño más allá de lo paternal por Harry y aún así, no podía.
Fue como escribir esa carta para Sirius por quinta vez consecutiva. Por más que quisiera, no podía ponerle un final del todo. Podía terminarla, más no enviarla. Realmente era vulnerable.
Tanto que, en su desesperación o abstinencia, decidió escribir para Harry con la idea de saber sobre él. Lo más mínimo. Solo un poquito, no le haría daño. Nada en particular, las típicas preguntas sobre su ánimo y que haría para vacaciones de invierno.
Cualquier cosa con tal de poder prefabricar una presencia y sentirla ahí mismo.
Y justo, mientras bebía una taza de té, en su sillón de siempre, leía la respuesta que le había llegado por la mañana.
No había gran detalle en la carta. De hecho, había sido lo bastante seca y cortante como para sentirlo similar una daga bien afilada, fileteando su corazón. El muchacho fue preciso, le contestó lo justo y necesario y le aclaró que, tal vez, iría durante las vacaciones de invierno con Sirius.
Estaba muy bien. En verdad, demasiado. Él mismo le había pedido que se vaya, tener mucho menos contacto. Entonces, ¿Por qué se sentía tan miserable? ¿Tan desgraciadamente triste?
El verano aún no acababa. Todavía quedaban días de calor y aún así, se sentía congelado. Tenía frío, uno indescriptible. Que le abrazaba los órganos y lo hacía sentir más mediocre de lo que ya era. Ni siquiera un sorbo de té podría ayudarlo, nadie podía quitarle la infección que tenía dentro, recorriendo cada sector de su ser. Ni él mismo podía.
Pero estaba dispuesto a convivir con ese pesar. Ya lo había hecho antes, no era muy diferente a Lily. No quería recordarla, no podía sufrir por los dos al mismo tiempo. No obstante, era la verdad. Ya había experimentado el abandono en cualquiera de sus formas, una sola vez más no iba a matarlo.
Aunque lo sentía así, no iba a matarlo para su desgracia.
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Que martirio podía ser el tiempo en algunas ocasiones. Por lo general, esa oración aparecía con frecuencia en los pensamientos de Severus. Sonaba sin cesar el tic toc en su cabeza.
Pleno invierno, ya casi vacaciones. Mañana empezarían. Aún lo recordaba. No podía olvidar sus años en Hogwarts. Ni como estudiante, ni como profesor. Tampoco podía deshacerse de lo que tanto le hacía sufrir.
Al final tanto tiempo libre lo estaba destrozando. No había nada que hacer para distraerlo de la vida en general y eso le causaba mucha amargura, más de la que su sistema soportaba normalmente.
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En La Hilandera
FanfictionSeverus Snape se ve obligado a criar a Harry Potter debido a la violencia y la irresponsabilidad de Petunia Dursley y su familia. Severus Snape no quería hacerlo, pero Albus no se lo dejó de otra manera. Severus Snape cree que los alfas no tienen un...