24. Segundo día de celo

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   Abrió los ojos. No sabía cuantas horas llevaba inconsciente, solo se despertó de repente.

   Apenas lo hizo, percibió el peso de unos brazos rodeando su cintura. También, se dio cuenta de lo cálido que estaba. No era para menos, un cuerpo detrás suyo, pegado a él, le brindaba todo el calor que necesitaba en esos momentos donde el frío era intolerable. Además, sintió la respiración pacífica del adulto, que le erizaban los vellos.

   Aunque, al poco tiempo, apareció el dolor que tanto temía desde un principio. Sus piernas lo mataban, su cuerpo en si lo hacía. Supuso que se trataba de posiciones que nunca antes había hecho. Sus músculos necesitan acostumbrarse. Sin embargo, por más justificación, no dejaba de ser molesto. Hasta los fluidos que caían desde su cavidad le daban una sensación desagradable. Era tan raro y nuevo para él.

   Después varios minutos decidiendo si iba a volver a dormir o si iba a despertarse por completo, para asearse por lo menos, recordó la noche anterior. Vaya que había sido muy intenso. Pensó. Por consecuencia, sus mejillas adquirieron un tono suave color rojo.

   No, jamás creyó que terminaría así. Con el cuerpo adolorido pero con aquel hombre a su lado.

   Al final, lo había conseguido. Aquel plan que se le pasó por la cabeza al discutir con Hermione había funcionado. Su único inconveniente ahora era la posible reacción de Severus al estar consciente otra vez. Después de todo, el susodicho solo había reaccionado por sus feromonas.

   Le invadió la inseguridad por momentos. ¿Qué diría al despertar?, ¿Se arrepentiría? No era posible creerlo... No hubo lugar para conversaciones al momento de hacerlo, pero lo poco que el adulto había pronunciado se le incrustó en el corazón para toda su vida. No podía tratarse de mentiras.

   No podía ser posible.

   Como no quería amargarse la mañana tan pronto, simplemente ahuyentó cualquier pensamiento negativo. Suficiente fastidio eran sus músculos. Cuando el momento llegue, verá que sucede y de que hablaran. Mientras tanto, se interesó por el cuarto de el alfa ya que nunca había estado ahí.

   No era muy diferente al resto de la casa. Había libros por todos lados y muebles desgastados y desteñidos por los años. Aquel parecía su tinte especial: que todo sea decadente. Pero a Harry le gustaba muchísimo de alguna forma. No sabía que era exactamente lo que le fascinaba. Tal vez, en su mente, al relacionar lo desgastado con Severus le ocasionaba tal efecto. También le parecía magnífico el hecho de estar ahí por que se sentía flotando dentro de una burbuja protectora. Que bonito era... Quería estar allí toda la vida.

   Después de observar por varios minutos las paredes a las que se les caía el papel que las cubría y el armario que estaba contra una esquina, en la misma condición que las demás cosas, sintió un impulso por levantarse y revisar cada cajón, cada parte del lugar. Quería nutrirse, quería saber donde estaba todo como si fuese a ser su nueva habitación.

  Claro, no pretendía irse de ahí ni aunque le paguen mil galeones de oro.

  Así que, con la ansiedad recorriendo todo su cuerpo, se movió un poco para soltarse del agarre del mayor. Podía quedarse ahí mismo y esperar, pero robarle una prenda a Snape y saber que conservaba en los cajones le parecía tan atractivo que no podía resistirse.

   Después de varios minutos y cuando creyó que por fin tendría libertad, con entusiasmo se había intentado sentarse, pero unos brazos lo volvieron a arrastrar a su debido lugar.

   Severus había despertado.

—¿A dónde crees que vas?—Le preguntó el mayor empleando una voz demasiado ronca y seca. Se notaba mucho que recién despertaba.

En La HilanderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora