|Primer libro de la trilogía: El rompecabezas|
La confianza es tan difícil de conseguir. Es como plantar una pequeña semilla y esperar día tras día a que crezca un poco más. Pero a la vez es tan fácil de perder, como es de fácil arrancar una flor de...
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Dos meses más tarde
Los días habían pasado lentamente entre dias fríos y cielos nublados.
Emily se sentía acompañada, ya que el cielo se amoldaba a la perfección con su estado de ánimo.
Al principio, cuando apenas volvieron a casa, los chicos querían hacer de cuenta de que nada era diferente, pero después llegaron los silencios incomodos, las risas falsas. ¿Por qué? Porqué faltaban las risas contagiosas de Fleur, los chistes de Josh, las anécdotas graciosas de Wins, los abrazos de Amber, Tyler y las miles de fotografías que le gustaba tomar y Matt con sus pasos de baile extraños.
No era lo mismo, jamás lo seria. Pero tendrían que adaptarse a todo lo nuevo, tenían que soltar y avanzar por más difícil que fuera. Y este día era especial para hacer aquello.
Emily se vio al espejo una última vez. Tenía un vestido largo y negro, simple, pero bonito. No llevaba ni una gota de maquillaje, y su cabello castaño se encontraba suelto.
Tomo su bolso y salió de su cuarto, en la sala la esperaban los demás. Los chicos lucían un traje negro entero y las chicas, vestidos simples como el de ella.
—¿Lista cariño? —le pregunta su madre. Ella asiente sin decir nada y luego salen de la casa. Se dirigen hacia los dos autos que están estacionados afuera. Emily va con su madre y el resto de los chicos van en el auto de Alex.
Se dirigían al funeral de los chicos, los despedirían a todos juntos.
Por suerte podrían hacerlo en privado.
La privacidad es otra de las cosas que perdieron luego de lo sucedido en Redwood. Su historia se había dado a conocer y muchas personas los acosaban queriéndolo saber todo, incluso habían querido aparecerse en el funeral y grabarlo. Pero los chicos hablaron con la policía y ellos se encargarían de que nadie los molestara en ese día tan importante.
Madison miraba por la ventana, intentaba distraerse para no comenzar a llorar. Últimamente estaba más sensible, se permitía descargar todo lo que oprimió en esos tortuosos días. Además de que no lo podía evitar, iba a su cuarto y veía todas las paredes llenas de fotos con los chicos y lloraba o se ponía furiosa al encontrar una en donde estuviera Cailyn, pero luego esa furia se convertía en más dolor.
Todos pasaban por algo similar, ya que todos tenían esa herida abierta que tardaría en sanar. Pero algún día lo harían, y el recuerdo de los chicos dejaría de ser doloroso para después convertirse en recuerdos buenos.
—Llegamos —anuncio Alex despertando a todos de sus pensamientos. Bajaron del vehículo en silencio y caminaron hacia Emily.
Los cinco atravesaron la reja blanca que rodeaba todo el lugar. Se tomaron de las manos y caminaron hacia el lugar en donde los padres de los chicos y los de ellos los esperaban.