La cafetería iniciaba sus actividades en medio de la ciudad a primera hora de la mañana, y permanecía atendiendo hasta entrada la noche.
Una puerta de madera tallada dividía la pared del frente en dos. A la izquierda, se apreciaba un ventanal que permitía ver a los clientes disfrutando de sus pedidos junto a la majestuosa compañía felina. En la parte superior del cristal, podía leerse "Desaires Felinos: Cafetería de gatos y plantas".
En la pared de la derecha habían pintado con trazos suaves el logo de la catfetería: una taza de café sobre la cual flotaba un corazón. Como vapor escapando de la bebida, un hilito zigzagueante amenazaba con resquebrajar ese símbolo romántico desde su base.
El colgante sobre la puerta tintineó cuando Aitana ingresó con desenvoltura. Las paredes verde musgo la envolvieron con la frescura de un jardín.
—Buenas tardes, bellos astros —saludó a los gatitos que bebían agua de una cascada formada por piedras artificiales y plantas acuáticas, en una esquina.
Ubicados en lugares estratégicos del salón, se veían pedestales con almohadones. Algunos gatos dormían sobre ellos para recuperar la energía gastada en deslumbrar con su belleza.
Las mesas eran redondas, con una flor estilo mandala pintada en todo su tablero. Aquellas que se ubicaban contra las paredes estaban acompañadas por sofás acolchados. Las del centro del local poseían sillas altas sin respaldo.
Los clientes conversaban animados, acompañados por una taza y algún postre, con un felino en su regazo purificando cualquier mala vibración.
La joven levantó el brazo en saludo a los empleados del mostrador y se encaminó hacia el ascensor. En el piso superior estarían los clientes que solicitaban en persona los servicios de la agencia, pero no era ese su destino.
Apoyó la palma en el lector del ascensor y aguardó. Esa caja metálica comenzó a descender con un suspiro.
Lo primero que sus ojos vieron al abrirse las puertas en el subsuelo, fue el cartel inmenso de:
Desaires Felinos: Agencia especializada en sabotaje y rescate de situaciones problemáticas.
Lo siguiente fue el suelo cuando se agachó para esquivar un boomerang que casi corta su cabeza.
—¡Lo siento! —Una mujer con armadura salió corriendo del pasillo y recogió el juguete letal—. Estamos entrenando a los francotiradores. ¿Estás bien?
—¡Por supuesto que no estoy bien! —chilló Aitana tras ponerse de pie, llevando la palma a su corazón agitado—. Malditos reflejos. Si me hubiera quedado quieta pude haber pedido licencia con gastos pagados por accidente laboral.
—Yo... tengo unos minutos libres. ¿Quieres que te empuje por las escaleras? —ofreció su interlocutora con una sonrisa gentil.
Aitana se llevó un dedo a la barbilla, considerando la oferta.
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Agentes del desastre
HumorLos contrataron para arruinar una boda, pero desataron el caos en la iglesia equivocada. *** En el subsuelo de una inofensiva cafetería de gatos se oculta Desaires Felinos, una agencia especializada en rescate de situaciones problemáticas. Aitana...