Los restaurantes de Sientelvainazo tenían un aura rústica propia de los pueblos.
Entre la escasa variedad que había para elegir de la zona comercial, ingresaron a uno que tenía por nombre Estamos en el horno.
Cuadros de estilo vintage decoraban las paredes de tonos tierra. Hornos de barro habían sido instalados en las cocinas del fondo, donde los chefs introducían pizzas ante los ojos fascinados de los comensales. Desprendían un aroma propio del pan recién horneado y le daban calidez a esa noche llena de promesas. Los parlantes reproducían música jazz a un volumen suave, salvando a los clientes del espeluznante silencio incómodo.
—Me encanta este ambiente —suspiró Eliza—. Es como viajar a finales del siglo veinte.
—¡A mí también! Es un respiro de tanta tecnología —agregó Aitana, sin mirarla, mientras introducía la contraseña del wifi en su celular.
Cuando terminó de conectarse, envió un mensaje rápido a Exe para avisarle que había llegado a salvo al restaurante. Agregó que tenía intención de olvidar su existencia por unas horas y que lo autorizaba a jugar con Manuela si llegaba a sentirse solito.
La respuesta de su compañero fue inmediata. Un emoji que habría sido el signo de la paz si no se hubieran olvidado de levantar el índice.
"Mi marido es tan cariñoso y romántico", pensó con una sonrisa. Entonces, guardó el celular en su bolso que colgaba del respaldo de la silla.
—¿Estás segura de que a tu esposo no le molesta que salgas sin él? —Eliza la arrancó de su ensimismamiento y le recordó que tenía trabajo pendiente.
—¿Por qué habría de importarme? —preguntó Aitana, parpadeando.
—Porque están de luna de miel. Se supone que deben pasar todo el tiempo juntos.
"Tienes ideas un poco chapadas a la antigua cuando se trata de las relaciones", le habría gustado responder.
—¿Se supone? —repitió con suavidad, apoyando los codos en la mesa y entrelazando sus dedos.
Eliza bajó la mirada y tomó el menú. Se dedicó a leerlo para evadir la pregunta.
Raptarla del hotel había sido más fácil de lo esperado. Después del estrés del día anterior, Eliza había planeado una cena romántica en compañía de su esposo... hasta que Aitana la interceptó en el pasillo. La agente no la dejó ir hasta que aceptó acompañarla a vivir una noche de chicas.
Una hora después se encontraban en la zona comercial de Sientelvainazo, con maquillajes suaves y vestidos veraniegos.
—No existen instrucciones para vivir la luna de miel, Eli. La única regla es divertirte y relajarte.
—Admiro tu despreocupación...
—Vivo bajo la filosofía del: Si deseas hacer algo y el único motivo que te detiene es el qué dirán, es tu obligación hacerlo del modo más escandaloso posible.
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Agentes del desastre
HumorLos contrataron para arruinar una boda, pero desataron el caos en la iglesia equivocada. *** En el subsuelo de una inofensiva cafetería de gatos se oculta Desaires Felinos, una agencia especializada en rescate de situaciones problemáticas. Aitana...