Capítulo 20

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Cuando Gianella terminó su explicación, sacó una carpeta con fotocopias de su mochila y las fue repartiendo entre los turistas

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Cuando Gianella terminó su explicación, sacó una carpeta con fotocopias de su mochila y las fue repartiendo entre los turistas.

Por lo que Aitana consiguió entender, debía completar ese formulario con sus datos personales y números de emergencia. Además, exoneraba de cualquier responsabilidad a los guías e instrucciones en caso de que algo malo le sucediera durante la travesía.

"Reconfortante", pensó mientras firmaba sin molestarse en leer la letra pequeña. Era una costumbre desarrollada después de darle clic a tantos He leído y acepto los términos y condiciones.

Cuando la guía terminó el papeleo, se acercó al grupo de profesionales que terminaban de inflar los botes. Un hombre de mediana edad dio un paso al frente. Vestía pantalones holgados y una camiseta deportiva, un silbato colgando de su cuello. Su bronceado y cabello descolorido demostraban cuántas horas pasaba al sol.

—Antes de comenzar, les doy la bienvenida a turismo aventura en la Reserva Natural Yavalimos —comenzó su voz grave—. Como Gianella acaba de presentarme, soy Rafael. La actividad que realizaremos hoy se llama rafting. Consiste en descender un río en estas embarcaciones conocidas como balsas. —Señaló los botes inflables sobre la tierra—. Como algunos sabrán, los ríos se clasifican mundialmente en seis niveles. El Río Paranóiorar pertenece al segundo, por tratarse de aguas navegables prácticamente sin obstáculos. De cualquier modo deberán usar protección.

—Sabio consejo para recién casados —asintió Aitana.

—Casco y chaleco de flotación. —El instructor levantó ambos objetos y los fue repartiendo mientras hablaba—. En cada bote irán seis o siete personas más un guía. Presten atención porque les voy a explicar las posiciones que deben adoptar dentro de la balsa y el recorrido que realizaremos...

Mientras el hombre explicaba algo de suma importancia, los equipos se estaban formando mediante alegres conversaciones.

—Emilio no irá, le tiene fobia a los riesgos. Mejor así —agregó Eliza, su cuerpo rígido al echar un vistazo a su esposo—. Estoy demasiado enojada. Necesito más tiempo para tranquilizarme y pensar con claridad. No sería correcto terminar diciéndole algo hiriente.

"¡Alerta de comportamiento maduro y saludable!", pensó la agente.

—No sé si sería correcto, pero pienso que se sentiría muy bien mandarlo al diablo. ¿Quieres que invite a Exequiel a nuestra balsa o en este momento todo espécimen masculino te da asco?

Asco es una palabra muy fuerte... Solo me frustra que sea tan cerrado.

—¿Les importa si vamos con ustedes? —preguntó la mujer mayor que les había hablado minutos atrás.

—Florentina —Su esposo le ayudó a abrochar su casco—, las muchachas son jóvenes. No quieren dos viejos en su bote.

—Por mí no hay problema —aceptó Eliza con una sonrisa gentil.

Agentes del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora