Capítulo 29

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"Ya es tarde

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"Ya es tarde. Lo que no pudo ser, no será", trataba de convencerse.

Si viviera aferrada a lo que podría haber sido, en ese momento estaría sentada al borde de un puente con un título universitario en sus manos y una montaña de arrepentimientos sobre su cabeza.

El destino de Aitana Amorentti había sido planeado desde su nacimiento. Quizá incluso antes, el cielo era testigo de lo obsesivos que podían ser sus padres.

Los estudios que recibiría, la oficina donde ejercería su profesión, la persona con la que se casaría, los amigos a su alrededor. Todo fue cuidadosamente trazado.

Esa Aitana dócil, atrapada en una jaula de oro, habría muerto de aburrimiento mucho antes de llegar a los treinta.

"Ay, no. ¡Estoy más cerca de los treinta que de los veinte! ¡Auxilio!".

Esos pensamientos daban vueltas por su cabeza mientras aguardaba en la habitación del hotel. Arrodillada sobre la cama, formó un nido con sus manos y descansó la coronilla en ellas. Gradualmente, fue levantando las piernas en el aire, recargando el peso del cuerpo sobre sus brazos. Sus pies rozaron la pared en busca de equilibrio.

No era fácil mantener su postura invertida, pero se sentía muy bien. Le ayudaba a reflexionar.

No le gustaba mirar atrás. No podía arrepentirse de cortar lazos con las dos personas que le dieron la vida. A veces se preguntaba cómo reaccionarían al ver que no terminó muerta de una sobredosis bajo un puente.

Algunos días solitarios consideraba buscarlos por redes sociales y chismosear qué fue de sus vidas. Pero no lo haría. Tenía su orgullo, se negaba a admitir que podría haber volado del nido de un modo más civilizado.

Su libertad no era negociable. No soportaba que alguien más decidiera por ella. Por esa razón, Exequiel le había provocado un cortocircuito. Si decidiera seguirlo, ¿realmente lo haría por sí misma o solo para complacerlo?

Ambos sabían que, para ella, aceptar el traslado representaría más que adaptarse a un nuevo lugar. Implicaría estar dispuesta a ir más allá con el hombre al que había llamado mejor amigo. Aceptar aquel incierto destino que algunos llamaban amor.

¿Qué había conocido ella del amor romántico?

Hasta donde recordaba, sus padres habían sido felices en su matrimonio. Exigentes y ambiciosos, con los mismos objetivos. Compartían un tipo de amor donde primaban las batallas juntos, pero escaseaba la empatía.

"¿Por qué te niegas a aceptar que alguien podría amarte?", la voz de Exequiel hizo eco en sus pensamientos. Cerró los ojos con fuerza.

"Porque nunca he escuchado esas palabras de alguien que no sea mi reflejo", habría deseado responderle. El único tipo de amor que había experimentado era el amor propio. Estaba satisfecha hasta entonces, era suficiente. O eso creía.

Agentes del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora