Veinticinco

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Tipo de narrador: Tercera persona.

Ella despertó sintiendo pesadez en sus ojos, la luz pegó en su retina causando que doliera, pero el dolor se fue poco a poco mientras ella veía todo con claridad.

Una persona dormía a su lado, llevaba durmiendo allí todos los días desde que la joven fue ingresada, después de aquél accidente.

Ella observó todo a su alrededor, se le dificultó respirar con aquel aparato que estaba en su boca, suministrando aire a sus pulmones.

Era una ayuda.

Comenzó a mover sus manos llevándolas a aquel aparato en su boca. De inmediato sintió miedo al recordar lo que había pasado... La noche anterior tal vez.

No lo sabía.

No sabía qué día era, que horas eran. Lo que si sabía era donde estaba.

En un hospital, en un triste hospital que sus habitaciones parecían más de un psiquiátrico.

Reconoció a la persona que abría sus ojos al lado de ella.

Su madre.

Aquella que una vez le había dado la vida hace poco más  de veinte años ahora estaba junto a ella.

Aquella mujer de unos cuarenta años se veía agotada, grandes ojeras adornaban sus ojos verdosos. Esos que la joven había heredado de ella, su cabello era un desastre, ni siquiera le importaba la apariencia de su desaliñada cola de caballo o de su rostro pálido sin ninguna gota de maquillaje.

—Todo está bien, no. No te lo quites— la madre de la chica con lágrimas en los ojos por ver a su hija al fin despierta la convenció de no quitarse el aparato de su boca.

Lágrimas bajaron por su rostro, mientras tomaba el pequeño control conectado a la camilla presionando el botón azul dos veces.

Mientras esperaba y derramaba lágrimas acarició la cabeza de su hija.

Grecia, se cuestionaba muchas cosas. Pero que no podía preguntar.

Y una de ellas la más importante.

Jax Mason.

Murmuró algo que a los oídos de su madre no entendió, pero se trataba sobre él. El chico de ojos diferentes.

La puerta se abrió y por ella entró un doctor seguido de una doctora y dos enfermeras que de inmediato se pusieron manos a la obra con la chica.

—¿Hace cuánto despertó?—preguntó el doctor examinando con una linterna pequeña los ojos de Grecia. La enfermera anotaba las pulsaciones cardíacas de la chica y su pulso.

—Hace unos minutos, doctor — la madre dijo impaciente limpiando las lágrimas de sus ojos.

Grecia nuevamente comenzó a murmurar cosas que todos ignoraron.

Ella comenzaba a impacientarse.

—Grecia, voy a retirarte esto —el doctor le avisa —dolerá un poco pero ya no lo necesitas puedes respirar por tu propia cuenta.

La Oscuridad de Jax [1]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora