III

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La espalda de Liam choco con fuerza en los barrotes metálicos de la puerta deslizante del College de Pensilvania, hizo una mueca de dolor y sintió sus ojos picar ante las inmensas ganas de llorar que sentía, pero él sabía que, si lloraba, esos chicos lo golpearían de nuevo.

El rubio volvió a dejar una patada en su estómago y Liam gimoteó de dolor. ¿Por qué eran así con él?

–Vamos Chad, quedara peor de lo que ya lo dejaste. –Soltó el castaño y el trio de amigos se echó a reír descaradamente. Liam los miro y el castaño alzo una ceja –Vaya, al parecer el maricón hoy no ha llorado, ¿Qué opinas al respecto Dylan? –

–Tal vez se le ha quitado la faceta de maricón llorón, y solo le quedo lo maricón, Austin. –Rieron de vuelta.

Austin, Chad y Dylan. El trio de idiotas que molestaban todos los días al pobre Liam de quince años en el North Side College de Pensilvania desde que el castaño llego. Lo agredían tanto verbal como físicamente, pero Liam no podía hablar con alguien. No podía llorar ante los golpes y mucho menos podía poner represalias ante ellos. Liam sabía que si hacia algo de ese tipo se irían contra Harry. O mucho peor, contra su hermana Jessy. Ella cuatro años más grande que Liam, pero el trio de tontos que tenía frente a él eran capaz de todo, y aunque Jessy supiera con eficiencia como debía de defenderse ante un ataque así, o peor, su temor de que le hicieran algo nunca salía de su mente y era terror puro para él todo lo que pensaba que podían hacerle a su única hermana.

–Haber pequeño maricón, he visto como últimamente vez a nuestro querido y estúpido Dylan, dime algo ¿acaso quieres tomar su polla y chuparla como posiblemente haz hecho en todas las escuelas donde haz estado? –Liam al escucharlo puso una expresión de asco y sintió unas ganas tremendas de vomitar.

Él no era gay. No debía ser gay. Porque según mamá ser gay era un pecado sumamente grande y un error que podría acabar con su futuro, y más viniendo del apellido Payne, de los empresarios más conocidos por todo Londres y casi toda América junto con el de los Styles, que por fortuna eran familia.

–Yo no soy gay, Chad. –Musito casi en voz baja el castaño mirando al rubio frente, Liam sostenía su mochila con fuerza sobre su pecho y sabía que cuando se levantara de ahí todo su cuerpo iba a doler. Austin se había acercado a él con mirada amenazante al escuchar cómo había replicado sobre su sexualidad, pero por suerte para Liam, el timbre de salida había sonado

–Sera para la próxima, maricón. –Soltó Chad con reproche empujando una vez más a Liam contra los barrotes yéndose del rincón de la puerta trasera del colegio. Liam no lloro, no dijo nada, solo se levantó del piso como pudo y comenzó a caminar hacía la puerta de salida arreglando su uniforme. Para sus papás, Liam estaba bien, siempre lo estuvo.

Su respiración estaba agitada, su frente llena de sudor y sus ojos llenos de terror. Liam de nuevo estaba teniendo sus recuerdos pasados como pesadillas para atormentarlo en su nueva universidad.

Aun con 20 años esos recuerdos llegaban y le jodían la maldita existencia. Recordar cómo fue cada golpe, cada insulto, cada cosa que hacían contra él.

Paso una mano por su frente, tratando de calmarse ante el recuerdo vago en su mente por aquella pesadilla. Miro la hora y soltó un suspiro 6:30 AM. Maldijo por lo bajo y se quitó la frazada bajando de la cama, dirigiéndose al baño que había en su nueva habitación. Lavo su cara para retirar el rastro de sudor en ella, miro su reflejo en el espejo mientras soltaba un suspiro

–No pasara lo mismo aquí, Liam. Aquí no pasara eso. –Se murmuraba así mismo sin dejar de mirarse en el espejo. Unos toques en la puerta hicieron que Liam saliera de su transe

El chico de la cafetería; ziamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora