CAPÍTULO 1

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Kim Taeyeon terminaba una larga jornada de juntas en las disquera de la cual era CEO, estaba cansada pero satisfecha de todos los resultados de cada una. Se detuvo un momento a observar la gran ciudad que tenía frente a sus ojos, la veía desde los grandes ventanales de aquella oficina de reuniones de la compañía. Todos los edificios eran altos y con mucha iluminación, los espectaculares tan vivos y llenos de una alegría que se contagiaba. Y la mujer estaba tan feliz que solo pensaba en la hora de volver a casa con su mayor motivación. Sin embargo, su pensamiento fue interrumpido por el golpe de la puerta al abrirse abruptamente.

-Taeyeon, tienes que atender una llamada inmediatamente.

Sin decir ni una palabra, se apresuró a salir directamente a su oficina para atender el teléfono. En ese momento, escuchaba atentamente las palabras del otro lado de la línea, su vista se comenzó a nublar y el pánico se apoderó de ella. Terminó aquella llamada y en seguida tomó todas sus cosas, indicando su salida urgente del lugar. SeoHyun, quien le había dado el aviso, la acompañó hasta la salida.

-Todo estará bien, cualquier cosa que ocupes solo dímelo.- Le dijo su mejor amiga y sub-directora de la compañía.

Taeyeon solo le devolvió una media sonrisa y asintió. El auto en el que había subido se dirigió lo más pronto posible al Centro Médico Asan, uno de los hospitales más grandes de Seúl, afortunadamente en ese momento pudieron evitar el tráfico que a cierta hora del día invadía todo el centro de la ciudad. Lo único que podía pensar era en su amada esposa, sin saber exactamente qué ni cómo le había pasado todo. Reproducía en su mente todas las palabras que le informaban lo sucedido:

"Habla un personal del departamento de Trabajo Social, el motivo de mi llamada es para informar que ha ingresado con nosotros la paciente Stephanie Young Hwang. Hace aproximadamente una hora sufrió un accidente automovilístico, quiero pedirle que venga en cuanto le sea posible, ya que usted es el número de contacto de emergencia..."

Taeyeon ingresó al centro médico preguntando por Tiffany, su esposa, y la trabajadora social con la que había hablado le atendió en la sala de espera de emergencias. Se sentía nerviosa, no podía procesar toda la información, sus manos comenzaban a sentir un hormigueo. Se paraba a caminar de un lado a otro, tratando de respirar profundamente. Intentaba estar en calma, pero el tiempo avanzaba y sentía que se volvía eterno.

-Llegamos lo más pronto posible, ¿qué ha pasado?- Preguntó Michelle, hermana mayor de Tiffany que llegaba acompañada de Leo, el otro hermano mayor.

-Sigue dentro del quirófano, tiene como cinco horas. Gracias por estar aquí, me estoy volviendo loca.- Taeyeon se dejó caer en un sillón azul que se encontraba en la sala.

-Descuida, Tae. Todo estará bien, papá tomó el primer vuelo que pudo y esperamos que ya mañana esté aquí. Mientras tanto, vamos a estar tranquilos y enviar todas las mejores energías para que mi hermana pequeña salga de esto.- dijo Leo ofreciéndole una sonrisa, creyendo totalmente en sus palabras. Palabras que le reconfortaban a Taeyeon en ese momento.

Pasaban las horas y su ansiedad aumentaba cada vez más, no podía entender por qué a Tiffany tenía qué sucederle esto. Por la mañana de aquel día, se habían despedido como era costumbre con un delicado y dulce beso acompañado de un "te amo". No quería ni podía imaginarse que esas serían las últimas palabras que tendría de ella. Manejaba la situación lo mejor que podía, pensaba positivo a pesar de que la trabajadora social le dijo que estaba en una situación delicada. Le comentaron a Taeyeon que el otro carro que había impactado contra el de Tiffany había terminado terrible, por lo cual el conductor había fallecido al instante; también mencionaron que era probable que el hombre estaba ebrio, fue el primer informe de los especialistas que asistieron al accidente. Faltaba confirmar el hecho para posteriormente checar todos los documentos legales que se necesitaba en el caso. A Kim, le causaba tanta rabia que ese tipo de situaciones sucedieran por personas irresponsables, olvidando que tenían familias que podían afectar, tanto propias y terceras. Su enojo la hacía estallar en lágrimas por la impotencia de saber que la vida de su esposa estaba en peligro.

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