Edder

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No pude dormir toda la maldita noche, estuve probando todas las posiciónes para conciliar el sueño pero me fue imposible.

Extendía mi mano hacia su lugar de la cama y solo sentía el frío de las sábanas cada vez que lo hacía, en algún momento abrace la almohada y logré dormitar un poco, tenía impregnado el olor a shampoo qué usaba desdé que la conocí.

Por alguna razón ese olorcito me lograba tranquilizar además de que tomarla por la cintura me daba cierta seguridad para dormir tranquilo todas las noches desdé qué viví con ella.

En unas semanas cumpliríamos 5 años viviendo juntos y todo éste tiempo solo tenía una queja y era que no ponía atención cuando yo le pedía traer cosas de la papelería por qué hacer planos en la mesa de trabajo me consumía días enteros y salir a la papelería me distraía demasiado y a tal grado que no quería regresar a seguir trazando líneas sobre el papel, así que la mandaba a ella y horas después yo la veía entrar muy feliz en mi habitación y colocar las cosas frente a mi, se quedaba paradita a un lado mirando los trazos sobre el papel y ofreciéndome coquetamente con una mano cualquier chuchería que se habia comprado en la tienda o con algún vendedor ambulante, me miraba cómo esperando compasión de mi parte.

Ésto solo significaba que no había encontrado lo que pedí o trajo una cosa similar que muy seguramente no me serviria ¡para nada! Casi siempre la dejaba con la mano estirada hasta comprobar qué las cosas estaban en orden pero no era así y  ella lo sabía, entonces me abrazaba repentinamente y me decía al oído que había traído uno o dos materiales similares o con otras especificaciones, algunas veces me servían, otras veces solo me le quedaba viendo, esperando que ella entendiera el por que debía traerme lo que yo pedía específicamente, pero mi enojo era interrumpido cuando introducía cosas a mi boca con sus delgados dedos a mi boca, como si una golosina calmara la rabia que me provocaba pero no le decía nada, la quería más que a mi propia vida y me quedaba observando sus ojos.

Le decía que me dejara trabajar y la veía salir de la habitación moviendo el culo como si hubiese ganado, sabiendo que yo observaria hasta desaparecer completamente de mi vista, cada que está situación pasaba, me venía a la cabeza la voz de mi madre diciéndome que una pareja no debe acostarse molesta ni guardar el rencor para otro día, porque destruye la relación y quita el sueño, entonces lo dejaba pasar y en cuanto terminaba mi trabajo, la buscaba por la casa y acariciando su cabello castaño, le daba un beso en los labios.

justo en eso pensaba ahora, estaba tan triste y molesto con ella que el sueño no llegaría está noche, escuche el sonido de un auto acercándose a la casa, abrí los ojos y miré las luces entrando por la ventana e iluminando el techo, me dieron la esperanza de que fuese ella, aunque muy bien sabía que no llegaría esta noche ¡por qué yo sabía perfectamente dónde estaba! y sentía qué me atravesaban el pecho con un hierro ardiendo, quería golpear, destruir, ir corriendo por ella, tomarla del brazo y traerla arrastrando a mi lado para abrazarla.

Lo único qué recuerdo ahora son las últimas palabras que escuché de su boca y las cuales se me quedarán grabadas mucho tiempo en la memoria, en mi cabeza volví el tiempo hacia atrás hasta esa mañana cuando me desperté, ella aún dormia junto a mi, con la boca abierta y media cara babeada, me levante sin despertarla y ella se quedó ahí respirando pesadamente mientras me alistaba para salir a entregar los planos a la oficina.

Me bañe, hice el desayuno y fui a la cama nuevamente para despertarla, al entrar en la habitación puse las cosas en una mesita no muy alta, le dejé un licuado de granola con plátano, un revoltijo de huevos con variedad de cosas que encontré en el refrigerador y un pan tostado con queso Philadelphia y mermelada de zarzamora.

Solo le dije en voz baja que le dejaba el desayuno en el piso pero ella sabía dónde encontrarlo y muchas veces solo sacaba medio cuerpo, se inclinaba de la cama hasta la altura de la mesa y comía estando la mesita cerca del piso y el resto de su cuerpo sobre la cama, había que ver tal espectáculo para creerlo, era tonta la pobre pero jamás se atragantaba por más que estuviese de cabeza, daba grandes mordidas y sorbia un poco de licuado o leche para pasar los bocados y volvía a la cama para seguir durmiendo.

Fui al armario y dándole un último vistazo al envoltorio de cobijas dónde ella se encontraba mientras abría despacito la puerta para no hacerle ruido, tomé mi abrigo y salí de la habitación, camine mientras me lo colocaba y me dirigía a la puerta de entrada, tomé una fruta del frutero de la cocina, los planos que había dejado sobre un sofá de la sala, las llaves del llavero y al abrir la puerta ella grito desde la habitación que me abrigara y fuera a casa de su hermana para comer ahí... a las 3pm.

Le respondí.
–Esta bien amor... ¡te quiero!–
y sin escuchar una respuesta cerré la puerta.

¿Hoy no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora