MARINA

54 5 1
                                    

Me gustaba observarla de lejos y un amigo en el recreo me preguntó ¿por qué la miras tanto? Tenía meses observándola muy de lejos, siempre me hacía feliz verla a la hora del recreo, por algún motivo solo tenía una amiga y en su cara no se dibujaban sonrisas, pero me gustaba, podía observar desde lejos como se sentaba tímidamente sobre el borde de la jardinera y acomodaba la falda bajo sus piernas perfectamente cerradas, antes de abrir el contenedor color rosa donde solía llevar el desayuno, limpiaba su tenedor con la servilleta y me parecía verla mover los labios, al comer movía sus pequeños cachetes gordos y hacia gestos cuando la comida estaba dura, era la más pequeña de su salón y tenía un flequillo que se quitaba de vez en cuando de los ojos, no tenía nada de especial, quise hablarle muchas veces y compartir desayunos con ella, pero me aterrorizaba acercarme, me temblaba todo el cuerpo y me quedaba quieto si pasaba junto a mí, como si eso me hiciera invisible ante su presencia, a pesar de que la escuela era enorme para nuestro tamaño, ella siempre se sentaba en el mismo lugar y yo cerca de ella, un día descuido sus pasos y tropezó escalera abajo, no fue escandaloso, quizás rodó dos o tres escalones abajo, estuve al pendiente de que no le pasara nada pero justo cuando la vi volar por los aires, mi corazón trato de hacerme correr hacia ella lo más rápido posible y rescatarla antes de tocar el suelo, pero solo la observaba de lejos y vi como golpeó contra el piso y rodó, un momento después brinque del miedo al pensar que se había roto algo, pues empezó a llorar escandalosamente y salí disparado para levantarla pero había otros chicos ahí cerca y la ayudaron primero, cuidadosamente la levantaron y sentaron al borde de los escalones mientras otros corrían a dar aviso a los profesores, Marina estaba llorando y le sangraban las rodillas, yo quise acercarme a preguntar si se encontraba bien, pero no la conocía, jamás lo hice, supe su nombre el día que sus compañeros gritaron que la buscaba su mamá en la puerta de entrada para darle unas cosas, pero sólo eso, una vez pensé en seguirla y saber donde vivía pero su madre siempre se quedaba a platicar en una tienda y ella esperaba sentada sobre la banqueta, un poco chapiada por el sol pero bonita y cachetona como siempre, la única vez que la tuve cerca, choqué de frente con ella en una esquina de los salones junto a la jardinera donde ella se sentaba, fue una ocasión de las pocas veces que jugaba sin precaución alguna en el recreo y no tuve cuidado, al salir corriendo quise dar la vuelta en la esquina del salón a toda prisa para escapar de mis persecutores y solo sentí el golpe bastante fuerte en mi pecho, al abrir los ojos vi el desastre, ambos estábamos tirados en el piso, ella contra la pared y yo sobre los pequeños árboles de jardinera, no recuerdo sus palabras pero me dolieron en el alma cuando las escuché, había lastimado a la niña más delicada de la escuela y mi tesoro más preciado que observaba diariamente con cariño, paralizado espere a que se repusiera y se retirara, quizás ahora me vería como un monstruo, un niño que la había dañado y no quise volver a verla, supliqué que me sacaran de la escuela pero no fue así, entonces decidí que en todos los recreos me quedaría fuera de su vista, tras los salones dónde ella solía sentarse y dónde ahora estaban construyendo una cancha de Básquet Ball, unos nuevos baños y un pequeño jardín frente a ellos, algunas veces, esperando verla de lejos me hacía ilusión el irle a pedir perdón por aquella vez y ella me perdonara con esos hermosos ojos cafés y redondos que contrastaban con su carita blanca, pero no fue así y por primera vez en la vida sentía que estaba en el lugar donde pertenecía, bajo la sombra, tras los salones, lejos de ella, aislado de todo el mundo y comiendo amargamente lo que sea qué haya sido mi desayuno durante aquellos días, al paso del tiempo me olvidé de ella, de su nombre y de lo sucedido hace tantos años ya, hasta ayer qué escuché el nombre otra vez

-¡¡Marina!!- y mirando a mi alrededor, la volví a ver recordando la cárcel dónde quedé atrapado, en aquellos días cuando fui un niño enamorado.

Me quedé mirando de lejos como corría hacia dónde se encontraba otra chica y le daba un abrazo cálido, llevaba en la mano una mochila de esas que tienen una correa y te atraviesas en el cuerpo, al parecer seguía estudiando y me quedé observando un poco más, ella me seguía pareciendo tan atractiva y mi cuerpo estaba indeciso entre caminar unos cuantos pasos y hablarle o largarme de ahí y no molestarla nunca más.

Quizás debía dejar las cosas como estaban, tal vez ella tenía pareja cosa que me desánimo y decidí marcharme, pero al día siguiente la tenía frente a mi nuevamente, esta vez en las oficinas del plantel dónde yo estudio, no podía creerlo, los pies y manos comenzaron a sudarme, mi cuerpo entorpecido apenas podía mantenerse de pie, como si me hubieran descubierto haciendo cosas indebidas y ahora no tuviera donde huir, ese día no tuve cabeza para otra cosa más que para pensar en que aula estudiaría, como le haría para acercarme a ella, me encantaba su color de piel, el cabello ondulado y como se vestía, tenía que buscar la forma de decirle lo que sentía y empecé a planearlo.

Las horas y los días me consumían, ella seguía sola como siempre, tenía un par de amigos y algunas veces la miré conversar con chicas pero nada que indicara el hecho de que tuviese pareja, así que unas demás después de observar cada uno de sus movimientos, a qué hora llegaba, a qué hora salía, que calle tomaba o por dónde se iba, me di cuenta de que todos los miércoles saliendo del plantel, caminaba al parque dónde la encontré por primera vez después de tantos años y se quedaba por mucho tiempo leyendo o escribiendo notas hasta caer la tarde, entonces su padre pasaba a recogerla en una camioneta de carga.

El día que escogí como el adecuado para acercarme, llegué al parque y le extendí mi mano una vez que estuve frente a ella, entre los dedos llevaba una hoja de libreta que había arrancado horas antes, donde escribí unas cuantas cosas qué deseaba decirle pero no me atrevía, la verdad no fue la primera, hojas tenía cientos y repetí el mensaje las veces que fue necesario, levantó la cabeza y soltando el costado derecho del libro que sostenía sobre sus piernas, se acomodó el cabello mientras dirigía su mirada hacia mí, como esperando que fuese una broma tonta de alguien desconocido, pero la verdad es que todas las tardes se sentaba en la misma banca, a la misma hora con un árbol en la parte trasera que le cubría del sol y le daba una gran sombra, el viento corría suave, y fresco, los ruidos eran escasos, algunos pájaros trinaban y se escuchaban voces de niños y personas hablando en los alrededores del parque pero no molestaban, siempre me pareció un espacio vacío y sin vida, incluso no me gustaba pasar por las noches, algunos idiotas aprovechaban la falta de iluminación para drogarse, aquí solo había jardineras descuidadas con basura que dejaban los chicos de la secundaria, en el centro había un pequeño castillo infantil hecho de madera y con barandales de plástico para que los niños no se astillaran.

Los fines de semana se les podía escuchar gritando y corriendo por todos lados, mientras las mamás platicaban en las bancas de los costados y llevaban bolsas de mandado llenas de frutas y verduras, sacadas del pequeño tianguis que llegaba cada fin de semana a unas cuadras de ese pequeño parque, hace unas semanas que me di cuenta de que todos los días ella se sentaba a leer un libro, ahora sé que es una novela de tal vez cuatrocientas páginas, con cubierta blanca y roja, pude observarla con claridad mientras esperaba a qué tomara la hoja de libreta qué sostenía entre mis dedos.

– lo siento, tengo novio–

¿Hoy no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora