Senderos de amor [Abeshiya]

Capítulo 3

[Hanae Ashiya]

Han pasado 3 años desde que la conocí, 2 años y medio desde que vivimos juntos.

Al principio la convivencia fue complicada, nuestras personalidades son muy distintas, al igual que nuestras profesiones; lo que hizo que nuestro intento de congeniar fuera un rotundo fracaso. Hasta que una noche con unas copas de más, comenzamos a hablar de nuestro pasado. Entonces nos dimos cuenta que teníamos una cosa en común, ambos éramos huérfanos.

Pero es ahí donde nuestras vidas se vuelven a diferenciar; por que mientras yo fui acogido por una calidad familia; ella le toco vivir con el abuso doméstico de sus tíos y el acoso sexual de amigos de su tío. Lo que me hace pensar en lo fuerte que es, yo en su lugar, probablemente hubiera optado por el camino fácil.

Desde entonces somos más sinceros, entre nosotros. Aún tenemos desacuerdos, pero logramos solucionarlos. Especialmente porque nuestra vida romántica ha estado llena de altibajos y no necesitamos sumarle más drama a ello.

La mayoría de nuestras peleas, es porque me preocupo demasiado por ella, y por más que lo intento, no puedo evitarlo. La consideró cómo mi hermanita, aunque tenemos la misma edad, además los novios que le he conocido nunca son lo que aparentan, al principio parecen ser caballerosos pero cuando no logran conseguir lo que quieren, surge su verdadera cara.

— Kya, ¿hasta cuando pretendes estar encerrada en tu cuarto?

— ¡Déjame Hanae!

— Con mucho gusto lo haría, de no ser porque no has comido desde el viernes.

— Y seguiré sin comer, hasta morir. — Bien este es mi límite.

— ¡Más vale que salgas, si no quieres que yo mismo tire la puerta!

— ¡Quiero ver que lo intentes!

Sin darle oportunidad de procesar, comencé a empujar la puerta hasta que logre mi cometido. Al entrar, noté que me miraba sorprendida, pero después de unos segundos reacciono.

— ¡Rompiste la puerta!

— Te lo advertí.

— ¡Ni creas que pienso pagar por ella!

— No necesitas alterarte, en la semana pediré que la reparen y pagaré por ello.

— Ahora levántate, debes darte un buen baño y desayunar — decía mientras intentaba quitarle las cobijas de encima. — Después podemos ir al cine o el parque de diversiones, tú eliges.

— Ya te dije que no quiero ir a ningún lado.

— Bueno, no es del todo necesario. Podemos ver películas en la sala.

— ¡Hanae basta, no quiero nada! — jaló las cobijas con fuerza y se hizo ovillo. — ¡Solo deseo estar sola con mi dolor! — suspire y me senté en el piso a lado de su cama.