Cap. 26: "El gran galpón"

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Jane:

No iba a moverme. Conozco sus trucos, conozco a Michael. Sé que quiere que lo haga para que de pronto aparezca él en la puerta y me saque de allí, para hacer ver mi esfuerzo como algo en vano y para que gaste energías y fuerzas en algo inútil. Lo conozco y conozco hombres como él, con sus mismas intenciones.

Así que solo me queda esperar hasta que note, detrás de ese espejo algo sucio y opaco, que no voy a hacer nada para salir de aquí. Y hablando del espejo, nunca me vi con tan malas pintas. Antes solía cortar mi cabello hasta un poco más abajo de los hombros, y lo mantenía ondulado, para que diera volumen y pareciera más joven, o eso me decían (hay que ver que cosas decian los cadetes sobre ti cuando mantienes un rango superior, y por mucho, a ellos). También cuidaba mucho mi piel, la hidrataba y usaba mil mascarillas a la semana aún sabiendo que en una misión podría caerme de cara al barro y mandar todo a la mierda. Pero no es como si me faltara dinero, de hecho, tenía una casa. Bueno, debería tenerla si es que a alguien de mis amigos o la misma BSAA se le hubiera ocurrido mantenerla cuando entré a la cárcel. Está en Brooklyn y es de esas pequeñas casitas de dos ventanales y una escalera al inicio. Quedaba frente a un parque. No era super lujosa pero me encantaba estar ahí. Se sentía un lugar de paz fuera de la base y en vez de irme de vacaciones, solo me quedaba dentro de esas cuatro paredes. Claro que no mantenía un salario tan alto como el de Chris, pero me daba mis lujos de vez en cuando. Lujos que he perdido hace tiempo...

Quizás suene tonto, pero no supe cuanto amaba salir a montar bicicleta hasta que me encerraron en esa jaula.

Como decía, cuidaba mucho mi piel y sobre todo mis ojeras, que ahora son dos grandes bolsas de basura colgando de mis ojos. Mi cabello esta machacado y enredado, sucio y polvoriento, perdió ese brillo de buena higiene que tenía antes para pasar a ser algo opaco y triste. No tenía el cabello negro, pero de tanta suciedad hasta parecía serlo. También había perdido peso en prisión, jamás fui una chica super delgada, es más, tenía muchas inseguridades en mí. Que si se me escapaba la grasita debajo de las axilas, o de mi pantalón. Etcétera, etcétera. Pero jamás lo vi como algo realmente malo, ser así nunca me impidió algo en la vida y dudo que a otra persona si. Aunque con la prisión y el ejercicio que mantuve por el mismo aburrimiento, me ha llevado a adelgazar quizá unos pocos kilos. Nunca lo noté hasta recién, tras mirar mi cuello mucho más delgado y a la clavícula sobresalir con un palo dentro de mi piel.

Los efectos negativos o quizá "positivos" que tuve que pasar y que aún estoy pasando por lo de la cárcel son cosas que no puedo evitar. La vuelta al tabaco, mi apariencia e incluso la manera de ver a otros, como veo a Simón, Nick y especialmente a Chris. Con ese deseo de proteger y arriesgarme como si no valiera nada. 

Oigo unos pasos pesados fuera de la sala y no tarda en abrirse la puerta. Sonrío. Tenía razón. Menos por la parte en la Michael aparcería a por mí. Y ahora que lo pienso, pensar que vendría fue algo tonto. No daría la cara ante tanta vergüenza. Quiere guardarse algo de dignidad, tal vez.

Los que estaban en la puerta eran tres soldados que se mantenían bajo su mando o supongo que bajo los grandes directivos de esta empresa. ¿Quien, realmente, sabe cuantos empleados tiene Umbrella? Vestidos de negro, con aquel uniforme estilo "SWAT" y con pañuelos tapando la mitad de su rostro, a pesar de que el casco a penas dejara ver sus ojos y parte de su frente. A los costados de sus brazos yacía el logo de Umbrella bordado y lo que parecían ser rangos del ejercito, aunque no distingo cuales.

Se me acercan amenazantes, uno de ellos con una pinzas y otro con un rifle entre sus manos. El que iba acompañando solo llevaba las manos vacías. Se me acercan y pronto cortan las sogas de mis pies, haciéndome sentir un gran alivio. Después de todo, las sogas queman cuando te mueves brusco o mantienes mucho tiempo en contacto con ellas, más si están tan apretadas como las mías. Y sé que dejarán una marca por unas horas, aunque no pueda verlas por el pantalón, siento aun el ligero apretón como si todavía estuviera atada.

CONFÍA EN MÍ, CAPITÁN | Chris Redfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora