Cap. 28: "Gabriel"

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Su mirada opacada y desanimada hace que se me parta el alma en pedazos  cada vez más dolorosos y en los que creí jamás romperme. En mis brazos, nunca fue tan pálida. Se sentía frágil, como una muñeca de porcelana en las manos de una niña desesperada y encantada con su belleza. Desde que la encontramos, hace apenas unos 5 minutos, no me ha hablado, solo se ocupó en mirar al lado contrario en el que yo la miraba, evitándome. Y la entiendo, está avergonzada, asustada y quien sabe que más, su mente debe ser un lío de emociones que ni ella sabía que podía sentir, y eso la está atormentando.

Con delicadeza corro un mechón oscuro de cabello de su rostro. Mis manos tiemblan al hacerlo y estoy tan nervioso. Ni siquiera le dije al resto del equipo de la aparición de Jane, y prefiero guardarlo para más tarde. Creo que es momento en que me centre únicamente en una cosa.

—Jane, mírame al menos —Simón se arrodilla a la par nuestra en el suelo. Le acaricia el cabello que yo acababa de acomodar con una sonrisa demasiado falsa para ser real, aunque no pareciera molestarle fingir no ser ese personaje dramático que hasta ahora siempre había demostrado ser—. ¿Estás consciente? ¿Me oyes? Hey, heeeey.

—No la abrumes, tonto —Gabriel suelta una clase de susurro bastante elevado desde la puerta que había en la pared paralela a la rampa. Cuando entramos,  lo envié a vigilar esa zona mientras nostros dos nos quedabamos con Jane.

—Me... creo que... —clavo mi mirada en sus labios cuando la escucho hablar. Estan secos y morados—. Mi mano.

—No puedo revisarla bien pero creo que te has fracturado unos dedos. ¿puedes flexionar tu brazo hasta tu pecho, Jane?—le pregunto y ella apreta los labios con fuerza, me doy cuenta cuando logra arrancarse un pedazo de piel por la sequedad de los mismos. Pasan unos segundos hasta que niega con la cabeza—. ¿Queres pararte, querida?

—No... se.

—Vamos, teniente —Simón pasa sus manos por debajo de sus brazos y la levanta de a poco, mientras, la tomo de su mano sana para ayudarla sin mantenerla parada del todo. Quiero ver si realmente puede hacerlo sin depender de otra persona que no sea yo, claro. Y aunque sea riesgoso obligarla a mantener todo su peso en sus exhaustas piernas, es por su bien—. Con fuerza, Jane.

Simón la termina levantando y ella queda en pie, aun sostenida por sus manos. Pero en cuanto él la suelta, pierde el equilibrio en segundos y termino apoyando mis manos en su cintura para sostenerla. Me centro en su expresión para saber si el agarre le dolió, y no encuentro ninguna clase de emoción en ella. Nada. Si sus ojos fueran grises expresarían lo mismo que los de ahora; una clase de vacío que deprime a quien lo vea.

Me aterra.

—Jane, necesito que hagas un esfuerzo ¿por mí, si? O por quién sea —le hablo de la manera más lenta posible para que me entienda, y para que no se notara que mi corazón parecía querer escapar de mi pecho.

—No puedo —me responde y frunce el ceño cuando apoya con firmeza un pie en el suelo—. No puedo... no puedo, Chris.

—Si puedes, teniente, si puedes —doy unos pasos hacia atrás aun agarrando su cintura, con la intención de que se acercara a mi otra vez—. Camina, Jane, ven conmigo. Vamos.

—Por favor, Chris, ya déjala —me pide Simón pero niego con la cabeza. Ella puede. Claro que puede. Ella es la teniente que sugerí, ella es la persona más fuerte que conozco, es Jane, puede hacer cualquier cosa—. Señor, no va a ceder...

No me importa, asi que sigo insistiendo a que camine alejándome de ella cada vez más, hasta el punto en el que yo tengo que estirar mis brazos para sostenerla. Tengo fe de que puede lograrlo. Solo tiene que confiar en ella. Por más que se odie, tiene que confiar en ella una vez más.

CONFÍA EN MÍ, CAPITÁN | Chris Redfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora