Cap. 8 Chris y su secreto

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Mentiría si dijera que me entretuve viendo la televisión, porque no fue así. Pensé que tal vez Chris saldría de aquel cuarto a buscar un vaso con agua al menos, pero se tardó más de tres horas ahi adentro y en cuanto salió, yo ya estaba quedándome dormida en el lugar.

El había pedido comida china al fin y al cabo, y cuando, ambos nos sentamos a comer en el sofá, en silencio, mirando las noticias que por alguna razón tenían el volumen muy bajo, mis ojos parecían cerrarse cada vez más rápido. Incluso sabía cabezadas de las cuales el parecía reirse.

—Jane, ¿podemos discutir algo? —no estaba lo suficientemente concentrada para que su pregunta me tomara tan de repente, pero si logró que me volteara hacia el a la velocidad de la luz.

—Depende.

—Es sobre los planos  del lugar de la apuesta —me dice. Afirmo con la cabeza y el se estira hasta agarrar unos papeles que estaban encima de una mesita cercana—. Me gusta organizarme.

—Tenemos mucho tiempo para eso ¿no crees? —apoyo la caja de la comida en la mesa de café mientras que el estira los planos a un costado. Su dedo señala la entrada y luego traza un camino hasta otro espacio de la mansión—. ¿Y qué?

—Ahí va estar lo que se subastará.

—¿No sería mejor hablar de esto con el resto del equipo? —me sincero pero su mirada seria me aterra.

—Creo...  creo que tienes razón. Me dejo llevar por el trabajo a veces... —se tira hacia atrás y queda acostado en el sillón—. Se me cierran los ojos aunque no quiera dormir. Es horrible.

—Van a ser las once, ya es un poco tarde.

—Si —me mira y apreta los labios antes de ir y agarrar los planos de nuevo—. Mañana lo hablaremos ¿quieres? Necesito hablar con alguien sobre esto. Después de todo, necesitamos un teniente.

—Ah... ¿que tal tu novia?

Chris me mira por unos segundos con las claras intenciones de ahorcarme.

—Primero, no es mi novia, y me alegra que sea así. Segundo, ¿estás loca? Es como darle un cuchillo a un mono y dejarlo libre en la via pública —se encoge se hombros. Abro los ojos riendo—. Sé que comparten la misma experiencia, pero tú estás más cerca.

—¿Yo, teniente? Halagador.

—Ya quisieras —mueve la mano de arriba a abajo antes de levantarse del sofá encorvado y rascarse la nuca—. Me iré a dormir. Te recomiendo lo mismo, mapache. Buenas noches.

—¿Que es eso de mapache?

Me exalto cuando noto que no me esta escuchando y que se está yendo caminando hasta una habitación mientras se rie. Lo sigo algo nerviosa y el, al final del pasillo, donde dos puertas estaban enfrentadas, se detiene y me señala la que estaba detrás de mí.

—Duerme ahí —me dice con la voz ya apagada—. Hay un despertador, a las 6 te quiero arriba.

—Como  digas, capitán —lo ignoro y abro la puerta. Unos segundos después la cierro quedándome sola en aquella habitación de invitados.

Era bastante amplia; una cama matrimonial con sabanas negras estaba en el centro, de costado había una litera y varios muebles, como para dejar las cosas. Al oto rincon estaba el armario gigante, que abarcaba toda la pared y tenia un espejo.

—No estaba tan mal lo de mapache —me digo a mi misma, una vez que noto las bolsas negras cayendo de mis ojos.

También había una alfombra peluda color blanca rodeando la cama, un pequeño sillón al tono con una sabana encima y colgada encima de la puerta por la que acabo de entrar, una televisión.

CONFÍA EN MÍ, CAPITÁN | Chris Redfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora