Cap. 3: Charla en el coche

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Jane:

No podía dejar de verlo de re ojo. Y estoy aterrada, porque tal vez ahora mismo me estaba secuestrando un hombre que podría partir a la mitad mi columna vertebral con solo soplarla.

¿Chris Redfield? Oí de él. Muy poco, pero aún así algo escuché. Un hombre soberbio, arrogante, ansioso y, por si fuera poco, atractivo. Aún no se que le ven de lindo a alguien que ni bien te saca de prisión, ya te arrastra con el como un perro con correa.

Miro sus brazos. Sus musculos se tensan ante la posición en la que conducía, las venas en su mano parecen querer salir de su cuerpo. ¿Por qué estoy con él? Su mano se dirige a la palanca de cambio y en esos cinco segundos, su mirada choca con la mia de una manera violenta y regresa la vista al frente.

—¿Por que te metieron a la cárcel? La BSAA tiene deudas contigo ahora, ¿lo sabías? Han pagado por tu libertad y espero la valores.

—No lo entenderías —bajo la mirada pero Chris me insiste—. De en serio, no entenderías porqué. A veces tomamos decisiones algo arriesgadas y la cagamos. Tanto que acabamos en una prisión.

—Yo nunca terminé en una prisión por cagarla —se defiende Redfield y se rie. Supongo de la cara de asco que acabo de poner—. Confío en ti, y sino, podría traerte de nuevo de donde saliste.

—Me encantaría. La prisión es como un hotel cinco estrellas en Dubái.

—Suena... acogedor —dice—. Si quieres saber, vamos hasta la base. No queda tan lejos de aquí.

—La base... no he entrado a una hace... años —murmuro y me apoyo contra el vidrio. La ciudad pasa tan rapido que de un momento para otro, mi vista se nubla—. ¿Hace cuánto eres soldado?

—Uf, muchos años —fanfarronea—. Estuve en STARS también.

—Si, si, ya oí tu historia de héroe salvador —miro por la ventana las bellas vistas de las casas una junto a la otra y suspiro—. Eres conocido. Aunque no sabía que sacabas asesinos de la cárcel.

—Yo tampoco —se encoge de hombros y frena en el semáforo, tomándose el tiempo de bajar el parasol y arreglarse el cabello corto color marrón opaco en el pequeño espejo—. Te aconsejo que te comportes. No es por exagerar pero todos te tienen en la mira y todos llevamos una pistola en la funda.

—Que miedo.

El me mira de re ojo, lo veo por el reflejo del cristal polarizado y luego vuelve la vista hacia el volante con cierta cara de confusión.

—No te lo tomes con humor —dice, como en un tono herido. Me rio—. ¿En que te especializas?

—Bueno... era un buena escaladora de niña y tenía gran habilidad para andar metiéndome en cualquier sitio, así que siempre dejaban en mis manos las misiones en las que teníamos que meternos en algunas fiestas o que se encontraban en lugares de difícil acceso.

—¿Conoces Grecia?

—Como la palma de mi mano.

—Ya veo porqué te eligieron a vos —me murmura, pero lo escucho de todos modos—. Como sea, ya llegamos.

—¿Tan cerca?

CONFÍA EN MÍ, CAPITÁN | Chris Redfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora