Cap. 17: Desobedecer al capitán

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El plan inicial era entrar por la cochera de atrás. Pero momentos antes de actuar nos dimos cuenta de que estaba demasiado protegida, y que si teníamos que pasar por ahí, claramente nos verían y nos pedirían nuestras identificaciones, las cuales no teníamos.
Por lo que los inclinamos al plan B, entrar por una de las habitaciones a los lados del jardín. ¿Iba a costar? Pues claro que si, tres personas metiéndose en una subasta ilegal sin saber nada de ella es difícil de explicar, y más aún a criminales armados hasta los dientes.

Simón se mantenía oculto a mi lado, detrás de unos árboles. Mientras que Chris estaba detrás de una columna, aún seguía acomodándose las mangas del saco. Decía que le parecía desprolijo que la camisa se viera por debajo del saco negro.

—Aunque tengamos una navaja no me siento seguro —me murmura Simón, lo miro por unos segundos y luego me escojo de hombros—. Está lleno de guardias. Si con algo salimos de aquí, es con un tiro en la pierna.

—Que pesimista —suspiro y me acerco más a la ventana. Estaba algo abierta—. Ya podríamos entrar ¿verdad? Siento que estamos muy expuestos.

—Tienes razón. Ambos, vengan —nos susurra Chris, acercándose al gran ventanal que cubría gran parte de la pared, lo toma y jala hacía la izquierda, abriendolo—. Bien, ¿quién pasa primero?

(...)

Una vez dentro, luego de recorrer toda aquella habitación y salir de ella como si nada, nos encontrábamos en el gran salón. El suelo brillaba de lo reluciente que era, y más aun cuando un candelabro en  el techo alumbraba todo de una manera elegante. Había muchas mesas, columnas que sostenían el techo y una barra a un costado para pedir tragos, ahí es donde había más gente acumulada.

Simón se alejó de nosotros, ya qué el tenía que ser el que avisara o soltara la alarma en caso de que alguien nos viera. Asi que se sitúo junto a una de las ventanas que daban al frente, donde podía verse nuestra camioneta a lo lejos.

Ya eran mas o menos las nueve y veinte, y Chris y yo estuvimos mirando cada habitación. Tendríamos que robar lo que sea que se subastara antes de que lo presenten, pero no es que supiéramos muy bien cómo.

De la nada mi comunicador hace ruido, lo presiono algo distraída y me pongo de espaldas a Chris, para que me cubriera.

—Jane ¿estás ahí? —me habla Amanda.

—Si. No sabemos en cual de todas las habitaciones está el objeto de la subasta.

—Por eso te llamaba. Mira, con un sensor de calor revisamos todo el edificio y, en una habitación a la izquierda, donde debajo hay un pequeño balcón con flores, de detectó objetos a un nivel de calor anormal.

—¿De cuantos hablas?

—No lo sé, unos diez. Pero apurense, no nos queda demasiado tiempo.

Cuelgo la radio y me doy vuelta. Chris está sujetado de manos viendo todo con una mirada crítica y soberbia, supongo que intenta encajar de alguna manera. Me acerco a él y le tomo del saco, tironeandolo hacia mi lado.

—Esa ventana, ¿la ves? —le susurro. El mira de re ojo hacia la ventana más cercana—. Da a un balcón que conecta con la habitación.

—Si, la veo —me toma del hombro—. Hay que apurarnos, yo te cubro.

Afirmo con la cabeza y ambos caminamos hacia la ventana de la manera mas disimulada posible. De todos modos, nadie era el centro de atención de nadie. Todos estaban en las suyas bebiendo o hablando en privado con otras personas, o hasta bailaban, ya que había una melodía de fondo en el gran salón. Nos posicionamos junto a la ventana y yo me asomo un poco para ver que hay debajo. Mierda, Amanda dijo que habia un balcón, pero está a más de un metro de distancia y tendría que saltar hacia un costado para alcanzarlo.

CONFÍA EN MÍ, CAPITÁN | Chris Redfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora